Hace un mes, a ojos cansados, me retiré del ordenador y me quedé pensando. “Quizás lo que habría que hacer es detener el flujo constante de información”. Es curioso porque he hecho muchas cosas a ese respecto, algunas moderadas como limitarme el twitter, otras bien estructuradas como mantener una bandeja de entrada de correo a cero y otras radicales como borrarme del facebook. Pero el flujo constante sigue ahí, en formas distintas, pero ahí sigue.
Supongo que fue un momento de claridad pero que expresé torpemente porque faltaba meditarlo.
Después pensé que la información puede ser como las golosinas de un niño gordito. Nos gustan los vídeos, los artículos de los blogs, las noticias, la televisión, las novedades constantes. Todo eso nos hace un poquito felices. Quizás pensemos que son buenas para nosotros, pero la verdad es que no nos saben a verdura.
A lo mejor con esa información dejamos de pensar en lo que no queremos. A lo mejor es solo un hábito. A lo mejor es que son tesoros gratuitos que podemos alcanzar sin esfuerzo y hablar de ellos con nuestros amigos e iniciar conversaciones interesantes o, al menos, saber de lo que está hablando todo el mundo.
Pero, ¿sabéis qué?
Yo tengo tantas ansias de crear que no tengo tiempo para el flujo constante de información. El río que pasara cerca de mi casa —si en Canarias tuviéramos ríos— no es mi agua. Mi agua es la que recojo en mi mano y bebo, profunda y tranquilamente, con el reposo que necesita. Y entonces sí me refresca y hasta me alimenta y me da vida.
Quizás no tenga que leer más palabras, sino leer mejor mejores palabras, para ser y escribir mejor.
Quizás por eso encuentre bellos los haikus sin versos.
trago de agua
río salvaje entre rocas
bulle el silencio
CC –de K.W. Sanders
