Prefiero los fósforos de madera, sobre los de cera o de cartón. En realidad, me encantan los fósforos de madera. He tenido varios encendedores civilizados, de los largos; pero a mi alrededor no venden repuestos, así que cuando se terminaba su líquido, debía comprar otro, lo que me llenó de encendedores en estado inútil. Los boté y regresé a los fósforos. Los necesito para la estufa y el calentador de agua.
Hasta la palabra me gusta. Disfruto pasarlos por la tira de lija de la cajita, sintiendo la fricción. Disfruto el ruido del encendido y el olor que me molesta -sí: disfruto el olor que me molesta-.
Como gran final, cuando el fuego terminó, hago pasar el fosforito caliente por alguna superficie plástica disponible -casi siempre la bolsa de la basura-. Hago perforaciones hasta que no queda calor. Formo caritas felices con las perforaciones.
Silvia Parque