FRA ANGELICO Y EL RENACIMIENTO
“Este mundo en que vivimos tiene necesidad de la belleza para no caer en la desesperanza.”
Pablo VI
Jardines del Museo Nacional del Prado, María Gabriela Díaz Gronlier, fotografía, 2019.
¿Quién no siente recogimiento ante una tabla o un fresco de Fra Angelico? Pasan los siglos y sus narraciones poéticas, de elegancia de trazo y paleta florida, siguen provocando la misma emoción que en sus tiempos causaron. Son sus obras intermediarias entre el hombre y lo impalpable, entre lo evidente y los misterios de la vida.
El pintor que crea escenarios, donde Dios se manifiesta; el pintor de imágenes conmovedoras, donde, incluso, los hechos más escabrosos de la historia sagrada no se exponen de manera trágica -siempre renace la flor en sus campos-, nació en el alto valle del Mugello al principio del 1400.
La Coronación de la Virgen, h.1430-1432
(La Coronación, hoy en el Louvre, está inspirada en La leyenda Aúrea. En la tabla principal aparecen San Luis de Francia, Santa Magdalena con traje rojo, Santa Catalina con la rueca de su martirio, Santa Inés con el cordero… En la predela se representan escenas de la vida de Santo Domingo. ¡Qué espectáculo tan concurrido! ¡Cuántos ángeles y santos asisten, extasiados, a la coronación de la Virgen! Tabla donde el azul juega un papel fundamental en la proyección de la luz y donde la perspectiva está en función de exaltar el poder de Cristo. Él y la Virgen son el centro y vértice de la composición.)
El pintor que encabeza la lista de los célebres artistas del Renacimiento italiano fue bautizado como Guido di Pietro (1417-1455). Y no es hasta 1417, cuando ingresa en la Orden de Predicadores, que mudó su nombre por el de Fra Giovanni de Fiésole. Como Fra Giovanni fundó su fama. Pero llegó el año 1469 apodándolo con nuevo nombre.
El predicador dominico nunca supo que la posteridad lo conocería como Fra Angelico.
El arcángel Gabriel, uno de los pináculos de las Tablas del retablo mayor de Santo Domingo de Fiésole, temple y oro sobre tabla de chopo, h. 1419-1422.
Curiosidad: Según el historiador y crítico de arte italiano Giulio Carlo Argan (1909-1992), el nombre de Fra Angelico se lo dieron sus hermanos dominicos debido a lo identificado que estuvo Giovanni con las tesis tomistas. Dice Argan que “no sería nada extraño que, para los frailes dominicos, Giovanni de Fiésole fuera el Pictor angelicus al igual que Santo Tomás fue Doctor Angelicus; es decir: el Santo Tomás de la pintura”.
San Miguel Arcángel hace que se retiren las aguas del mar para que pase una mujer que ha dado a luz durante su peregrinación a Mont-Saint-Michel; y San Miguel Arcángel y el toro del monte Gárgano, tabla de predela, temple al huevo y oro sobre tabla de chopo, 1417.
(Única tabla que se conserva de su etapa de feligrés. Observa en el grupo de la derecha cómo ya trabajaba los escorzos. ¡Cómo juegan los colores! ¡Y esos toques de negro! ¡Y esa iglesia en rosa! ¡Y ese paisaje sinuoso! Esta obra está en proceso de restauración.)
Dicen que Guido di Pietro entró en el convento siendo ya pintor. Pero lo que sí es cierto, y muy importante porque nos descubre la razón de su minuciosa hechura, es que Guido llegó a la ciudad florentina acompañado por su hermano Benedetto parar instruirse en el prestigioso taller de la parroquia de San Miguel Visdomini. Fue allí donde Benedetto aprendió el oficio de copista y Guido, el futuro clérigo dominico, el de iluminador.
Es decorando manuscritos, con letras, cenefas y dibujos en miniatura, como aprendió Fra Angelico a dominar el pulso, a sintetizar ideas y a conocer la iconografía adecuada a esas ideas. Es trabajando sobre los manuscritos como aprendió la historiada caligrafía medieval y las delicadas y hermosas combinaciones de colores, donde el oro y la plata, el rojo y el amarillo, el verde y el azul lapislázuli, el blanco y el negro celebran un guateque dirigido por plumas de ave o caña.
El paraíso, temple y oro sobre tabla, h. 1435.
(Dorado, mucho dorado. Mucha luz adherida a las figuras: luz divina. Y unas pequeñas nubecillas que parecen sostener a Cristo y a la Virgen. Digo parecen porque, no se posan, ¡flotan en la luz! El coro de participantes, colocados semicircularmente y casi todos de perfil, contempla cómo Él coloca una gema en la corona de su Madre, la gema que representa la virtud de la belleza. Y, si has mirado bien, te habrás topado con un personaje que te observa. Está a la derecha y viste de rojo. Es María Magdalena.)
La minuciosidad de su obra, como hemos visto, proviene de su etapa de realizador de miniaturas; cometido, por cierto, que requería de mucho tiempo y concentración.
Tiempo y concentración: dos herramientas de trabajo que le permitieron adquirir precisión en el trazo. La profusión de detalles de sus frescos y tablas dan fe de ello. Como dan fe de su conocimiento de la palabra divina y del conocimiento del hombre de su tiempo.
Dieciocho beatos dominicos, pilastra de Las Tablas del retablo mayor de Santo Domingo de Fiésole, temple, plata y oro sobre tabla de chopo, h.1419-1422.
(Pertenece a su primer retablo. Se cree que mientras participaba en esta obra ingresó en la Orden. A los novicios los obligaban a dejar sus oficios para centrarse en sus estudios religiosos. De ahí los diferentes estilos que muestra el retablo, pues fue abandonado por Guido di Pietro durante su formación. Las pilastras, como esta en la que aparecen santos y beatas de la Orden -algunas figuras llevan sus nombres en los hábitos-, fueron realizadas siendo ya clérigo. Mira la expresión de sus rostros, ¡qué diferentes unos de otros!)
El hombre de su época fue quien dio comienzo al Renacimiento, el movimiento humanista que retrocede en el tiempo para posar su mirada en el pensamiento de los antiguos. Nuevas ideas y estilos que también se incorporan a la elegante obra del dominico. Mas lo antiguo es un animal con dos cabezas: si los intelectuales cuatrocentistas buscaron inspiración en los escritos grecoromanos, Fra Angelico lo hizo, fundamentalmente, en los textos de los primitivos cristianos, aunque en los últimos años de su vida su obra se vuelve más dramática, más emocional, más carnal, más humana. Eso sí, sin hacerle perder su misión de intermediaria entre Dios y el hombre.
El fraile nunca dudó del papel publicitario del arte.
La matanza de los inocentes, detalle del Armario de la plata del Museo San Marcos, temple sobre tabla, 1450.
(Atípica escenografía de Fra Angelico, quien siempre evitó la representación visual de imágenes violentas. Herodes, desde el balcón, observa cómo sus soldados asesinan a los niños. Hasta el color y el dinamismo son diferentes en esta tabla. Una parte que demuestra lo cuidadoso que era con los detalles es la planta trepadora que aparece en la parte superior del cuadro y que está sin hojas, pues el Día de los Santos Inocentes se celebra en diciembre. En esta época Fra Angelico representa temas más populares.)
El dominico, como hombre culto y sensible que fue, no rechazó las ideas novedosas que su siglo parió. No solamente las conoció, sino que formó parte de la vida intelectual florentina. El fraile aprovechó todo aquello que le vino bien para expresar su doctrina, para conseguir su objetivo de acercar a los fieles a Dios a través de la pintura. Un ejemplo de cómo amoldó a sus intereses los descubrimientos de sus contemporáneos es la forma en que utilizó las leyes de la perspectiva de Brunelleschi.
Fra Giovanni fue un predicador que reemplazó la arenga del púlpito por la liturgia visual. Con la pintura nos presenta a Dios y nos incita a la meditación y a la oración.
Pero el conocimiento de lo que sucedía a su alrededor -el movimiento humanista- le dio la ventaja de no ser dogmático y lo premió con una obra dinámica que, al desarrollarse según se suceden los acontecimientos, se divide en varias etapas.
La Anunciación, celda 3 del Convento de San Marcos, fresco, 1438-1440.
(Mira cómo cambia su pintura. Se vuelve más sencilla, sólo aparece la iconografía necesaria para estimular la oración y la meditación. Sin distracciones. En los frescos que adornan las paredes del convento incorporó un nuevo personaje: un fraile de su Orden. Aquí encontramos a San Pedro Mártir observando a San Gabriel y a María.)
Y así es como pasamos de los fondos dorados, que encandilan, a los fondos sobrios y ligeros. Así es como su obra se abre en dos mitades: una destinada a los feligreses (composición rica en decorados e historias paralelas) y otra destinada a la meditación de los monjes, que son las que hallamos en las celdas del convento florentino de San Marcos, por ejemplo, donde las escenas de la Buena Nueva se presentan elegantes y austeras.
Y así es como las dos corrientes, la religiosa y la humanística, terminan fusionándose en su obra.
La transfiguración, celda 6, Convento de San Marcos, 1438-1440.
(La imagen ascética. La narración simbólica frente al naturalismo de sus tablas para fieles. Nada distrae la atención del que observa. El blanco puro, inmaterial, sustituyendo al dorado para ofrecer una luz que se expande más allá de los muros. Su gusto por las gradaciones de color puede apreciarse muy bien en la gama de blancos. Igualmente hay que resaltar la simetría del fresco, Cristo divide la pintura en dos mitades exactas. ¡Un canto a la espiritualidad! ¡Bello!)
Fra Angelico transitó por un río cuyas orillas ofrecían una visión muy distinta. Mientras en un lado agonizaba el gótico internacional, en el otro florecía el Renacimiento.
Fra Angelico pertenece a la escuela florentina de la primera mitad del siglo XV. Sus narraciones visuales son recreaciones de los textos sagrados y de la vida de santos y mártires de la Iglesia. Son homilías pictóricas que anuncian el Evangelio desde una perspectiva nueva; pues el fraile se atrevió a recrear hechos sagrados y a rescatar historias, hasta entonces, poco divulgadas.
El apóstol Santiago el Mayor liberando al mago Hermógenes, tabla de una predela de retablo, temple al huevo y oro labrado sobre tabla de chopo, h.1427-1428.
(Una peculiaridad de sus predelas es que recrean anécdotas religiosas poco divulgadas, como esta dedicada a Santiago el Mayor, historia que, por cierto, no se encuentra en la Biblia.)
El monje dominico creó una iconografía muy particular. En ella tienen mucho que ver el uso de las líneas curvas y de una paleta colorista. Su pintura brillante, al servicio del apostolado, muestra figuras definidas en un espacio cuidadosamente construido. Nada dejó al azar. En él no hay arrebato místico. Es curioso que una pintura tan cerebral, tan pensada en sus más mínimos detalles, sea capaz de provocar en el espectador un éxtasis tan grande.
Lo bello se contempla mejor, ¿verdad, Angelico? Y, como una cosa siempre conduce a otra cosa, quien contempla, medita. Este hombre fue predicador y pintor a partes iguales.
Retablo de La Anunciación, detalle, temple al huevo, plata y oro labrado sobre tabla de chopo, h.1425-1426.
(“Por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó en María la Virgen y se hizo hombre”. Acudo al Credo porque yo no encuentro palabras para expresar lo que siento ante esta imagen.)
Las obras de Giovanni de Fiésole promueven la virtud, porque para él la virtud garantiza la salvación del alma. La virtud conduce al bien. Fra Angelico puso todos los recursos que tuvo al servicio de exaltar esta cualidad humana que en la Biblia, libro rico en relatos breves y frases repetitivas, se encuentra vinculada a la fe, a la esperanza y a la caridad.
Miras sus retablos y sus frescos y ellos te alivian el alma. Esa conexión que se establece entre el espectador y su obra, mezcla del sentir religioso y del pensamiento humanista, va más allá de la lógica. Esa conexión es mágica.
La Virgen y el Niño con doce ángeles, temple al huevo y oro labrado sobre tabla de chopo, h.1421-1422.
(Utilizó mucho las líneas curvas porque estas reflejan mejor la luz y garantizan movimiento. Si observas bien, verás que los ángeles que aparecen arriba, a la derecha, están ¡cantando!)
Inspira esta entrada la extraordinaria exposición que el Museo Nacional del Prado nos ofrece con el nombre de Fra Angelico y los inicios del Renacimiento en Florencia, muestra que tiene como eje principal el retablo de La Anunciación, uno de los tres que el dominico realizó para Santo Domingo de Fiésole y que forma parte de los fondos del Prado. Obra, por cierto, que muestra todo el esplendor de la pintura de Angelico, pues ha sido recientemente restaurada.
La muestra exhibe ochenta y dos obras, de las cuales cuarenta pertenecen a Fra Angelico y el resto a artistas florentinos de su tiempo, como son Masaccio, Donatello, Filippo Lippi, Uccello y Brunelleschi y su innovador concepto de la perspectiva. Todos ellos distinguidos representantes del Renacimiento.
Retablo de la Anunciación, temple al huevo, plata y oro labrado sobre tabla de chopo, h.1425-1426.
(Empezaré por señalar que este retablo es el primero del Renacimiento que se hizo en formato cuadrangular y sin arquitectura gótica. Luego te diré que es un ejemplo de la “asimilación”, por parte de Fra Angelico, del dibujo en perspectiva de Brunelleschi -fíjate en el pórtico-. También te diré que es el primer cuadro florentino sin fondos dorados. El dominico sustituye, en la parte izquierda de la tabla, los fondos dorados por la naturaleza, que aparece ajardinada en un primer plano y como monte en el fondo; en la parte derecha reemplaza el dorado por una habitación. Otra novedad es que, aunque en espacios separados por la arquitectura de corte renacentista, aparecen en la misma obra San Gabriel y la Virgen con Adán y Eva. Al fondo, ellos -el pecado- y en primer término Ella, la redención -Jesús nació de mujer-. De esta forma presenta a la Virgen como redentora del pecado original. Por tanto, la perspectiva, además de servir para delimitar escenarios, es simbólica.)
De Fra Angelico se dice que su mayor aportación al arte fue el uso que hizo de la luz. El crítico inglés John Ruskin (1819-1900) apunta que en sus obras hasta “en las sombras hay brillantez”. El monje creó luz por contraste con las formas.
La luz y la armonía de las formas son dos características de su pintura que permanecen a lo largo del tiempo.
Para el fraile dominico la teoría válida de la luz es la del escolástico y teólogo Santo Tomás de Aquino (1225-1274). El arte nace de Dios y, por tanto, la luz tiene su origen en Él. La luz demuestra el color de las cosas y depende del grado de transparencia de esas cosas el color que la luz saque de ellas.
La Virgen de la humildad con cinco ángeles, temple al huevo, plata y oro labrado sobre tabla de chopo, h. 1425.
(Otra vez el juego de líneas suaves y curvas. Otra vez esos pequeños detalles, ese pespunte dorado que resalta el manto azul de la Virgen. ¡Esos ángeles cantores, esos dedos finos y largos tocando el órgano y el laúd! Y el Niño, tan parecido a la Madre, ¡que acaricia el rostro de Ella con el lirio de la pureza!)
La luz sobrenatural y la luz natural en sintonía. Natural porque nace de las cosas en sí mismas; sobrenatural porque todas las cosas provienen de Dios.
Por eso, la luz es causa y no efecto. Por eso, no se trata de una luz con una finalidad pictórica; sino de una luz interna, implícita en las mismas cosas, pegada a ellas.
Santo Domingo y la estigmatización de San Francisco de Asís, díptico, temple al huevo y oro labrado sobre tabla de chopo, h.1430.
(Se desconoce a qué representación pertenece esta tabla que, junto con otra, forman un pequeño díptico. El fundador de la Orden, canoso y con arrugas en el cuello que muestran sus años, reza ante una escena que induce al recogimiento. Del bello serafín salen rayos dorados dirigidos a San Francisco. Los rayos tocan las mismas partes del cuerpo en las que Cristo tuvo sus llagas. La escenografía representa el monte La Verna -rocas y alguna construcción-. Está, solamente, lo que tiene que estar para ubicar al espectador en el hecho acontecido. Un buen ejemplo de su obra ascética.)
Fra Angelico sabía que la pintura resultaba de gran eficacia a la hora de comunicar ideas a un espectador devoto que, en su mayoría, no sabía leer ni escribir. De ahí que la usara como una herramienta didáctica. De ahí que la asignada a los fieles estuviese pensada para causar admiración -la admiración suscita afecto por aquello que la provoca.
Pero la pintura tenía que servirle para un fin más ambicioso, pues no sólo pretendía dirigirse a los feligreses, sino también a otros públicos más cultivados: la hermandad dominica, los artistas de su tiempo -todos pendientes de lo que hacían unos y otros- los mecenas… En definitiva, espectadores que sabían de teología, de filosofía, de astrología, de arquitectura, de retórica, de arte…; personas acostumbradas a admirar las cosas bellas y a las que quería mostrar las bondades del recogimiento y de la oración.
La coronación de la Virgen, detalle, fresco, Convento de San Marcos, celda 9, h. 1438-1440.
(Compara este fresco con La Coronación que he dejado al comienzo de esta entrada, la del Louvre, la de los azules, dorados y abundantes figurines. Verás cómo pesa aquella y cuán ligero vuela esta.)
Mas en todos los casos, tanto en la pintura dedicada a los fieles como en la dedicada a los entendidos, no hay concesiones que induzcan a una falsa devoción. No hay populismo. Su arte es un arte pensado, resultado de un escolástico que conocía la historia y la iconografía sagrada -una de las fuentes de inspiración del fraile fue el santoral más popular del medioevo: La leyenda Dorada, obra del dominico Jacobo de la Voragine (1228-1298).
La pintura de Fra Giovanni de Fiésole es erudita y lo único que cambia, como hemos observado, es la forma en que representa escenas patrísticas, marianas, apócrifas, bíblicas…
La Virgen y el Niño con cuatro ángeles, temple al huevo y oro labrado sobre tabla de chopo, h.1417-1419.
(La Virgen está sentada casi al nivel del suelo para mostrar su humildad. Una historiada alfombra, bordada en oro, arropa la escena. En la época del fraile, Florencia contaba con dos fuentes de ingreso muy importantes: la banca y la industria textil. Se dice que Fra Giovanni diseñó algunos tejidos. Destaco, también, los dos ángeles de la parte inferior del cuadro porque demuestran cómo, desde muy pronto, empezó a buscar un punto de fuga.)
Figurativo e imaginativo. Religioso y humanista. Fra Angelico fue evolucionando hasta fusionar en su pintura teología y pensamiento renacentista. Hecho que se traduce en la incorporación del hombre en sus alegorías para gentes cultas y en sus predicaciones para gentes humildes.
El hombre… El hombre porque en la lectura del santo evangelio según san Marcos el segundo mandamiento reza: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”
Distribución de las limosnas, Capilla Nicolina del Palacio Apostólico del Vaticano, fresco, h.1447-1449.
(Como ves, los mendicantes no aparecen harapientos. No es una representación naturalista, es una escenificación simbólica. Todo hombre, por su condición de hombre, es pueblo de Dios. Todo pueblo es Iglesia. Destaca la importancia de la caridad y la misión de ayudar al prójimo que tiene quien sirve al Creador. Una novedad es la incorporación de una arquitectura volumétrica. Compara la edificación de aquí con la que aparece en La Anunciación del Prado, por ejemplo.)
El artículo que hoy escribo está inspirado en la exposición del Museo del Prado. Pero, como quiero abarcar toda su obra, incorporo otros trabajos suyos, como son algunos de los frescos de las celdas del convento de San Marcos y uno de los frescos de la Capilla Nicolina; así podemos apreciar las diferencias entre una pintura destinada a personas humildes, de factura naturalista, y una pintura simbólica destinada a un público entendido en la materia. Nada, que me enrollo.
Cristo escarnecido, fresco, celda 7, Convento de San Marcos, h. 1438-1440.
(Imagen alegórica. Sentado en una especie de cajón, Cristo mantiene una postura firme. Tiene los ojos vendados y lo rodean unas manos, en alusión a las que lo abofetearon, y una boca escupiendo, que recuerda los labios que de Él se burlaron. Cristo, que parece una escultura de mármol, sostiene en sus manos un palo, y no el cetro. Este fresco es un ejemplo de cómo Fra Angelico prefirió la narración simbólica a la representación naturalista y violenta de los acontecimientos trágicos. No hay comunicación entre La Virgen y Santo Domingo. Ella aparece ensimismada y triste y el Santo sumido en su lectura. El pintor crea una composición triangular.)
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS GENERALES DE SU OBRA
* La pintura como herramienta para divulgar las doctrinas de la Orden.
* La intención moralizadora de su pintura.
* El arte con fin educativo.
* El arte como instrumento para estimular la meditación.
* La belleza como vehículo para incentivar la piedad.
* La belleza, que se extiende a la búsqueda de la belleza de cada elemento que participa en la obra -el ala de un ángel, los ropajes, un pequeño cinto negro que sujeta una sotana clara, una avecilla en una frágil rama…
* El uso de las líneas curvas para dar movimiento y luz a la composición.
* La pureza del trazo.
* El control de la línea.
* El juego de línea y color.
* La composición equilibrada.
* La perspectiva al servicio del relato y no como un fin en sí misma.
* La ejecución minuciosa.
* El uso de arcos.
* El uso de escorzos.
* La búsqueda de una luz vinculada a la espiritualidad y no al concepto de materia.
* La combinación de colores de su rica paleta (rosas, verdes, dorados, índigos, rojos, celestes, fucsias…)
* El uso del color en todas sus gradaciones.
* Las delicadas pinceladas de color negro para resaltar una idea o, simplemente, para embellecer el cuadro.
* La ausencia de imágenes violentas.
* La búsqueda de lo sensorial y la ausencia de lo sensual.
* La expresividad de los rostros.
* La incorporación de la naturaleza.
* La naturaleza como creación de Dios -no la naturaleza como tema de experimentación, al estilo de los futuros impresionistas, por ejemplo. No, la naturaleza como creación divina.
* La ubicación atemporal de la narración.
* El espacio como lugar donde se desarrolla la escena a representar.
* La perspectiva como el mecanismo mediante el cual cada figura tiene su sitio en la escena.
* La composición suave, fluyendo y tamizada con una luz divina.
* En definitiva, el arte al servicio de la idea.
Ángel en adoración, parte lateral de un ciborio de un el altar mayor que se encontraba en la iglesia de Santo Domingo de Fiésole, temple al huevo y oro sobre tabla de chopo, h. 1430-1440.
Fra Angelico es, desde 1984, y gracias al papa Juan Pablo II, Patrón Universal de Artistas.
Fra Giovanni, el pintor que consigue que sus narraciones sagradas produzcan en quien las contempla -sea creyente o no- un recogimiento místico, murió en Roma en 1455 mientras trabajaba en los frescos de Santa María sobre Minerva. Allí está enterrado, en la capilla de la basílica, en una tumba pequeña de piedra tallada y gris, vecina de dos ricos sepulcros donde descansan dos papas de la familia Medici.
En la tumba de esa hermosa iglesia gótica, construida sobre un templo pagano, más de una vez, he depositado una flor.
Tumba de Fra Angelico, obra de Isaías de Pisa (1410-?)
(“¿Quién podrá encontrar otro pincel como este?”, se lee en su sepultura.)
No hay nada más intenso que la expresión de la naturaleza humana a través del arte, incluso cuando el arte presenta una apariencia abstracta, o fea. Da igual. Siempre es una visión poética que se manifiesta a través de la palabra, del dibujo, de la música, de la danza…
El arte revela lo sagrado a través de las manos de quienes le sirven. Y, a la vez, revela la conciencia individual, el yo de ese ser que le asiste.
La Virgen de la granada, temple al huevo y oro labrado sobre tabla de chopo, h. 1424-1425.
(Una vez más encontramos una alusión a los ricos tapices florentinos realizados con hilos de oro y plata. La granada que el Niño palpa simboliza la armonía y la unidad de la iglesia. Tres hechos históricos están relacionados con esta obra: uno es el fin del Cisma de Occidente, que llega en 1417 de la mano del papa Martín V. El segundo es el reconocimiento, por parte de la iglesia, del pensamiento humanista y el tercero es el concilio de Pavía-Siena, donde se plantea la unificación de las iglesias de Oriente y Occidente. Este concilio fue presidido por un dominico florentino y se inició en 1423.)
Las metáforas pictóricas de Fra Angelico muestran al predicador entregado a su fe y presentan, también, intesos destellos del nuevo ciclo que se inicia.
Giovanni de Fiésole vivió el primer Renacimiento italiano, al que le entregó una nueva interpretación de la luz y una narrativa alejada de disputas sangrientas, pues para nuestro pintor todo acontecimiento conduce a Él.
Y Él es el BIEN. Y Él se hizo hombre. Y quien crea en Él será liberado de sus pecados.
La Crucifixión, temple al huevo y oro labrado sobre tabla de chopo, h.1418-1420.
(Inspirado en el Cristo crucificado de Brunelleschi. Esta obra es un ejemplo de la importancia que siempre dio a la narrativa en las obras destinadas a los fieles. Aparece el personaje que acerca a Cristo una esponja empapada en vinagre para que beba -al lado de la Cruz, con un palo-. Aparece la Virgen, desmayada y asistida por dos santas mujeres y por María Magdalena -de rojo-. Hay soldados romanos a caballo. Sangra el cuerpo de Él. Los ángeles dolientes, que atraviesan el espectacular fondo dorado, visten de azul. El azul, además de ser el color de los querubines en la jerarquía angélica, es el color con el que se identificaban los dominicos, a diferencia de los franciscanos que preferían el rojo.
Dice Dante, refiriéndose a Santo Domingo, en El Paraíso: “Por su sabiduría había poseído el esplendor de la luz de los querubines sobre la tierra”.)
Cristo crucificado, Filippo Brunelleschi, madera policromada, h. 1417-1419.
(Aquí te dejo el Cristo crucificado de Brunelleschi, ubicado en Santa María Novella, para que puedas compararlo con la postura del de la La Crucifixión de Fra Angelico.)
Amigo lector, si tienes la posibilidad de acercarte al Prado no lo dudes. Hay muchas exposiciones bellas, interesantes e instructivas a lo largo del año. Pero la de Fra Angelico y los inicios del Renacimiento en Florencia, ¡ah!, esta es de las que llegan a lo más hondo del alma. Lector, esta exposición es mágica.
Decía Santo Tomás que “la belleza es aquello en que la vista se complace”.
Aquí termino, y perdona si me he extendido mucho en el relato.
La entrada Fra Angelico y el Renacimiento. A propósito de la exposición del Museo del Prado. se publicó primero en El Copo y la Rueca.