Al final he pasado del odio a la indiferencia. Después de enfadarme cada vez que alguien me llamaba tonta y pava, he acabado optando por hacer que tales afirmaciones me resbalen por las plumas.
Porque es cierto: soy una pava confiada que se pasea por la vida poniendo ojitos de Bambi y sorprendiéndose por todo. Permito que me engañen, que se aprovechen de mí. Soy consciente de que en la sociedad de hoy en día reina la ley del más fuerte, y que a las ovejas se las zampan los lobos.
Pero que me escuchen bien todos esos que se mofan de mi fragilidad: me han herido muchas veces y todas, todas, todas he acabado perdonando. No sirve de nada vivir en un estado de alerta continua, de desconfianza total, de aparentar ser de hierro... al menos a mí no me compensa.
Porque aquí sigo con mi sonrisa, a pesar de todo. Vivita y coleando, igual de pava que siempre. Si eso no es ser fuerte, que me digan qué lo es.