Fragmento

Publicado el 23 febrero 2011 por Volando

Tuve que tratarle mal para que empezara a reaccionar, tan mal hasta que me arrepentí, y cuando lo malo se convirtió en peor, le pedí perdón por las cosas que había dicho. Él me respondió que no tenía nada que perdonarme, me rodeó con sus brazos, me besó, y en aquel beso se acabó todo, su desánimo, el mío, lo que había pasado aquel día y lo que pasaría el día siguiente, porque los días ya no contaban, ni siquiera contaban las horas, sólo aquel instante, la sucesión de instantes brevísimos, aislados, absolutos, a la que había reducido el paso del tiempo. No hay vida como la clandestinidad, ni tan mala, ni tan buena. Yo tampoco había vivido nunca una vida como aquella, y una sola noche, ocho, diez horas repartidas entre el sueño y la vigilia jamás había representado tanto para mi.

Inés y la alegría, de Almudena Grandes.

Cómo os podéis imaginar, recomendadísimo...