Fragmento de la novela:" EL VISITANTE MALIGNO II" de FERNANDO EDMUNDO SOBENES BUITRÓN.
Publicado el 07 mayo 2015 por Fesb2011 @visitantemalign"...Embargada por las memorias suspiraba con nostalgia por todas aquellas cosas que pasaron juntos. Las lágrimas comenzaron a resbalar sobre sus mejillas con ese sentimiento que brotaba desde lo más íntimo de su ser. Era una mezcla de diferentes emociones que en ese instante la hicieron flaquear un poco. Pero al recordar el rostro colmado de pavor de… y su llanto ocasionado por el maltrato de su padre, causó que la sensación de rabia cercenara de un golpe aquellas evocaciones que alguna vez fueron felices. De un momento a otro, envuelta en sus cavilaciones y sin saber cómo, se encontraba frente a la casa. Tomó el sobre y lo introdujo en la cartera, luego salió del auto con el bolso colgado de su hombro. Un sol desganado y deslucido se mostraba a través de unas capas de nubes sombrías dispersas que se iban acumulando poco a poco en una opaca mañana. Las mariposas amarillas, verdes y anaranjadas —tan comunes revoloteando por los jardines de las casas—estaban ausentes, al igual que las aves marrones que volaban en grupos; aquel día parecían haber elegido quedarse en los árboles y nidos aletargados por ese gris y arisco día.
Se detuvo frente a la entrada y de su bolso extrajo una llave que introdujo en la cerradura y abrió la puerta. Un desagradable hálito a suciedad, moho y orines la inundó haciendo que se cubriese la nariz tratando de evitar oler esa terrible pestilencia. La sala se hallaba en parte a oscuras, con las ventanas cubiertas por las cortinas dejando a duras penas penetrar algo de la tenue iluminación que llegaba del exterior. Avanzó unos pasos dirigiéndose hacia uno de los ventanales, pero tropezó con algo que la hizo trastabillar, hasta casi rodar sobre el piso. Debido a que no podía ver con claridad, se adelantó hasta la pared donde se encontraba el interruptor y encendió la luz.
El interior de la vivienda —su casa que tanto esfuerzo les costó levantar— se había convertido en un ambiente irreconocible. Los muebles estaban destrozados, partidos en pedazos. Parecía que los hubieran acuchillado brutalmente y mostraban sus entrañas de goma espuma blanca esparcida por el piso. Las mesas de vidrio y madera yacían rotas por diferentes lugares. La alfombra verde oscura lucía huecos por diferentes lados y manchas secas de líquidos derramados. En el lugar donde estuvo colgado el televisor de pared tan solo quedaban los soportes metálicos, mientras éste se apreciaba sobre el piso despedazado. Igual suerte corrieron los diferentes cuadros, lámparas y muebles que de forma patética, adornaban la sala de estar como si se tratara de un campo de batalla.
… miraba a su alrededor aún incrédula de lo que tenía ante sí. Pero lo más impresionante era la “nueva decoración” de la casa. Palabras, miles y miles de ellas dibujadas con diferentes colores: rojo, blanco y negro a largo y ancho de las paredes y el techo, que fueron utilizadas como un amplio lienzo y las letras las cubrían a plenitud. El estilo cursivo y enérgico indicaba que su autor era su esposo.
—«Oh, cielos…—pensó— ¿Qué es esto?, ¿Qué sucedió aquí?»
Aproximándose a la pared pudo por fin leer las palabras que la hicieron temblar de espanto:
— ¡Puta, maldita puta! ¡Te voy a matar! No nos podrás separar. Perra. Bastardo hijo de puta. Te mataré al igual que a la perra de tu madre…
— ¡Por todos los santos, se volvió loco!—murmuró impresionada…
Continuó avanzando con dirección hacia la cocina, siguiendo el sendero de destrucción y suciedad que habían convertido su hogar en un muladar siniestro y pavoroso. La misma situación de caos y abandono se repetía en ese recinto, los platos destrozados en el piso al igual que los vasos hacían que su avance fuera difícil, teniendo que observar con cuidado los lugares donde posaba sus pies debido a los filosos fragmentos que se hallaban sobre el suelo. La refrigeradora desconectada y con la puerta abierta, despedía ese olor fétido a comida descompuesta que abarcaba la vivienda con aquella pestilencia enfermiza… Sin desear estar allí un segundo más decidió retirarse y llamar a la policía. Empezó a desandar su camino con dirección hacia la puerta de salida y podía observar su vehículo aparcado en la calle. Sentía miedo, mucho miedo; su instinto femenino le gritaba por un altavoz que se fuera, que se largara de ese lugar cuanto antes. Estaba convencida de que su vida corría peligro. De manera intempestiva, la puerta se cerró de golpe al tiempo que se extinguía la luz, dejándola sumida en aquel horror…"
Fragmento de la novela: “El Visitante Maligno II” de
Fernando Edmundo Sobenes Buitrón
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