Revista Literatura

Fragmento de la novela: “EL VISITANTE MALIGNO II” de Fernando Edmundo Sobenes Buitrón

Publicado el 10 agosto 2015 por Fesb2011 @visitantemalign
Fragmento de la novela: “EL VISITANTE MALIGNO II” de Fernando Edmundo Sobenes Buitrón Fernando Edmundo Sobenes Buitrón
“…salió del baño todavía desnudo, con la mirada en blanco, como si estuviera en otro lugar; en otro mundo. Yendo a su dormitorio abrió la gaveta de la mesita de noche y cogió una llave; luego de esto, caminó por el pasadizo de la parte de arriba de la casa hasta llegar al final. Tiró del cordón del techo e hizo descender la escalera plegable que conducía el ático. Ascendió lentamente y encendió la luz. Avanzó hasta el fondo, al lado de la ventana y comenzó a levantar unas cajas hasta que descubrió un baúl grande y pesado de color bronce que tenía una cerradura de metal. Introdujo la llave en la hendidura y giró hasta escuchar el “trac” que anunció su apertura y empezó a extraer lo que éste guardaba: Una chaqueta militar de color crema y manchas verde claras, así como un pantalón y gorra, al igual que las botas del ejército de color arena que completaron su uniforme de campaña. Un cinturón y fornitura marrón claro y debajo de todo; dos pistolas Beretta calibre nueve milímetros semiautomática. Ocho cargadores, varias cajas de cartuchos, un puñal de asalto en su vaina y seis granadas fragmentarias M67. Cogiendo un paño se agachó sobre el piso dándose a la tarea de limpiar su calzado. Luego se vistió con el uniforme y después calzó sus botas. Levantando la chaqueta acomodó el correaje alrededor de su cintura ciñéndolo con fuerza al igual que el resto de la fornitura y luego se dio a la tarea de alimentar las cacerinas. Acto seguido las insertó en las cananas; abasteció las pistolas y las rastrilló colocándoles el seguro. Introdujo una en la funda en el cinturón del lado derecho y la otra a la altura del muslo izquierdo, luego envainó el puñal en el compartimiento especial de su pantalón de camuflaje. Sobre su pecho en dos filas, como racimos de uvas, se encontraban sujetas las granadas explosivas al arnés. Poniéndose la gorra, cerró el cofre y se dirigió hacia la escalera para ir hacia la parte de abajo; atravesó el pasadizo continuando hasta el baño y volvió a situarse frente al espejo, desde donde la imagen del espectro lo miraba. El hombre lo saludó a la usanza militar y se retiró. La aparición en el cristal empezó a reírse, a carcajadas de forma brutal, enfermiza, horrenda…”
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