Fragmento de la novela: “El Visitante Maligno II” de Fernando Edmundo Sobenes Buitrón

Publicado el 15 agosto 2015 por Fesb2011 @visitantemalign

SOLO PARA ADULTOS
“…Utilizando un destornillador que encontró en un rincón del cuarto, el experto palanqueó la cerradura forzándola causando un poco de ruido. Abrió la primera gaveta donde encontró una biblia y algunos documentos. En la segunda, una botella de whiskey medio vacía, una linterna y unas esposas plásticas. En la última otro grupo de papeles y al lado, una cámara digital. Encendió la cámara y comenzó a revisar su contenido. La memoria extraíble era de treintaidós gigas y estaba prácticamente llena donde guardaba miles de instantáneas y algunos clips de películas. Coloco las fotos en el formato de galería y procedió a examinar una por una. Se podían veían imágenes de la iglesia: la fachada, el interior, el jardín exterior. En algunas otras: paisajes, ciudades y tiendas. Nada fuera de lo normal. Continuó observando y hubo una que le llamó la atención. Se veía al público en la iglesia antes de iniciarse la misa, pero se enfocaba principalmente en los niños. Iba pasando las fotografías y cada vez se mostraban más reveladoras. Quien capturó las imágenes hizo la toma empleando el zoom de acercamiento. Los rostros y partes del cuerpo de los menores eran los objetivos fotográficos. Cabellos, ojos, boca, cuello, entrepiernas, glúteos. No terminó de ver los retratos ya que eran demasiadas así que los dejó por un momento y empezó a observar los vídeos. Eligió uno al azar y lo que vio lo hizo enmudecer de rabia y tristeza…”
“El monaguillo se encontraba apoyado con los brazos abiertos sobre un lavamanos mientras abría la boca respirando entrecortadamente y su rostro señalaba el dolor que venía soportando, a la vez que el clérigo arremetía por detrás con violencia, sosteniendo la cámara digital a la altura de su pecho y con la otra jalaba el cabello del adolescente. Ambos se hallaban desnudos. La imagen se reflejaba a través del espejo del cuarto de baño capturando el momento de sodomía en todo su terrible drama. El muchacho lloraba y decía:
—No, por favor. Ya no, ya no más…
— ¿Cómo que no más?—Decía el cura —di que te gusta. Vamos, dímelo conejito. Díselo a papi…
—Por favor; no más, no me haga más daño…
— ¡DIME QUE TE GUSTA!, ¡DIME QUE TE GUSTA!... — gritaba — mientras le propinaba golpes con la mano abierta en las nalgas, la espalda y el rostro…”
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