Francisco ferrer lerín

Publicado el 13 agosto 2010 por Javierserrano
REDES
No tuvimos suerte con nuestro último hijo. Nació convertido en número de teléfono. En concreto en el número de móvil de un pastor cigomático. Las molestias que ocasionó fueron importantes. Pero pronto cortaron la línea. Y descansó en paz.
DOMICILIOS, 14
Al morir el padre decidieron derribar la vieja casa y construir una nueva en el solar resultante. Para los tres hijos. Con una distribución vertical para que todos tuvieran que subir el mismo número de escalones. Sobre la puerta de entrada se instaló el primogénito, en el centro el mediano, y el tercer cuerpo lo ocupó el menor, que era ciego.
DOMICILIOS, 16
Compró las dos casas. Desahució al ocupante del local. Unió las viviendas por dentro. Y comenzó a excavar. En el patio interior que previamente hizo cubrir. Un terreno arenoso entre las rocas sobre las que descansan los cimientos del edificio. La primera palada el 30 de marzo de 2003. Al principio sacaba el producto de la excavación en bolsas de plástico. Y las vaciaba en el contenedor de la basura. Luego en una carretilla. Que volcaba en el remolque de su todo terreno. Y al vertedero municipal. Al sector que admite escombros.
Transcurridos siete años reviste ahora el gran boquete. Un boquete que adquiere forma de vivienda. De tres pisos de profundidad. Aluminio. Fibra. Y algo de madera. La temperatura constante. La renovación de aire resuelta. Sólo pendiente el espinoso asunto de los desagües. Pero hallará el método. Pablo es feliz. Su casa subterránea. De acceso secreto. Que sólo él conoce. Su casa tumba.
APARECEN
Ha sido esta noche. Un ejemplar de la mayor de las tres especies. No majestuosa. Pero llamativa. Con ese plumaje azul violáceo. Aleteo elegante y, de golpe, un picado vertiginoso que permite descubrir a otro ejemplar. ¿La pareja? Me invade una sensación extraña. ¿Existen estas aves? Ahora este sueño parece la réplica de observaciones hechas en paisajes prepirenaicos. Hace años. Muchos años. Hasta el punto de que dejaron de formar parte del ecosistema. Olvidé su nombre. ¿Cómo se llamaba esta especie? ¿Y las otras dos, rayadas de vivos colores, difíciles de diferenciar entre ellas? He perdido sus nombres vulgares y sus nombres científicos. Y también se perdieron las ilustraciones en los manuales que las recogían. Y los manuales mismos. Nada queda. Mas la fantasmal aparición de las últimas horas quizá anuncie su regreso. Sería una muy buena noticia. Ampliaríamos el número de especies de rapaces diurnas a observar esta primavera.