Revista Literatura

Frase con eco

Publicado el 13 enero 2012 por Netomancia @netomancia
La conversación había tomado un cauce controvertido desde hacía minutos, pero la última frase que le escuchó a su novia, fue la que lo estremeció.
- No es justo esperar a que se mueran los padres para ser beneficiaria - había dicho a un grupo de amigas con las que dialogaban en la cocina.
El había estado pintando las rejas del frente y el ir y venir le había permitido escuchar retazos de la charla. Antes ya se había sorprendido al oír oraciones como "la venganza es lo mejor", "habría que esperar el primer descuido y zaz" o la que hasta entonces le había preocupado más, que fue "se puede matar a alguien y que nadie se entere".
Debía reconocer que la mayoría de las veces que discutía con su novia, le daba algo de miedo. Más que nada porque los ojos se le inyectaban de furia y cuando hablaba, o gritaba en realidad, parecía estar rabiosa y con ganas de morderlo. Por esa razón, evitaba discurrir en confrontaciones.
Las amigas, en tanto, si bien no las conocía del todo, se asemejaban en ciertas actitudes. Ademanes fuertes, seguros, miradas que orillaban lo helado, saludos parcos... bueno, tampoco creía justo describir así a su novia, porque se llevaban bien, se querían y estaban proyectando juntos sus vidas. Era cierto, como en toda relación, había temores. Pero los suyos no tenían tanto que ver con proyectos laborales o la situación económica.
Le hubiese gustado interrumpir la conversación y preguntar si aludían a situaciones especiales, pero el solo hecho de pensar de entrar a esa cocina y pronunciar una sola palabra lo intimidaba. No sabía con exactitud la razón de ese miedo, que le parecía incluso irracional, dado que convivían desde hacía dos meses y salvo pequeñeces, ella se comportaba normal.
Pero aquellas pocas palabras sobre los padres se repetían en su cabeza como un eco. Hacía poco ella le había comentado que sus padres tenían cierto dinero guardado y que repartirían entre los hijos (su novia solo tenía un hermano) pero recién, cuando ambos murieran. Había sido un comentario al pasar, entre el reproche y la resignación.
Sin embargo, escuchado ahora en aquella conversación, encontraba otro matiz. Seguramente las amigas asintieron ante ese comentario, aunque ignoraba que acotaciones al margen se habrían impuesto sobre la razón, si es que acaso hubo alguna.
De algo estaba seguro. Cada una de las amigas recordaría esa frase. Y eso, en la idea que el eco estaba generando en su cabeza, era una gran, pero gran, coartada.

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