Revista Diario

Frases célebres

Publicado el 30 julio 2012 por Dolega @blogdedolega

Frases Célebres

En todas las familias hay un lenguaje secreto creado a base de vivencias y anécdotas. Esas experiencias dan lugar a frases célebres, coletillas, expresiones ó pseudorefranes que explican una situación de una manera que solo los que estén en el secreto lo entienden.

Ayer mi horno, no sé si por solidaridad con mi dieta ó por que le ha llegado la hora de la abdolescencia, dejó de funcionar. Cómo estamos en crisis, El Consorte se dispuso a abrirlo y ver qué podía ser lo que le ocurría.

Como estamos viejos, pero él ha decidido que solo necesita las gafas para leer y no para el resto de actividades humanas, pues allí estaba con el destornillador insistiendo en un remache y sin atinar al tornillo adecuado.

-¡Por ahí no Karim, por ahí no!

Le dije yo con voz entre cansina y deseosa. Él se echó a reír y fue a buscar sus gafas.

Esta frase en mi casa significa: que no, que no te empeñes, que va a ser que no, aunque si insistes lo suficiente pues a lo mejor es que sí.

¿Y porque les cuento todo esto?

Corría el 1982 cuando éramos jóvenes, muy jóvenes, el Consorte estaba haciendo su Doctorado y vivíamos en el barrio de Arguelles en Madrid en un apartamento de unos 25 metros cuadrados. Era un pasillo con baño y unos cuantos muebles de cocina en un lateral. Al final del todo había una habitación que tenía una cama de matrimonio de 1,20mts de ancho, cama en la que ninguno de los dos reparamos cuando lo alquilamos, así que el Consorte ocupaba el 95% de la superficie del 1.20mts.

La habitación tenía las dimensiones de la cama, 1.90mts de largo y de ancho era la cama más la puerta. Vamos, un zulo la mar de apañado.

A favor de aquella topera hay que decir, que fue lo único nuevo y limpio que encontramos en nuestro largo caminar para alquilar casa en aquella zona.

El caso es que en los bajos del edificio había un bar árabe, que es donde yo vi por primera vez en mi vida los pinchos con calor donde se pone la carne para hacer los kebab y los diferentes platos de ese estilo. Los dueños eran dos hermanos jóvenes que según nos dijeron eran libaneses. El bar funcionaba de maravilla y estaba lleno la mayoría de las noches, nuestro poder adquisitivo no nos permitía ser clientes suyos, pero a cambio éramos vecinos pared con pared en la primera planta del edificio.

Como ocurre casi siempre, los dos eran diferentes en cuanto a estilo de vida, porque físicamente se parecían un montón.

El uno que nunca supimos cómo se llamaba, sabíamos cuando tenía su día libre porque la música sonaba a todo volumen y dada la nula insonorización y aislamiento del edificio era como tener el equipo de música dentro de nuestra topera. Pero cuando se es joven la música atronadora no molesta y si además coincides en gustos pues incluso agradeces no tener que comprar tú el cassette.

El otro era el ínclito Karim. Ese sabíamos cuando libraba porque solo tenía una actividad conocida durante su noche de libranza, llevarse a la cama a una chica diferente todas las semanas. La variedad de voces, suspiros y gemidos eran dignos de una gran colección. Pero había una en concreto que cada vez que llegaba siempre protagonizaba la misma escena:

Se notaba que él preparaba el escenario de la mejor manera posible, música sensual bajita, se oían sonidos de vasos y copas así que hay que pensar que había alguna copa ó coctel de por medio servido de manera atractiva y siempre empezaba la cosa con susurros y risitas intercalado con silencios que aventuraban escenas de besos y caricias.

Hasta que en un punto que nosotros no podíamos ver porque estábamos de este lado de la pared, ella empezaba a decir entre enfadada y excitada.

-¡Hay Karim, por ahí no, por ahí no!

A Karim no se le oía decir nunca nada, pero ella seguía con la misma frase y la intercalaba con ¡No Karim, he dicho que por ahí no! Con vocecita de niña enfadada que incluso podías imaginarte la boca haciendo morritos.

A partir de ahí, la cosa continuaba con música y copichuelas y al rato ella definitivamente decía que ¡por ahí no! y se iban del piso. El Consorte y yo teníamos el concurso personal de si lograría su propósito ó no el héroe Karim. Y así llevaban lo menos un mes y medio, lo que ya los había convertido en parte de nuestra diversión personal. Dado nuestro escaso poder adquisitivo para ir al cine ó salir a tomar algo, nos conformábamos con las aventuras de Karim.

En aquellos días El Consorte tenía que hacer una ponencia en la Universidad y por aquel entonces él detestaba hablar en público y consideraba que eso era cosa de charlatanes y vendedores de humo, por eso Dios se ha encargado que lleve años dando cursos y conferencias una vez al mes de media…

La noche antes de su temida ponencia estaba de mal humor, nervioso y de nada había servido que lo intentara ayudar con su lenguaje corporal, su manía de hablar bajito y con voz monótona, no levantar la cabeza de las fichas y sus continuos carraspeos a la hora de hablar, así que lo había dejado por imposible. Estábamos ya metidos en la cama yo medio dormida y él dando vueltas en el 95% de la superficie de la cama, cuando

¡Llega Karim!

-¡El que faltaba! Susurra Consorte con dejes de desesperación.

Y a pesar de que el elenco de acompañantes, para sí lo hubiera querido la revista Playboy, él venía con “la negada” como la llamaba Consorte. Y claro como era de esperar empezó la fiesta conocida, la música, copas, silencios y allá que empieza el ¡“Karim por ahí no, por ahí no”! una y otra vez.

De repente Consorte se tira de la cama a oscuras, en calzoncillos, con los brazos en jarras y mirando a la pared a gritar como un loco:

-¡¡¡¡¡Coño Karim que no es tan difícil de entender…QUE POR AHÍ NO, JODER que lo intentes por otro, coooooño!!!!!

¡¡¡¡Y tú niña, a ver si nos decidimos, que mucho por ahí no, por ahí no, pero vienes todas las semanas, joder. Que ya te vale venir aquí solo a calentar motores. Que si no quieres despegar, no te montes al avión, jodeeeerrrrr!!!!

¡Y por favor ir aligerando que yo mañana tengo una ponencia y tengo que dormir, cojones!

Yo por un momento pensé que el Karim iba a tocar nuestra puerta y se iba a armar la de San Quintín, pero entonces se oyó una enorme carcajada del otro lado de la pared y allí estábamos los cuatro riéndonos como locos con una pared de por medio. Al rato no aplaudimos por discreción pero tanto Consorte como yo soltamos un suspiro de alivio ¡Por fin!

-Ves, eso es lo que tienes que hacer mañana, decisión al hablar, tono y mirar a los ojos al público.

Al día siguiente cuando regresó de su ponencia, venía con una sonrisa de oreja a oreja.

-¿Qué tal te ha ido?

-¡Mejor que a Karim anoche!

 

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