Hoy, paseando por les Quais de Seine, buscando unos libros en los bouquinistes después del café con hielo, Javier, para hacerme rabiar, me ha dicho, tranquila, Eva, de todas formas, recuerda que de la experiencia, se aprende.Creo que metí la pata al firmar ese contrato, o cuando nos besamos esta tarde, o cuando te mandé el primer y pretendido último em@ail, pero da igual: de la experiencia, se aprende. E incluso, las malas experiencias nos hacen progresar. Todo lo que hemos vivido, hasta el más doloroso de los fracasos, engrandece nuestro saber- o la sabiduría- y nos conduce a una mayor madurez. Siempre se pueden sacar lecciones de lo “vivido”.Pues va a ser que no, le dije a Javier. Esta confianza puesta en la experiencia, se encuentra, (aunque no te lo creas) desmentida por la experiencia misma. Primero porque lo “vivido” es único es su género, y no sirve ni para siempre, ni para todos. Mi propia experiencia no me es de gran utilidad: la situación en la que me encontraba hace 6 años no es la que vivo hoy : con lo cual no puedo sacar ninguna lección. Aquello que ya experimentamos es incomparable y no se repetirá de la misma manera. Y para aprender, hay que poder generalizar, enunciar algunas verdades válidas en toda circunstancia. Es esta etapa de generalización lo que “lo vivido” es incapaz de brindarnos. La vida no me enseña nada, ni siquiera a vivir. Imaginar que la experiencia pueda ofrecerme una enseñanza, entraría dentro del orden de la mistificación, la que consiste en conferirle a los fracasos alguna utilidad. Dicen que nada se pierde, y que “ lo que no te mata, te fortalece” (según la expresión de Nietzsche en el Ocaso de los ídolos). A través de este maravilloso juego de manos, transformamos el acero en oro, y lo negativo en positivo. Pues como el sol, el fracaso no se puede mirar a la cara, lo esquivamos, lo ocultamos, y nos persuadimos de que al menos habremos aprendido algo. Palabras que consuelan, pero mienten. En verdad no hemos retenido nada: nuestros errores, decepciones, faltas, etc, no tienen ni dignidad ni significado, sólo son cenizas o lágrimas y lamentos. Es tan doloroso aceptarlo que preferimos buscarle un sentido a lo que no lo tiene. Nuestros fracasos no nos van a decir nada, sólo van a hacernos sufrir. No salimos de ellos más fuertes, sino sencillamente vivos. Pero claro, nos negamos a admitir que nuestra existencia contiene acontecimientos o actos estériles, experiencias que no sirven para nada.De escuchar a Shopenhauer, este adorable pesimista, la única verdadera esperanza que podemos sacar de la vida es que fracaso y sufrimiento son reales mientras que la felicidad y el consuelo son ilusorios. Si su enseñanza tiene sus adeptos, es porque si dejamos de buscar la felicidad y el placer a toda costa, nos preocuparemos sólo por escapar del dolor y del sufrimiento. Y en este caso, huir del sufrimiento, evitarlo, sería lo que me haría más fuerte, y no la experiencia malograda.
Porque ya se sabe, el hombre es el único animal, que tropieza dos veces en la misma piedra… je, je, je.Foto, EM, série Javier "J,comme juillet" Paris,2013.