Pat hablaba de democracia y legalidad y Ana de tolerancia y todos esos conceptos quedan hoy diluidos con la decisión tomada por un Juez de Barcelona que, saltándose la investigación que hay en marcha del TSJC, ha ordenado detener a una docena de personas. Será legal, pero no me parece democrático, y mucho menos tolerante con el sentir de gran parte de la ciudadanía catalana.
Estoy de acuerdo con Pat en que la legalidad no convierte a las leyes en justas o éticamente admisibles per se, todos conocemos normas que en su momento fueron legales y que eran completamente injustas o discriminatorias para un importante sector de la población. Lo ideal es cambiarlas por consenso, mediante nuestros representantes elegidos en las urnas, pero cuando determinados intereses partidistas, económicos, electorales o de cualquier otro tipo lo hacen imposible o demasiado lento soy partidaria de la desobediencia civil. Algo bastante difícil de conseguir en estos tiempos tan desencantados e individualistas.
Por eso, y desde mi más sentido punto de vista no-nacionalista (ni español, ni catalán, ni valenciano, y últimamente con su política hacía los refugiados me da un poquito de vergüenza hasta ser europea) creo que los catalanes tienen derecho a realizar una consulta/referéndum/votación o como lo quieran llamar para saber que opina la mayoría de la población catalana. Si Canadá lo pudo hacer de manera civilizada en Quebec porque nosotros no. Y me parece una tontería que digan que eso lo tenemos que votar todos, tampoco me han consultado si estoy de acuerdo en acabar con los toros en las fiestas de Paterna, y no me enfado por ello. Eso si, debería ser una consulta tras una campaña informativa donde se informara con objetividad de los pros y los contras, para que opinaran con la cabeza y no solo con las tripas o el corazón.
Hoy las imágenes de los diputados de los partidos catalanes abandonando el Congreso mientras el Gobierno y afines defendían la legalidad me producía una profunda tristeza, la manipulación interesada que se está haciendo de este conflicto es vergonzosa. Mientras algunos se llenan la boca con palabras como democracia, constitución y unidad, se olvidan de aquellas conversaciones que demostraron el uso partidista del Ministerio del Interior durante el mandato de Fernández Díaz para incriminar a los independentistas catalanes y perjudicar el proceso.
Con este enrocamiento por ambas partas lo único que están consiguiendo además de crispación es que crezca el número de cabreados y de independentistas. Unos tendrán sus razones nacionalistas, pero seguro que cada vez hay más que no es que quieran separarse del estado central sino del Gobierno actual, y es una pena que por falta de diálogo se llegue a este punto pre divorcio, cuando ya solo una pareja puede hablar por medio de sus abogados.
Y lo peor es que viendo determinadas actitudes políticas a mí también me dan ganas de independizarme. A Invernalia.