"A veces uno nace en un país por una circunstancia,
pero uno elige un país, decide quedarse en un país porque ama."
Lejos de ser una urbe cosmopolita, Bariloche recibe una gran cantidad de migrantes (yo, por ejemplo) que llegan de distintos lugares y por distintos motivos a quedarse en esta ciudad. El censo 2010 dice que viven acá 133.500 personas y que 11.761 son extranjeros.
No parece un número muy alto. Pero lo cierto es que menos del 10% de la población, alcanza para trazar una raya y poner de un lado un "nosotros" y del otro lado un "los otros".
Esa raya no es un invento barilochense. Donde yo nací era la vía del tren la que nos dividía: Estábamos nosotros y "los del otro lado de la vía". Con los años fui conociendo gente que, para dejarme claro de que lado estaba, me mostró otras fronteras y me explicó de su importancia: una avenida, un río, una ruta, un canal, el carnet de un club, una marca de zapatillas, un apellido, un electrodoméstico, un lugar de vacaciones o una manera de hablar.
Ver esas fronteras ajenas sirve para hacer algo con las propias: identificarlas, desnaturalizarlas, poder cuestionarlas, tratar de desarmarlas. Y sobre todo sirve para aprender a ponerse en el pellejo del otro.
En estas cosas pensaba después de ver el video que hicieron, otra barilochense por opción, Lorena Roncarolo del INADI de Río Negro y el equipo del Centro de Producción de Contenidos Audiovisuales de la Universidad de Río Negro sobre la inmigración en Bariloche.