Hoy os dejo un vídeo con la lectura para escuchar, no se caracteriza por su buena calidad de audio, porque mis recursos en Salamanca son limitados, por eso os recomiendo auriculares o altavoces altos y un ambiente solitario y silencioso. ¡Espero que os guste!
Te conocí aquella mañana de octubre cuando ya no permanecía en ti atisbo alguno de fortaleza. Llegaste con esos ojos plomizos inundados en una extenuación que ya se había asentado en ellos de por vida. Con los labios agrietados por las gélidas palabras que tuviste que pronunciar. Con aquellas manos amoratadas por los golpes que te viste obligado a propinar… Con un millón de esperanzas desvanecidas, con tus expectativas rotas en mil añicos inútilmente recuperables… Con aquella sonrisa lánguida y forzada que se había colocado estratégicamente en tu rostro como cosida por mil agujas de acero y un puñal de cartón… Te vi, te vi, te vi mil veces. Te miré, te observé. Me gustaba contemplarte más allá de lo que cualquiera que permaneciera en aquella sala pudiera llegar a hacerlo. Porque todos veían tus agallas, tu osadía. E incluso, tu arrogancia. Una arrogancia defensiva que te proporcionaba un vínculo sombrío de protección contigo mismo. Ellos te miraban, pero no te veían. Ellos te oían, pero no te escuchaban. Te tocaban, pero no te sentían. ¿Dónde quedaste? No hace mucho alguien preguntó qué es la frustración, y si tenía algo que ver con la impotencia… Tú sabes muy bien lo que es impotencia… Impotencia es un querer y no poder. Es una sonrisa atascada en mitad del camino. Es un corazón restringido por un cerebro locuaz que no descansa. Es el irremediable sufrimiento por otorgar todo lo que posees y no recibir siquiera una cálida mirada que acompañe tu intrínseca soledad. Son uno y mil impulsos reprimidos por algo que no puedes controlar. Es una carencia de autoconocimiento personal. Es un abrazo mal sentido, un gesto equivocado que te impide llevar a cabo eso que deseas realmente. Es un sentimiento. Un sentimiento que se apodera de tu alma y la aniquila sin tregua. Son puñados de suspiros que te ahogan, te absorben, te maltratan… Es la respiración que destroza tus pulmones y colapsa tus vías. Es el sentimiento agazapado, la emoción encogida sustituida por un silencio sepulcral que te atormenta y te va inundando poco a poco… Hasta que desfalleces. Es entonces cuando la melancolía y el fracaso por no poder dominar tus propios impulsos ni ser capaz de hacer eso que tan ligeramente proclamaba aquel libro de autoayuda se traduce en una frustración acompasada a la pasada impotencia. ¿Qué es frustración? Frustración es comprobar cómo a cada minuto se te escapa ese puñado de ilusiones en el que habías puesto tus mejores esperanzas, esas vagabundas que te quedaban en tu proscrito corazón como piezas desencajadas… Frustración es el desengaño cotidiano de la vida, la mezquindad de las historias bonitas, el desasosiego de los genios, la indiferencia acomodada con los años en el espíritu del experimentado… Un vídeo me mostró lo que es la frustración oculta bajo un manto de ironía ácida que intenta desesperadamente y sin resultado endulzar el sabor insípido de determinados momentos… Y digo determinados porque el truco está en no ser dominado por ninguna de estas emociones. El ser humano las genera y se sitúa en aquella delgada línea que separa el éxito del fracaso, realizando malabarismos emocionales que diviertan al público aburrido de historias felices y risueñas, ávido de situaciones morbosas y desencuentros íntimos que les lleven a pensar que su vida no tiene por qué ser la más desgraciada, que hay otros que pueden estar peor. Curioso modo de masoquismo y compasión. Curioso método de autorelajación. Pero quién sabe, puede que todo esto no sea más que una divagación más que permanezca suspensa en el aire hasta que alguien esté dispuesto a atraparla… Quién sabe… Al fin y al cabo, no sé qué es la frustración. No sé qué es la impotencia. Y al fin y al cabo, no te conozco…
Ana Esther