Hoy es un día de esos amargos. Muy amargo. Llevo rumiando una tarde, media noche y todo el día una larga lista de sentimientos que no sabía cómo encajar en un post. Sí, ahora mismo estoy amargada. Ahora que nadie lee, ¿por qué no ponerlo todo con pelos y señales?
La tarde-noche de ayer seguí con mis investigaciones y mis lecturas sobre el panorama literario actual (poético en particular). Primero apareció la angustia. Joder, cuánta gente nueva. Después fue dando paso a un sentimiento de frustración. Y luego de ira. Joder, por qué he perdido el tiempo estos años. Y luego de frustración otra vez. Coño, soy una desconocida, no puedo hacer nada a estas alturas. Y por último, la amargura. Nada a estas alturas, ojalá hubiera estado 10 años más tarde.
Todo sentimiento de estas características, expresado en voz alta, es interpretado por los críticos rápidamente como una castiza envidia españolailo, el que otros autores "triunfen" (o vendan, o sean conocidos) y tú no. Y no es eso. No tengo envidia de que este o aquella publiquen ni aparezcan en recitales enseñando sus carnes magras. Es pena, por mí, por haber perdido el tiempo. Pena por mí, que quizás no tienen ningún valor mis versos, pero no sé hacerlos de otra manera. Tan metida he estado en mi burbuja que he conseguido pasar desapercibida, suponiendo que no valen porque no han recibido premio literario alguno, pero sin recibir nunca la opinión de un verdadero editor.
Siento furia también por algunas barbaridades que los medios ventean alegremente, porque son mentira. Como el hecho de los nativos digitales y la actividad bloguera. Parece que antes de la web 2.0, cuando ni los propios medios existían al nivel de ahora, no había nadie. El ser "nativo digital" parece un plus que aglutina a una supuesta generación, vistiéndola de un aura mágica que no sé de dónde se la sacan.
En este punto quiero explayarme. Me considero una nativa digital, de 1ª generación, que ha continuado en la 2ª desenvolviéndose con gracia.
De forma muy generalizada (dejando cosas atrás, lo sé, pero si no, podemos llegar al infinito) hay 2 oleadas digitales.
A la 1ª oleada digital pertenecemos los que tuvimos informática por primera vez como asignatura bien integrada en el programa lectivo. Los que aprendimos a hacer páginas html desde la nada, usando css.
En esta oleada estaba de moda hacerte tu propia página web. Triunfó el servicio gratuito geocities, de Yahoo. En esta plataforma, además de las webs para clase, inauguré El Espíritu Escondido como espacio literario para ir colgando relatos y poemas.
También estaba en auge el chat irc - mirc32. De ahí saqué una pareja que no cuajó al final, otra que sí cuajó el tiempo de escribir unos diez poemas, un polvo decepcionante con un antiguo pretendiente y una relación estable de las maravillosas estoesparasiempre hasta que el siempre se terminó.
El MSN de Hotmail también era un sistema dominante de comunicación en tiempo real.
Y los foros php, en plantillas estándar. Si lo diseñabas tú, ya era la leche. En ese tiempo embrionario, pertenecí a un magnífico portal php, creado hasta la última línea por un informático diseñador y poeta joven, en el que se podían subir textos, recibir críticas y un sistema de puntos para los mejores textos según los lectores, aparte de la actividad de mensajes propios de un foro.
Las comunidades de MSN también causaron furor, en directa competencia con las comunidades Yahoo (personalmente, prefería las de MSN, fui administradora de unas cuantas y participante de un centenar).
Las comunidades MSN (cerradas en 2009) ofrecían una sencilla plataforma mezcla de web-foro: eran un foro donde interactuaban los participantes, y permitía agregar páginas con amplio contenido de información, todo integrado en la misma interfaz de modo visual. Las comunidades de Yahoo tenían (tienen) un aspecto menos visual y permiten subir documentos en el mismo servidor.
A esas alturas ya empecé a cagarla. Las comunidades MSN que ocupaban mi espacio no tenían que ver con la literatura, sino con mitología comparada. Y me lancé como webmaster de una página sobre esa temática, que sobrevivió entre 2004-2006. Copiada, citada, linkada y de repente, plagiada hasta el vómito. Plagiada porque no se molestaban en citar un enlace a la fuente original de los artículos.
De esta cagada generalizada se salva exclusivamente el brillo espectacular del destino para presentarme a la persona correcta, mi amor hoy, mientras discutíamos sobre administración de foros.
Hay que decir que en toda esta oleada, la norma era el nick. Es decir, seudónimos. Personalidades en la red.
La 2ª oleada digital tuvo un previo con los fotologs y la aparición de las bitácoras que ahora todos preferimos llamar blogs. En 2007 estaban plenamente de moda, si no tienes un blog no eres nada, aunque habían aparecido con anterioridad. Es en 2007 cuando cerré la web y lo convertí en blog, un formato mucho más agradable porque el diseño ya estaba todo hecho en plantillas con todos los complementos. El blog tuvo su éxito importante, llegando a cogerse parráfos completos que alguien, no sé quién, metió en la Wikipedia y de ahí se copiaron literalmente a una publicación en papel. Ver mis propias frases escritas, con los dejes característicos que conozco, firmado por otra persona, fue bastante... no sé qué adjetivo poner.
La 2ª oleada se ha completado con el triunfo de Twitter y Facebook, y el contacto directo de personas normales con famosos, empresas y medios. La tónica ahora, aunque siguen existiendo los nicks y las personalidades, es mostrarse de manera impúdica con nombre, apellidos y fotos reales.
Visto todo lo anterior, me produce mucho asco de mí misma el haber perdido tantas horas (que se pueden acumular hasta sumar años) pensando, escribiendo y diseñando un material que era secundario; una actividad de escritura tan intensa, con participación en tantos sitios, destinada a tapar la furiosa necesidad de escritura a secas. Que no me vengan a hablar de nativos digitales blogueros ni de intensa actividad en la red de los nuevos autores, que les meto un tenedor en todo el puerto USB más cercano. Por no decir que me cago en sus muertos.
El otro gran dolor que corroe mi alma es solventar una paradoja que arrastro desde hace años: ¿merecen la pena mis versos aunque no ganen concursos literarios? ¿o no ganan concursos literarios porque no merecen la pena? Tengo muy presente que la solución es sencilla: mi poesía tiene una calidad nula y por eso no ha llegado a ningún sitio. También está muy claro que cualquiera de los poetas jóvenes o no tanto que aparecen en el panorama tienen el punto de partida en algún concurso ganado (incluso certámenes en las mismas ediciones que participé).
La primera conclusión desde que soy pequeña es que mis poemas son mierda que sólo me gusta a mí. A veces ni eso, hay algunos que odio y da igual que trabaje sobre ellos y los cambie por completo, siguen estando mal.
Esto me ha provocado un sentimiento de inferioridad tremendo, y estar cansada de la vida ya con unos 15 años. Patético todo. O enfermedad mental. Pero no puedo separar literatura de la vida. No sé cómo lo harán los demás ni cómo lo han hecho los grandes del pasado, pero el proceso íntimo ha sido siempre el mismo:
- Aparece una frase o un par de ellas de la nada y me atraviesa el cerebro.
- Me paro medio segundo. La frase me trae las imágenes mentales de un sentimiento, un estado mental o una situación. Que puede ser real (me ha sucedido tal cual, es un recuerdo) o imaginada (no ha pasado, pero todo el mundo sabe cómo se experimenta el amor, el miedo, etc.)
- Escribo el poema describiendo lo que veo mentalmente.
- Todos los poemas, sin excepción, son una descripción literal de lo evocado. Algunos poemas son realmente crudos por brutotes: cuentan algo que me ha sucedido, reproduzco palabras literales, menciono sitios y códigos concretos. Son crudos para mí porque sé de lo que estoy hablando. El poema cuenta por ejemplo sobre el acto de echar una carta al buzón y estoy viendo mentalmente cómo eché la carta al buzón el otro día. A veces de forma muy adornada, con "lenguaje poético", florecillias y demás.
- Otros poemas son justo lo contrario de lo anterior: cortantes, nada de empalago ni "lenguaje poético". Y son los peores, los que me duelen. Porque donde el poema dice, o el lector claramente interpreta, que estoy hablando de echar una carta al buzón, en realidad estoy describiendo con pelos y señales cómo envié el otro día un e-mail muy importante.
- Una vez escrito, lo leo. Releo. Pongo coma aquí. Junto este verso. El otro lo separo. Dejo reposar. Vuelvo a leerlo en un rato. Quito una coma. Vuelvo a ponerla. Ahora no me gusta nada de nada. Vuelvo a escribirlo. Reposa. Vuelvo a leerlo y lo dejo como estaba. Etcétera, etcétera, hasta que al poema le da la gana parar.
Siento no poner ejemplos, no es plan de hacerme comentario de texto.
Pero, ¿véis dónde está el problema? ¿Lo véis?
Ya.
No es ese, no. Antes de decidirme a escribir poesía, me he hartado de leer clásicos, escribir estructura clásica, alejandrinos, sonetos... Pero cuando empecé a escribir poesía por mi cuenta, apareció esta forma de trabajo sin poder remediarla.
¿Véis dónde está el problema ahora? Que desde el principio es así. Si os habéis leído mi bio auténtica sabéis cuándo empecé a escribir. No había vivido ni la mitad que ahora. Las imágenes eran igual de potentes. Los poemas de entonces se diferencian poco de los de ahora en lo que cuentan.
Y en aquel entonces, no tenía las imágenes ni vivencias de ahora para poder recordarlas.
Eso asusta. Y mucho. Por lo menos, a mí con 12 años me asustó un huevo.
¿Cómo puedo medir esto con el juicio de un jurado, la publicación o no en papel o la fama de un autor? Son sistemas de medición muy diferentes. No hay envidia. Sólo hay pena.
No podría estar obsesionada con hacer puzzles, no. Tenía que ser la literatura. Gñññ.