
El ruido del silencio despertó mis sentidos. Tras unos instantes de desconcierto intenté desentumecer los huesos. No podía moverme, apenas respirar. Algo me aprisionaba. Llené los pulmones de aire y traté de gritar con todas mis fuerzas. Solo conseguí escuchar mi alarido apagado por mil almohadas. De repente, todo se volvió fuego.
Texto: Luis Villar.
