Bajo una acacia esperaba pacientemente, oculta tras unas gafas de sol, girando su muñeca al sentido de las agujas del reloj.
-¿Me esperabas?, dijo él.
-No... pero llegas justo a tiempo, respondió ella.
Hizo una bolita con el tique sancionador y se la puso en la mano.
Nunca llegaría a ver que, al reverso, ella había escrito su número de teléfono.
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