Florece el ciruelo salpicando mi patio de flores blancas.
Flores y mariposas blancas
Bendiciendo este patio que parecía arruinado.
Si había una última esperanza
Hoy se multiplica.
Si no quedaba ninguna,
Nace hoy
En la punta de la rama que vive.
El otoño no trajo más
Que un ventarrón que despejó la pista,
Y el estallido breve de amarillos emulando al sol;
Un sol terrestre, crujiente y arrugado.
Ahora el invierno está terminando de sepultar
Al eco de los pasos erráticos,
A los besos con la boca cerrada,
A la tentativa de homicidio
De mensajes sin interlocutor,
Junto con la falta de amor y correspondencia.
Es el pasado que muere.
Entierro tu carta bajo el ciruelo,
Improviso un proyecto de balsa,
Y sobre ésta,
Que se recueste este frío
Que fue demoledor e inamovible,
Que arda bajo las llamas
Del fuego que prenderé
Con las ramas resecas de la poda.
La dejaré ir navegando con esta brisa semi tibia
En un espejo de cielo celeste e inmenso.
A este invierno de la hostia
Que le venga un funeral vikingo padre;
Y que no vuelva nunca más.
Patricia Lohin