Estoy convirtiéndome en un viejo llorón
Al parecer mi salida del teatro del mundo será entre lágrimas, como en una ópera—pongamos que
barroca por meras preferencias estéticas
Leyendo lloro por los huérfanos
En los audífonos lloro con los Ángeles Negros, no se puede continuar
En el cine porno entro a llorar por las formas humanas: el ano, el clítoris, los testículos
La poesía, como es obvio, me hace llorar a carcajadas
Fusilaría a los hermanos Coen (los cineastas)
Su idiota ironía y sus inútiles (perdón, Jeff Bridges)
El padre enfermo de Alzheimer caga delante del hijo—secuencia que resume todo su cine
desgraciado
Cualquier posmo de mierda provinciano troskobudista
Encontraría peliaguda esa secuencia
La secular ausencia de un cine democrático
Conforme el tiempo pasa me voy convirtiendo en un viejo llorón
De la coyuntura nicaragüense puedo decir que hoy veo con mucha más sorna a la clase media
ah peregrina ah perseguida ah lameculista
y que se me hacen más nítidos los violentos linderos de clase que caracterizan a esa sociedad.
A la vez percibo que me he quedado por fuera de cualquier lógica nacional la que, en el caso de
Nicaragua, pasa por estar afiliado a alguna Personalidad
La vida cultural de Nicaragua en los 90s era aburrida. Tres celebridades—Sergio Ramírez, Gioconda
Belli y Ernesto Cardenal—se comportaban como las Tres Divinas Personas. Cardenal, el mejor de
los tres, al menos tuvo la decencia de declararse chavista. Era lo correcto dada la coyuntura
En cierto sentido preferiría ser una viejo pedorro como Vargas Llosa o Sergio Ramírez
Viejos pedorros pero burgueses
Y no un viejo llorón que vive de su salario