Revista Literatura

Fútbol para todos, Alicia Sabella

Publicado el 31 octubre 2011 por Adriagrelo

   Cuando la hija llegó a la casa con aquel bebé debilucho y esmirriado, a la Chola se le apretujó elcorazón. Lo puso en sus brazos y le pidió que lo criara.A fuerza de leche, tapioca y cariño hizo de él un buen chico. Sinembargo, díscolo por naturaleza, no quería ir a la escuela y pasaba todo el díaen el potrero gastando zapatillas con la pelota.Una tarde le dijo que se iba, a la abuela le temblaron las piernas¿Adónde? Le gritó. El joven, parco, huidizo, le contestó que el club lo habíacontratado. No satisfecha insistió,¿De qué vas a vivir? Desde la puerta lerespondió. Del fútbol.    La Chola ya conocía la soledad, viene con unacongoja que se instala en el pecho y silencios inagotables, lo había aprendidocon cada ausencia.      Mientras freía las últimas empanadas, miró el cielo, amanecía y eradomingo y los domingos acentúan su presencia con colores propios. Terminó depreparar las canastas y esperó que el vecino pasara con la camioneta y lallevara a la cancha.La hinchada, nerviosa, esperaba para entrar. La inmovilidad forzadairritaba a los muchachos y las expectativas les despertaban hambre, entonceslos bolsillos de la Cholase llenaban y las canastas quedaban vacías.      Una vez que el estadio se tragaba a lamuchedumbre, las calles dormían la siesta arropadas por la basura. Ella nuncaentendió el fútbol, cuando escuchaba los rumores, los cánticos y los silbidosintuía, desde afuera lo que pasaba adentro. Si el clamor subía al cielo, no lecabían dudas que su nieto avanzaba con la pelota y luego un espacio desilencio, apenas perceptible, como si nadie respirara, después los gritos loempujaban al área, el gol reventaba las gargantas y la alegría hacía temblarlas tribunas. Le hubiera gustado ver al muchacho,verlo de verdad no como en las revistas o en los diarios, sentarse cerca,abrazarlo, contarle todo lo que había aprendido y que ella también vivía delfútbol.             
  

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