Revista Literatura

Futuro felino

Publicado el 01 agosto 2011 por Netomancia @netomancia
Fernando Silva amaba a su gato, pero la madrugada del primer día del año lo sacrificó bajo el árbol de navidad, en una escena espantosa, que hizo llorar a sus cuatro hijos pequeños. Estela, su mujer, sin embargo, no lo regañó. Al contrario, ayudó a limpiar y pedirle calma a los niños.
Su vecino, Alfredo Cañuelas, mató a su gata Amanda y cinco crías, dadas a luz apenas una semana antes, arrojándolas al incinerador. No derramó ni una sola lágrima.
Historias similares se dieron en toda la calle y con seguridad en las manzanas lindantes, en la ciudad misma, el país y el mundo. Y así y todo, aquello no fue suficiente. Al enfumarse la noche, en un comienzo de año signado por la muerte y marchito de esperanza, el sol trajo la desesperación.
Por todas partes, disfrutando la claridad del día, miles de felinos patrullaban pueblos y ciudades, maullando de tal forma que a cualquier persona se le erizaba la piel. La gente se preguntaba cómo podía ser, cómo a pesar de todo, muchas personas no habían accedido al sacrificio
Ahora era tarde. Y aquel maullido, proveniente del mismísimo infierno, lo dejaba asentado.
Fernando Silva corría por un callejón esa misma noche, acarreando como podía junto a su mujer a dos de sus hijos. Los que quedaban vivos. Huían sin mirar hacia atrás, sabiendo que en cualquier momento un zarpazo los mataría. Como a tantos durante el interminable día, como a la humanidad toda con el correr de las semanas, ya sea en esa calle, en la ciudad, en el país o en el mundo entero.

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