Ilustración online de Tina Paterson
El futuro es oscuro, es camino y carretera: es road movie. Existe el futuro individual y colectivo como si de un derecho se tratase pero lo consumimos como un deber: el de mantenernos vivos a cualquier precio. ¿Por qué hemos dejado de abonar el futuro como cultivo de sueños? El futuro es silencio y existencia condicional. Los griegos caminaban mirando atrás: ¿quién somos?, ¿de dónde venimos? El negocio comenzó a pensar hacia delante cuando se preguntaron: ¿hacia dónde vamos? Los adeptos lo apellidaron dioses y los revolucionarios utopías.
En el cine primero fueron las películas mudas en blanco y negro, más tarde apareció el color y el sonido. Actualmente la digitalización y el 3D. El predictor dicen que llegará a televisión la realidad virtual sin tiempo suficiente para asumirla. Entonces la vida se apropiará de uno y empezaremos a jugar con la muerte.
El futuro es anhelo, consumo y moda. El futuro no sólo es cambio climático, 11-S, terremotos en Haití o 2012: el futuro como el mito prometeico es destrucción creada por el hombre. El futuro es carrera de relevos, metafísica robótica y mística cuántica. Es una pesadilla universal, un temor temido y temible por ser solitario, a la vez que, infantil y humano. El futuro también es nini: ni salir de la crisis ni del paro. Quizá eso sea esperanzador, yo todavía no lo veo.
Vivimos deprisa, corriendo, sin masticar, y seguimos viajando en aviones de hace décadas. Comemos plástico, fumamos mierda y bebemos burbujas. Mantenemos el ahora en un presente continuo sin capacidad de sorpresa y destruimos el paso del tiempo. Entonces cuando todo desvanezca, mi futuro será la nada y como dice un amigo-humorista en los créditos de mi película aparecerán los personajes de la tragicomedia y en iluminación Fecsa-Endesa.