
La carreta traquetea por los adoquines proporcionando ciertas cosquillas sobre las posaderas del nieto. Cosquillas tan agradables como puntiagudos alfileres punzando cada rincón de sus nalgas. Aun así ríe; no dejan de ser cosquillas.
—Mierda… —dice de pronto el abuelo.
El nieto le mira con un amago de duda.
—¿Pasa algo?
Su abuelo contesta señalando al frente, donde el puente de Argot remarca la salida de la eminente ciudad y donde un par de guardias aguardan negándoles el paso. Por eso eso de «mierda», supone el nieto.
—¡Alto! —dice un guardia—. Aparque, baje y enséñeme los papiros.
El abuelo maldice, se masajea las sienes y mira hacia atrás, hacia el cargamento.
—¿Ocurre algo? —titubea el nieto.
El abuelo suspira, se le acerca y le susurra:
—Cuando te dé la orden arranca. Y da igual que yo haya regresado o no… El cargamento debe de llegar a Tínterhon sí o sí antes de que den las uvas.
—¿Cómo? —contesta el nieto, pero el abuelo no dice nada, solo se baja, se mete la mano por dentro del pantalón y va hacia los guardias.
El nieto no entiende nada. Solo tiene ojos para a su abuelo que trompica lentamente al encuentro con los guardias, mano aún dentro del pantalón y ronroneando unas palabras. Demasiado audible es ese ronroneo, como si tuviera una fuerza mágica implícita. ¿Qué ocurre? ¿Por qué se ha alterado tanto el abuelo? ¿Están haciendo algo ilegal? Mira hacia la carga, hacia esas cajas, aunque no sabe ni qué transportan. Unos manuscritos para una gala o algo así. Lo único que sabe es lo que su abuelo le ha dicho esta mañana: «Tenemos un largo, emocionante y peligrosísimo viaje por delante». Pero ¿dónde? ¿Y qué señal? Él no sabe dónde está Tínterhon, mucho menos cómo llegar. ¿En serio todo esto es tan grave?
Su abuelo llega donde los guardias. Les dice algo mientras se gira y señala el carromato. Aún lleva la mano entre los pantalones. Su expresión es seria. Más bien su boca, parece un poco torcida. Demasiado. Incluso comienza a temblar. O no. No es la boca lo que tiembla. Es todo él. El aire que lo rodea, mejor dicho. Como si una especie de humo caliente estuviera emanando de su abuelo. ¿Es esa la señal que le ha dicho? No puede ser. Eso no es una señal. Eso es…
Cierra los ojos y aferra las bridas. Esto no puede estar pasando. La situación es cada vez más tensa. Siente al asno a través de las bridas. Siente sus mismas palpitaciones a través del fuerte amarre. Siente el aire viciarse. Como si ahora el humo ese que rodeaba a su abuelo lo estuviera atrapando a él. Una tensión asfixiante. De hecho, le cuesta respirar; ha de hacer un enorme esfuerzo para tratar de arrancar algo de esa densa atmósfera. No va a aguantar mucho en este estado. Parece que incluso va a desmayarse.
—¡Vamos pues! —oye a su lado.
Es su abuelo. Ha subido a la carreta, no sabe cómo le ha arrebatado las bridas y el carromato ha emprendido la marcha. El ambiente vuelve a ser normal, nada de humos calientes o atmósferas corrosivas; como si todo hubiera sido fruto de una tensión nacida de él mismo. A un costado, dejan a los guardias. Estos están de espaldas a ellos, cabeza gacha y mirándose las manos. O eso parece adivinar el nieto.
—¿Qué ha ocurrido? —le pregunta a su abuelo.
Él ríe.
—Nada, nada… Las ciudades se están volviendo en una locura. Solo eso.
—¿Solo eso? —se gira y mira a los guardias, siguen de espaldas mirándose las manos, como hechizados por algo—. Pero ¿qué les has hecho?
El abuelo vuelve a reír, mirada al frente.
—¿Eso? Solo un pequeño truco.
—¿Truco? ¿Eres un mago o qué?
Entonces le mira. Sigue riendo. La carreta atraviesa el puente y emboca camino abajo.
—¿Sabes? —dice de pronto el abuelo—. Hace mucho tiempo, casi cuando la tierra dejó de ser una esfera, la totalidad de la humanidad estaba compuesta por cinco clanes. Y su existencia estaba supeditada a la magia.
»Cada clan poseía un objeto mágico: una ánfora de agua perpetua, un arcón con patas repleto de comida que nunca se vaciaba, una oveja parlanchina cuya lana no terminaba, un árbol seco de ramas anchas, largas e infinitas y un candil de aceite sin fin.
»Todos los meses, los jefes realizaban el Trueque, un ritual donde intercambiaban recursos. La vida era apacible, sin pretensiones, con pocas motivaciones, pero tranquila. Sin embargo, un día, durante un Trueque mensual, apareció una lujosa caravana venida de detrás del horizonte. De ella salió un hombre, un turista, el primer turista de la humanidad. Se presentó como Fortunato y, para sorpresa de los líderes de los cinco clanes, pidió entrar en los trueques.
»Los jefes primero se rieron. ¿Un turista?, decían, ¿qué puede ofrecernos que no tengamos? Entonces, Fortunato les dijo que poseía un objeto que proporcionaba un recurso superior a cualquiera de los suyos: poder.
»¿Poder? Eso era nuevo. Así que todos accedieron a que entrara en el Trueque y, a cambio de sus respectivas materias primas, recibieron una bolsa llena de unas partículas brillantes. Algo nada especial. Solo unos pequeños retículos sin utilidad. O eso pensaron, pero entonces advirtieron que al jefe del clan del agua le había tocado una cantidad mucho menor.
»En ese momento, empezaron a experimentar la sensación de poder.
»La noticia corrió como la espuma por todos los clanes. Al parecer, el agua era el recurso menos valioso, había obtenido menos poder, y, por tanto, el clan del agua se había estado aprovechando del resto. Y eso era algo que debería tener represalias. Las cuales se quisieron tratar en el siguiente ritual de trueques.
»El ritual se antojaba movidito. Al clan del agua iba le a tocar menos recursos. El jefe de dicho clan estaba colérico. ¿Por qué su materia prima iba a valer menos? ¿Quién dictaba el valor de las cosas? ¿Qué se pensaba ese tal Fortunato? Pero nadie le hacía caso. Todos estaban contentos al saberse por encima. Entonces, al ver que se iba a quedar atrás, el jefe del clan del agua propuso algo inusual: intercambiar su objeto por el de Fortunato.
»Al oír aquello, los otros, alarmados, pues no querían ver el nuevo recurso en manos ajenas, reaccionaron igualmente. Pero Fortunato les dijo que eso era imposible; su objeto no era algo concreto con lo que poder comerciar. Aun así, propuso que si le entregaban sus objetos él, cada mes, les daría a cambio tal cantidad de su recurso que les otorgaría un poder superior a la infinidad de los suyos.
»¿Dar sus objetos a cambio de una promesa? Cuatro de ellos se negaron. Uno, el del agua, cegado por su condición, aceptó, y eso desencadenó la aceptación del resto.
»Ese día organizaron una gran fiesta para festejar la nueva fortuna que poseían. Tenían un poder ilimitado, y cada mes obtendrían más. Sin embargo, al mes siguiente, cuando fueron a celebrar el ritual se dieron cuenta de que faltaba algo: Fortunato. El muy hijo de mil perras los había engañado, se había apropiado de los objetos y se había largado dejándolos solo con unos retales y sin nada con lo que poder subsistir.
»Los meses fueron pasando, y el hambre, el frío y la desazón fue apoderándose de ellos. Entonces, en medio de un nuevo ritual, Fortunato regresó. Todos se volvieron iracundos contra él. ¿Dónde estaba? ¿Por qué se había ido? ¿Los utilizó para engañarlos? Fortunato contestó que se calmaran, que él no vivía allí, que estaba de paso y que de tanto en tanto tenía que volver a su hogar para no perder la ciudadanía. Pero ellos le dijeron que no podía hacerlo, que debía quedarse. Eso es cambiar las reglas del trato, contestó Fortunato, así que les dijo que él accedería al cambio de trato proponiendo otro: se quedaría a vivir allí, sí, pero en cada ritual los jefes solo podrían intercambiar un recurso; o bien partículas de oro a cambio de nada, o bien las partículas que ya tuvieran a cambio de uno de los otros recursos básicos.
»Su situación era tan crítica que nadie se quejó por miedo a que Fortunato volviera a desaparecer y aceptaron el nuevo trato. Incluso se organizaron para un mayor reparto: cada mes un jefe adquiriría partículas, para no quedarse sin, y los otros cuatro uno de los cinco recursos en función de las necesidades del pueblo. Sin embargo, la maniobra no fue suficiente. Al poco agotaron sus partículas de fortuna. Entonces, tuvieron que empeñar sus pertenencias. Finalmente vendieron su vida para trabajar como esclavos.
»Al poco, los clanes se unificaron y la libertad de la humanidad quedó sometida a cambio de cualquiera de los seis recursos...
—¡Un momento! —interrumpe el nieto—, ¿seis?, pero ¿por qué seguir queriendo el recurso de Fortunato?
—¡Es el más valioso! —contesta el abuelo, metiéndose la mano por dentro del pantalón, sacando una bolsita tintineante y arrojándosela—. Fácil de transportar e intercambiar. ¿No crees?
El niño calla y, pensativo, mira el dinero.
—¿Esto fue lo que le diste a los guardias? ¿Así los «embrujaste»? ¿Sobornándolos? —El abuelo asiente—, ¿y esta es la mejor baza que tenemos para llevar los manuscritos a la gala de Tínterhon?
—Bueno, eso depende.
—¿Depende? ¿Depende de quién? ¿De Fortunato?
El abuelo ríe.
—Más o menos, aunque ahora se le conoce como Inflacionato.
GALA DE PREMIOS XLIX ED. EL COLOR DE LA MAGIA DE TERRY PRATCHETT
MENCIÓN HONORÍFICADEL PUESTO DÉCIMO AL CUARTO
El número que aparece entre paréntesis se corresponde al total de participantes que otorgaron la puntuación correspondiente.
10. Con 27, 56 votos tenemos un empate entre los relatos EL ALTAR, de CYNTHIA, y JENÍZER DU ZAPA, de JUAN. Han sido votado por 6 participantes que le han dado un total de 26 votos distribuidos de la siguiente manera: 7 ptos. (1), 6 ptos (0), 5 ptos. (2), 4 ptos. (1), 3 ptos. (1), 2 ptos. (1), 1 ptos. (0), para Cynthia y 7 ptos. (2), 6 ptos (0), 5 ptos. (1), 4 ptos. (0), 3 ptos. (1), 2 ptos. (2), 1 ptos. (0) para Juan.
9. Con 27,82 ptos. EL RUIDO DE FONDO, de PATXI. Ha sido votado por 7 participantes que le han dado un total de 26 votos distribuidos de la siguiente manera: 7 ptos. (0), 6 ptos (2), 5 ptos. (0), 4 ptos. (2), 3 ptos. (0), 2 ptos. (3), 1 ptos. (0)
8. Con 31.03 ptos. ESPEJITO, ESPEJITO…, ¿QUIÉN?, de MERCHE. Ha sido votado por 7 participantes que le han dado un total de 29 votos distribuidos de la siguiente manera: 7 ptos. (0), 6 ptos (0), 5 ptos. (4), 4 ptos. (2), 3 ptos. (0), 2 ptos. (0), 1 ptos. (1)
7. Con 34.88 ptos. ULVERNHORN, de EITÁN EL MAGO. Ha sido votado por 9 participantes que le han dado un total de 32 votos distribuidos de la siguiente manera: 7 ptos. (1), 6 ptos (1), 5 ptos. (1), 4 ptos. (1), 3 ptos. (1), 2 ptos. (3), 1 ptos. (1)
6. Con 39.6 ptos. MOLINOS GIGANTES, de GABILIANTE. Ha sido votado por 10 participantes que le han dado un total de 36 votos distribuidos de la siguiente manera: 7 ptos. (0), 6 ptos (2), 5 ptos. (1), 4 ptos. (1), 3 ptos. (4), 2 ptos. (1), 1 ptos. (1)
5. Con 40.33 ptos. TILDA Y EL MANUAL PARA CONQUISTAR EL UNIVERSO, de N. DE LA FLOR RUIZ. Ha sido votado por 9 participantes que le han dado un total de 37 votos distribuidos de la siguiente manera: 7 ptos. (3), 6 ptos (1), 5 ptos. (0), 4 ptos. (1), 3 ptos. (0), 2 ptos. (2), 1 ptos. (2)
4. Con 41.8 ptos. EL CORAZÓN DE LA MAGIA, de MARTA NAVARRO. Ha sido votado por 10 participantes que le han dado un total de 38 votos distribuidos de la siguiente manera: 7 ptos. (1), 6 ptos (1), 5 ptos. (2), 4 ptos. (2), 3 ptos. (1), 2 ptos. (1), 1 ptos. (2)
¡Y este es el PODIUM de ganadores!
Con 47.3 ptos, se lleva el TINTERO DE BRONCE el relato LA MAGIA DE LA FILOSOFÍA, escrito por TRUJAMÁN. Ha sido votado por 10 participantes que le han dado un total de 43 votos distribuidos de la siguiente manera: 7 ptos. (2), 6 ptos (1), 5 ptos. (1), 4 ptos. (3), 3 ptos. (1), 2 ptos. (1), 1 ptos. (1)

Enhorabuena MARLEN por este reconocimiento que conlleva, además de este diploma digital que puedes colgar en tu blog, la publicación en la antología anual de EL TINTERO DE ORO.
Con 56.61 ptos, se lleva el TINTERO DE PLATA el relato CINCO ENTES MÁGICOS Y UN LEPRECHAUN, escrito por BRUNO. Ha sido votado por 11 participantes que le han dado un total de 51 votos distribuidos de la siguiente manera: 7 ptos. (1), 6 ptos (5), 5 ptos. (0), 4 ptos. (2), 3 ptos. (0), 2 ptos. (3), 1 ptos. (0)

Enhorabuena BRUNO por este reconocimiento que conlleva, además de este diploma digital que puedes colgar en tu blog, la publicación en la antología anual de EL TINTERO DE ORO.
Y con 74.1 puntos, el TINTERO DE ORO de la 49ª Edición dedicada a EL COLOR DE LA MAGIA DE TERRY PRATCHETT corresponde al relato EL PRECIO DE LAS COSAS escrito por JORGE VALÍN. Ha sido votado por 14 participantes que le han dado un total de 65 votos distribuidos de la siguiente manera: 7 ptos. (5), 6 ptos (2), 5 ptos. (1), 4 ptos. (1), 3 ptos. (2), 2 ptos. (0), 1 ptos. (3)

Enhorabuena JORGE por este reconocimiento que conlleva, además de este diploma digital que puedes colgar en tu blog, la publicación en la antología anual de EL TINTERO DE ORO.
Y con esto despedimos el certamen dedicado a El color de la magia de Terry Pratchett. Gracias a todos los que lo habéis hecho posible con vuestras lecturas y, por supuesto, a todos los autores que habéis regalado vuestro talento e imaginación a esta iniciativa.
Podéis disfrutar de todos los relatos, tanto de los que participaron en la modalidad de concurso como fuera de él, además de la reseña de Marta Navarro pinchando aquí.
Como apunte adicional, comentaros que la antología de relatos de la edición pasada será presentada a principios de enero, haremos una entrada para que todos estéis bien informados.
Y para despedirnos, desde aquí, el equipo de El Tintero de oro os desea que hayáis tenido unas buenas fiestas y os desea un feliz, próspero y mágico año nuevo.
¡Saludos, Tinteros!
