Revista Literatura

Gala de premios xi edición: viaje al centro de la tierra

Publicado el 09 agosto 2019 por David Rubio Sánchez
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   Imaginad el tic tac de un reloj en el silencio de una casa a las tres de la madrugada. Ahora, acompañadlo con el rítmico estruendo de los tambores de una cofradía de Calanda; y, sin miedo a la exageración, añadid el estrépito de los cañonazos de un regimiento de artillería.
    ¿Ya?
  Pues ahora podéis haceros una idea de cómo resuenan los latidos de nuestros corazones mientras recuperamos la calma en una campiña de Estrómboli, esa pequeña isla italiana de cuyo volcán salimos despedidos a través de una de sus chimeneas. Todavía humean los vapores que nos arrancaron de las entrañas de la tierra. Desde luego es un espectáculo digno de verse a la sombra de los olivos, granados y viñas.

GALA DE PREMIOS XI EDICIÓN: VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA

¿Podéis vernos en la bella Estrómboli?

   Nuestros guías de viaje están cada uno a lo suyo: el profesor Lidenbrock contempla el Etna en el horizonte; Axel ¡cuánta hambre tiene este muchacho! comienza a dar cuenta de las granadas; y, Hans ¡cuántos cielos se habrá ganado en esta aventura! observa los restos de las almadías con las que navegamos, y salimos, del centro de nuestro amado planeta.
   Así que mientras nos recuperamos, os pido paciencia y generosidad para posponer unos instantes nuestra Gala de Premios, a cambio os ofrezco el relato de los hechos que nos llevaron de la casa del profesor Lidenbrock, en Hamburgo, hasta esta bella isla volcánica.
GALA DE PREMIOS XI EDICIÓN: VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA

    Cargados con nuestros relatos llegamos a Reikiavik, donde habíamos quedado en reunirnos con el profesor y Axel en la casa del catedrático de Ciencias Naturales Fridriksen. Desde luego no habían el perdido tiempo a juzgar por todo el equipaje que encontramos dispuesto en el porche. También conocimos a Hans, el guía que nos acompañaría tanto en nuestro trayecto hasta el Sneffels como en nuestra incursión bajo la Tierra.
    Llegar al Sneffels nos ocupó varias jornadas y hemos de reconocer que al contemplarlo desde su falda se desvaneció buena parte de nuestro arrojo inicial; el poco que nos quedaba se nos fue conforme descendíamos por su cráter. ¡Curioso el ser humano que cuando vislumbra una aventura se arma de coraje y cuando la alcanza se hunde en las dudas! Al llegar a la base del cráter observamos las tres chimeneas que accedían a interior de la Tierra. Solo una era la que nos llevaría al centro de la Tierra y la misma sería señalada por la sombra del Scartaris. 
GALA DE PREMIOS XI EDICIÓN: VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA
    El problema es que llevábamos varios días con el cielo nublado, y sin sol no habría rayos que proyectaran sombra alguna para indicar la chimenea correcta. Aprovechamos tal circunstancia para proponer la conclusión de la aventura. Descender el Sneffels ya era algo digno de contar y el escenario nos pareció a la altura de nuestras Galas. Así que buscamos a Axel, que en ese momento compartía nuestra escasa voluntad de adentrarnos por aquel agujero, para que persuadiera a su tío de dar allí comienzo a la lectura de nuestros relatos.
     Describir la cólera que embargó al profesor Lidenbrock al escuchar la propuesta sería tarea para un escritor más dotado que yo. Baste con apuntar que sus gritos y aspavientos fueron de tal magnitud que obraron el milagro de que las nubes escamparan despavoridas, dejando que el sol vertiera entonces sus rayos dentro del cráter, proyectando la sombra buscada en la chimenea central.
     Los gritos de júbilo del profesor solaparon los suspiros resignados de todos los demás mientras accedíamos a aquel agujero negro.
      Nos recibió una pared cuya verticalidad se perdía en la oscuridad. Hans nos preparó con paciencia las cuerdas y nos instruyó sobre su uso, al menos entendimos lo básico: no debíamos soltarlas jamás. Durante el descenso no se escuchaba nada más que al profesor que, cada cierto tiempo, nos informaba del número de pies que llevábamos bajando. Agradecimos que no usara el Sistema Métrico Internacional, casi tanto como la oscuridad: eso nos evitaba darnos cuenta del tremendo abismo del que colgábamos. Pasados los 10.000 pies, la información que nos proporcionaba Lidenbrock versaba sobre los distintos períodos geológicos que íbamos traspasando: mioceno, pleistoceno, “nosequéceno”...; que si las piedras eran areniscas y calizas; que si el terreno primitivo se componía de tres capas llamadas esquitos, gneis o micasquitos. ¡Como si en esa circunstancia nos importara algo más que la cuerda a la que nos aferrábamos! 
      Cada media hora, al menos, nos deteníamos a descansar aprovechando algún saliente de la roca para sentarnos con las piernas colgando. He de reconocer que en ese instante sí nos dábamos cuenta del espectáculo que teníamos la suerte de contemplar.
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   Y entre micasquitos, descanso y “troposcenos” transcurrieron horas eternas hasta que por fin conseguimos poner los dos pies en el suelo. Fue tal el alivio que sentimos que ni se nos ocurrió pensar en que para volver a casa tal vez debiéramos subir esa misma pared. Hecho el recuento de expedicionarios, reanudamos nuestra marcha, esta vez horizontal. Atravesamos grutas angostas, pasadizos estrechos, galerías enormes que se asemejaban a una sucesión de arcos como los de las segundas naves de una catedral gótica. Pasados los días nos acostumbramos a desenvolvernos entre las entrañas de la Tierra con cierta agilidad, como si fuéramos trogloditas, llegando a olvidarnos de todo lo que habíamos dejado en la superficie. Ya no nos acordábamos del sol ni de las estrellas, ni de la luna, ni de los árboles, ni de las casas, ni de las poblaciones, ni de todas las demás superfluidades terrestres de que se han formado una necesidad los seres humanos.
GALA DE PREMIOS XI EDICIÓN: VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA    Al menos, hasta que nos faltó el agua. Parecía una broma que en ese momento estuviéramos deambulando bajo el Atlántico sin encontrar una sola gota con la que humedecer nuestros labios. Fue entonces que, con Axel mediante, nos plantamos ante el profesor Lidenbrock para rogarle por el abandono de esa locura y volver sobre nuestros pasos antes de que fuera tarde. Este nos observo con una pose trascendente, en plan presidente de los Estados Unidos arengando al pueblo a luchar contra los invasores del espacio. Casi escuchábamos una música épica de fondo cuando nos habló:
«Escuchadme hasta el final. Mientras yacíais sin movimiento, he ido a reconocer la conformación de esta galería. Se hunde directamente en las entrañas del globo, y en pocas horas nos conducirá a la masa granítica. Allí hemos de encontrar manantiales abundantes. Así lo quiere la naturaleza de la roca, y el instinto está de acuerdo con la lógica para apoyar mi convicción. He aquí, pues, lo que voy a proponeros. Cuando Colón pidió tres días a los tripulantes para encontrar las nuevas tierras, sus tripulantes, enfermos, arredrados, accedieron, sin embargo, a su demanda, y él descubrió el Nuevo Mundo. Yo, el Colón de estas regiones subterráneas, no os pido más que un día.»
    Ni uno, ni dos. Transcurrían los días y nuestros labios seguían tan secos como la mojama. Menos mal que Hans ¡una vez más nuestro salvador! escuchó el ruido de una corriente interior tras una de las paredes graníticas de la gruta. Cogió raudo un zapapico y ¡zas! Consiguió abrir una obertura de medio centímetro por la que salió el agua más deliciosa que hayamos probamos jamás, aunque supiera a tinta. Curioso y apropiado sabor para esta aventura, ¿verdad?
     Las buenas noticias no se quedaron ahí, pues cuando alcanzamos una profundidad de unas treinta leguas —No hace falta que lo calculéis: 144 kilómetros— se nos mostró una maravilla que nunca podremos olvidar. De la abertura de las rocas observamos un rayo de luz y el murmullo de unas olas, ¡y el silbido del viento! ¿Nos engañaban nuestros sentidos o acaso regresamos a la superficie?
GALA DE PREMIOS XI EDICIÓN: VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA
      El espectáculo era sobrecogedor: aquella capilla sixtina estaba iluminada con un brillo pálido nacido de la electricidad y en su bóveda se dibujaba una aurora boreal coloreada en el tapiz de unas grandes nubes. Bajo las mismas, se hacinaban unos peñascos sobre otros, y de sus flancos partían innumerables cascadas que se dilataban y convertían en tersos espejos. Todo ello adornado con una arboleda alta cuyo frondoso follaje presentaba un aspecto descolorido. Arbustos de más de veinte metros se entremezclaban con unos hongos bajo cuya copa podía cobijar hasta diez personas.
GALA DE PREMIOS XI EDICIÓN: VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA  Había que reconocerlo: el lugar merecía todos los padecimientos sufridos. Si bien nos inquietaba un tanto la presencia de variopintas osamentas que se esparcían por el terreno y que sin duda se correspondían a aquellas monstruosas criaturas de los primeros tiempos del planeta. La presencia de dichos fósiles consiguió que el profesor Lidenbrock cambiara el sufijo de su vocabulario. Si antes lo monopolizaban los “isquitos” y los “cenos”, ahora era el turno de los “erio”. «¡Fíjense en esta mandíbula! Sin duda la de un megaterio; aquel fémur de un dinoterio; y ¿qué me dicen de esta costilla de un mericoterio?». Parecía un bibliómano a quien le hubiera sido dado el conocer la biblioteca de Alejandría antes del incendio.
      Aun con aquellos huesos, el lugar nos pareció el marco ideal para celebrar nuestra gala y así procedimos a la cadena de mandos habitual. Esto es: acudir a Axel, cuyo escaso espíritu aventurero compartíamos, para que intercediera con el profesor. Para nuestro asombro, el joven pareció haberse contagiado del entusiasmo de su tío: «¿Cómo? ¿Ahora que solo nos separa este mar del centro de la Tierra pretendéis dar paso a la Literatura? Sin duda es un arte que eleva el espíritu, pero fijaos que esta playa es solo el aperitivo de mayores maravillas.». Además, nos advertía de que las provisiones menguaban y allí encontraríamos pesca en abundancia.
    Resignados a nuestra suerte, vimos que Hans ataba unas tablas de surtarbrandur (¡la de palabrejas que hemos aprendido) para construir unas embarcaciones llamadas almadías. Volvimos la vista hacia las osamentas y sentimos un escalofrío al imaginar que congéneres con más vida pudieran vivir bajo aquellas aguas.    En grupos de a tres, montamos sobre las almadías y navegamos por el recién bautizado mar Lidenbrock. Afortunadamente, varios participantes del Tintero de Oro eran del Norte de España y algo de navegar sabían; desgraciadamente, nuestros temores se confirmaron a las pocas horas. Del fondo del mar, emergieron una monstruosa serpiente y un terrorífico cocodrilo que se enzarzaron en una pelea de colosales dimensiones. Aún le dio tiempo al profesor Lidenbrock de continuar su lista de "aurios". «¡Es un ictiosaurio y un plesiosaurio!», dijo antes de que el tamaño descomunal de las criaturas provocara un oleaje con el que nuestras embarcaciones zozobraron, ¡cuánto agradecimos la destreza de Hans en la atadura de los maderos! Milagrosamente, las almadías resistían los envites, y a nosotros con ellas. Pero entonces, las nubes decidieron que ya habían condensado suficiente agua. Y la descargaron sobre nosotros.
GALA DE PREMIOS XI EDICIÓN: VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA
   Al inicio del viaje habíamos "bromeado" ante la posibilidad de morir despeñados, aplastados, abrasados o, simplemente, de hambre; pero nunca ahogados. Nos abrazábamos unos a otros, pero sobre todo a los mástiles intentando no caer a esas aguas del infierno. Las almadías aguantaban, pero las olas nos acercaban a los peñascos de la playa. Pronto comprendimos que irremediablemente impactaríamos contra aquellas rocas antediluvianas. Entonces fue cuando cerramos los ojos esperando el más trágico desenlace que un concurso literario pudiera deparar.
    Pero la suerte quiso que la misma fuerza de las aguas abriera un brecha entre los peñascos como si alguien le hubiera quitado el tapón al desagüe de un océano y, una tras otra, las embarcacioens se precipitaron por él.
     Veloces.
     Descontroladas.
     Disparadas.
     Nos dirigíamos hacia la nada embutidos en una estrecha cavidad. Alguno, con un preocupante sentido del humor negro, exclamó: «¿Veis? ¡Os lo dije! Moriríamos despeñados. ¿Qué nos apostábamos?». Dimos muestra de una educación exquisita al no dar respuesta mientras los pies de nuestro descenso pasaban a leguas y millas con la velocidad del rayo.
GALA DE PREMIOS XI EDICIÓN: VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA    Y de repente nos detuvimos. En mitad de la oscuridad más absoluta nuestras embarcaciones parecían levitar. Y comenzamos a subir. Al principio, de manera casi imperceptible. Esa tregua nos permitió comprobar que estábamos todos más o menos enteros. Escuchamos a Axel lamentándose de que las provisiones se habían perdido y moriríamos de hambre, algo que también barajamos. El profesor le replicó que más debía preocuparnos que fuéramos parte de un terremoto y que nuestro ascenso se debiera a la actividad volcánica. Dicho esto añadió que quizá pronto comenzaría a acelerarse nuestra subida y que la misma se encontrara un mar de lava.
     Morir de hambre o abrasados también lo habíamos previsto, aunque esa muestra de anticipación no nos sirvió de mucho consuelo. Así que hicimos lo que debe hacerse cuando no queda nada más por hacer: cerrar los ojos y cruzar los dedos.
     El ascenso fue vertiginoso, sentíamos un calor que quemaba nuestra piel; pero no más que un sol de mediodía de julio. Un estrépito acompañó a una bocanada de aire fresco y, a través de los párpados, observamos una claridad ya desconocida. Abrimos los ojos al fin. Y estos vieron un hermoso cielo azul mientras nos deslizábamos por la falda del volcán de esta Estrómboli sobre la que calmamos nuestros nervios y excitación.
     Veo que el profesor Lidenbrock, Hans y Axel están reunidos con  todos los participantes de esta edición del Tintero de Oro: Tara, Francisco Moroz, Paco López Castelao, Carmen Ferro, Bruno Aguilar, Luigi Callieri, Rebeca Gonzalo, Mirella S., María Pilar, José R. Capel, Yessy Kan, Mirna Gennaro, Miry Calabrese, Mª Carmen Piriz, Emerencia Joseme, Beatriz Vélez, Puri Otero, Marta Navarro, Beba Pihen, Paola Panzieri, Jorge Valin y Alma Gatuna, Patxi Hinojosa y David Serrano.
     Así que llegó la hora de leer sus relatos.
      MENCIÓN HONORÍFICA     Comencemos con los relatos clasificados entre el séptimo y cuarto puesto, los cuales son candidatos a la publicación en la antología anual. 
   La SÉPTIMA posición, con 76 puntos, ha sido para: 
  • QUERIDA MUCHACHA de Francisco Moroz en su blog ABRAZO DEL LIBRO. Ha sido votado por 13 participantes:  10 ptos. (1), 9 ptos (1), 8 ptos. (4), 7 ptos. (0), 6 ptos. (1), 5 ptos. (0), 4 ptos. (3), 3 ptos. (1), 2 ptos. (2), 1 pto. (0).
   El número que aparece entre paréntesis se corresponde al total de participantes que otorgaron la puntuación correspondiente.
    La SEXTA posición, con 86 puntos, ha sido para:
  • CHOCOLATE HUMEANTE de Beatriz Vélez en su blog LAS REFLEXIONES DE BEITA. Ha sido votado por 14 participantes:  10 ptos. (3), 9 ptos (3), 8 ptos. (2), 7 ptos. (0), 6 ptos. (0), 5 ptos. (0), 4 ptos. (1), 3 ptos. (2), 2 ptos. (0), 1 pto. (3).
     La QUINTA posición, con 94 puntos, ha sido para:
  • CUENTO DE INVIERNO de Marta Navarro en su blog CUENTOS VAGABUNDOS. Ha sido votado por 17 participantes:  10 ptos. (1), 9 ptos (2), 8 ptos. (2), 7 ptos. (2), 6 ptos. (1), 5 ptos. (2), 4 ptos. (2), 3 ptos. (3), 2 ptos. (1), 1 pto. (1).
      La CUARTA posición, con 106 puntos, ha sido para:
  • UNA VISITA PERTURBADORA de Patxi Hinojosa Luján en su blog MIS COSAS, MIS OCURRENCIAS... Ha sido votado por 17 participantes:  10 ptos. (3), 9 ptos (1), 8 ptos. (2), 7 ptos. (2), 6 ptos. (1), 5 ptos. (4), 4 ptos. (2), 3 ptos. (0), 2 ptos. (1), 1 pto. (1).

  Y llega el momento del podium de ganadores.
  A veces no prestamos la debida atención a las señales que, como augurios, se nos muestran al inicio de un viaje. Si lo hiciéramos, tal vez el destino sería distinto. Con 114 puntos se ha llevado el TINTERO DE BRONCE el relato EL ÚLTIMO VIAJE escrito por PACO LÓPEZ CASTELAO,  en su blog CASTROARGUL.
GALA DE PREMIOS XI EDICIÓN: VIAJE AL CENTRO DE LA TIERRA
  Este relato ha sido votado por 20 participantes:  10 ptos. (2), 9 ptos (2), 8 ptos. (2), 7 ptos (3), 6 ptos (2), 5 ptos. (1), 4 ptos (2), 3 ptos. (3), 2 ptos (2), 1 ptos (1). Enhorabuena a Paco López Castelao por este reconocimiento que conlleva, además de este diploma digital que puedes colgar en tu blog, la publicación en la antología anual de EL TINTERO DE ORO.
   Si buscamos explicación al porqué de los mayores horrores, tal vez pensemos en el odio. Pero no olvidemos que el amor también es causa de tragedias. Con 117 puntos, se lleva el TINTERO DE PLATA el relato UN ACTO DE AMOR, escrito por JORGE VALÍN en su blog ENTRE LAS BRUMAS DE GALLAECIA.
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 Este relato ha sido votado por 19 participantes:  10 ptos. (2), 9 ptos (3), 8 ptos. (1), 7 ptos. (4), 6 ptos. (2), 5 ptos. (1), 4 ptos. (2), 3 ptos. (1), 2 ptos. (3), 1 pto. (0). Enhorabuena a Jorge Valín por este reconocimiento que conlleva, además de este diploma digital que puedes colgar en tu blog, la publicación en la antología anual de EL TINTERO DE ORO.
  ¿Alguien duda de que una carta es el medio ideal para hablar de amor? Por supuesto, también lo es para hablar de desamor con imágenes de playa y la melodía de un saxo. Con 129 puntos (y poniendo a prueba el nuevo diseño de los diplomas), el TINTERO DE ORO de enero de 2019 corresponde a... ALGO PARECIDO A UNA CARTA DE AMOR MIENTRAS ESCUCHO UN SAXO escrito por TARA, en su blog TARA.
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   Este relato ha sido votado por 19 participantes:  10 ptos. (3), 9 ptos (5), 8 ptos. (1), 7 ptos (1), 6 ptos (3), 5 ptos. (2), 4 ptos (2), 3 ptos. (0), 2 ptos (1), 1 ptos (1). Enhorabuena a Tara por este reconocimiento que conlleva, además de este diploma digital que puedes colgar en tu blog y la publicación en la antología anual de EL TINTERO DE ORO, la corrección profesional de Grisel R. Núñez, creadora de uno de los mejores blogs de narrativa como es CAFETERA DE LETRAS.
     Y como esto es un no parar, YA PODÉIS PARTICIPAR EN LA XII EDICIÓN DE EL TINTERO DE ORO. Para aquellos compañeros de letras que se animen por primera vez os resumo las BASES:
  • Puede participar cualquier autor en lengua castellana que tenga un blog, excepto los tres ganadores de la edición de este mes: Tara, Jorge Valín y Paco López Castelao, quienes podrán compartir su relato pero fuera de concurso y, llegado el caso, serán los encargados de deshacer los empates que se pudieran producir.
  • Se podrá participar con cualquiera de los relatos que publiquéis en vuestro blog durante este mes de febrero. La extensión del relato no podrá exceder las  900 palabras de extensión
  • Para participar bastará con que indiquéis el enlace a vuestro relato en los comentarios a esta entrada.
  • Recordad, tenéis de plazo hasta el día 28 de febrero.
  • Los participantes serán los únicos que puedan votar. Tendrán de plazo del 1 al 10 de marzo y podrán votar a los diez relatos que más les hayan gustado, otorgando una puntuación decreciente(10 ptos. al que más os guste; 9, al siguiente... y así hasta dar 1 pto. al décimo)
  • El ganador recibirá una corrección profesional a cargo de GRISEL R. NÚÑEZ, autora del blog CAFETERA DE LETRAS.

  Si queréis podéis participar en la comunidad de FACEBOOK.
   Para la próxima edición ¿qué tal una estancia en un hotel para recuperar fuerzas? Genial, ¿verdad? Bueno, pues para abrir boca os dejo la invitación que acabo de recibir.
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        Y ¿qué mejor para pasar una noche de hotel que leyendo los relatos de nuestra primera antología? AHORA QUE NADIE NOS OYE, el primer hijo literario del concurso, que podéis adquirir ya en Amazon
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¡Saludos tinteros!
Nota: El texto es una adaptación libre de la novela Viaje al centro de la tierra, de Julio Verne. En el mismo se han incluido algunas frases originales de dicha obra.

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