GALA DE PREMIOS XXXI Edición: EL HALCÓN MALTÉS de Dashiell Hammett

Publicado el 01 mayo 2022 por David Rubio Sánchez

No le gustaban los escritores. Así que hasta el último minuto de los casi cincuenta que duró la visita tenía decidido no aceptar el caso. No parecían mala gente y hasta fueron educados, pero su tendencia a la fabulación siempre le había resultado empalagosa e irritante. Al menos, no lo habían avasallado a preguntas sobre su profesión ni le habían pedido que les contara los detalles de algún caso peculiar. Quizá por eso les cedió para su evento literario la figura de un halcón maltés que llevaba cinco años cogiendo polvo en su repisa.    Sam Spade se lio un cigarrillo mientras observaba las cuatro notas que había escrito en su blog: Robo de un tintero de oro. Corrección: no es en realidad de oro, dicen que está hecho de la materia con la que se forjan los sueños.    Eso se lo dijeron en el último minuto.    Eso fue lo que le decidió a aceptar el caso.

GALA DE PREMIOS XXXI EDICIÓN: EL HALCÓN MALTÉS de Dashiell Hammett

Effie abrió la puerta esmerilada. Ese día estaba especialmente atractiva. Se sentó sobre la mesa y le quitó el cigarrillo ya liado para llevárselo a los labios, encenderlo y dar una profunda calada.    —Eran agradables —dijo la secretaria devolviéndole el cigarrillo.    —Lo eran —respondió Spade saboreando el carmín que los labios de Effie habían dejado en la boquilla.    —Pero también escritores.    —Sí, también.    —Así que imagino que les has dado puerta. ¿De qué se trataba? ¿Algún caso de plagio? —preguntó Effie recogiendo el bloc de notas. Al leer lo escrito allí levantó la mirada, dirigiéndole unos ojos de pregunta.    —El caso es exactamente lo que has leído, preciosa. —Spade giró la silla rotatoria hacia la ventana y se levantó—. Y lo he aceptado.    —El material con el que se forjan los sueños… Demasiado poético para ti, Sam. El romanticismo no te pega.    —O tal vez sea un romántico, pero no te has enterado. —Spade se volvió hacia Effie y le acarició la mejilla—. Quizá sea por eso que todavía no te he pedido que te cases conmigo.    Effie le arregló el nudo de la corbata, sin demasiado cuidado en ceñirlo demasiado a su cuello. Luego palmeó la pelusilla de su americana. Tampoco fue delicada en ello. Observó después la repisa en la que faltaba la figura falconiforme. Entonces, recordó.    —Hoy sale Brigid, ¿verdad? Imagino que irás a recogerla.    —Es lo justo, nena —respondió Spade dirigiéndose al perchero en el que colgaba su abrigo y su sombrero—. Yo la metí en chirona, así que recogerla tras cumplir condena me parece lo apropiado. Además, me pilla de paso.    —De paso a dónde. —preguntó Effie tras él.    —Al apartamento del tipo que ha robado el tintero de oro.    —¿Los clientes acaban de salir del despacho y ya has resuelto su caso?    —Ya sabes que soy un buen detective.    —Y también presuntuoso, Sam. Si algo sobra en las calles de esta ciudad es gente dispuesta a acabar con los sueños de los demás. —Effie le ayudó a ponerse el abrigo. En esta ocasión, sí fue delicada al acomodar las solapas.    —Tienes toda la razón, cariño. Pero no hay tantos que lo único que pretendan es recuperar los suyos.     Sam Spade le guiñó un ojo a Effie antes de salir. Por un momento pensó en besarla. Fue solo eso, un momento antes de darse la vuelta y salir a la calle donde paró un taxi.
«No pienso hacer el idiota por ti». Eso fue lo último que le dijo a Brigid antes de entregarla a Polhaus y al teniente Dundy. También la besó y la abrazó.    No pensaba hacer el idiota. Pero lo hizo. Cada noche de los cinco años que le cayeron tras el asunto del halcón maltés le dedicó su último cigarrillo y el último trago a esa mujer que intentó engatusarlo como a un adolescente. De no ser Sam Spade la habría ayudado a escapar, y hasta la habría acompañado. Pero era Spade. Un buen detective, demasiado buen detective.    —Ya hemos llegado —Le avisó el taxista.    —Gracias, ¿puede esperarse un momento? —le solicitó Spade con la mirada perdida en la puerta del centro penitenciario.    —Claro, amigo.    Encendió un cigarrillo, le costó un tanto. Se había levantado viento. Un viento inusual. Frio, con aroma a nostalgia. En ese tiempo otras mujeres habían pasado por su vida y muchas de ellas por su cama. Meras aves de paso como decía de aquella canción. Pero siempre fue sincero con ellas: nunca les ofreció más de lo que les prometió. Y un idiota no hace demasiadas promesas.    Brigid asomó por la puerta de acero. Llevaba el mismo vestido de aquel día. El fular que envolvía su cuello aleteaba al ritmo del viento mientras echaba la cabeza hacia atrás, aspirando el aire de la libertad y, tal vez, de la redención.    —¿Te ayudo con esa maleta? —dijo Spade acercándose a ella.    —¿Tú? ¿Qué haces aquí? —replicó Brigid. No pudo evitar una sonrisa que a Spade no le supo a nada.    —Pensé que necesitarías que alguien te llevara a casa.    —A casa. —Brigid permaneció de pie, sin soltar la maleta—. ¿Y cuál es mi casa ahora?    —La que quieras que indiquemos al taxista que nos está esperando.    —Han pasado cinco años, Sam.    —Eso dice el calendario.    —Y ¿te crees tan irresistible que pensaste que me lanzaría a tus brazos nada más salir?    Spade observó sus ojos, ahora enmarcados en unas incipientes arrugas, adorables pero sin el hechizo de la mirada enigmática de quien ocultaba algo. Ahora era una mirada acristalada: trasparente y fría.    —Entonces, ¿se acabó? —Le hubiera gustado encontrar una respuesta chispeante e ingeniosa, pero eso fue lo único que salió de sus labios.    —¿Alguna vez empezó? —Brigid colgó la pregunta en el aire mientras emprendía su marcha alejándose de Spade. Se detuvo a los tres pasos, tras un eterno segundo reanudó su caminar con paso decidido.    Sam Spade terminó de fumarse el cigarro antes de volver al taxi que le esperaba. Abrió la puerta trasera y se acomodó el abrigo al sentarse.    —No hubo suerte, ¿eh, amigo? —le recibió el taxista.    —No, no la hubo. —Spade miró por última vez la figura de Brigid, ya desapareciendo entre el gentío de la calle—. Tampoco aposté demasiado, solo quería comprobar que la novela hubiera llegado al punto final.    —Amen a eso, amigo —dijo el taxista cerrando la ventanilla del taxi—. ¿A dónde vamos ahora?    —Al 891 de Post Street.    —¿Otra mujer?    —¿Le han dicho alguna vez que hace demasiadas preguntas?    —Soy taxista, raro es que haya algo que no me hayan dicho. Por cierto, ¿le han mencionado que tiene pinta de detective?    El interrogatorio del locuaz taxista prosiguió durante los diez minutos que tardaron en llegar al 891 de Post Street. En esta ocasión, Spade no le pidió que esperara.
El apartamento al que se dirigía se encontraba en la cuarta planta. El estrecho ascensor dio paso a un vestíbulo curvo en el que atronaba el martilleo de unas manos ágiles sobre las teclas de una máquina de escribir. Duró hasta que llamó al timbre. Spade se puso a un lado de la puerta. No esperaba que el tipo al que visitaba fuera tan peligroso como para darle una bienvenida de plomo. Pero el cementerio estaba lleno de detectives que no esperaban bienvenidas de plomo.    Un ruido de sillas arrastrándose acompañaba los pasos que se acercaban a la puerta. Al abrirse, Spade observó a un tipo en bata que pese a su delgadez, su piel pálida y su postura encorvada todavía guardaba cierto aire de elegancia.    —¿El señor Hammett? —le preguntó.   —Vaya, ¿tan pronto? Debe ser un detective brillante, caballero —le respondió el tipo apellidado Hammett.    —¿Cómo sabe que soy detective?    —Tendría que haber perdido la chaveta completamente si no fuera capaz de distinguir a uno. Yo fui un Pinkerton, ¿sabe? Todo un agente operativo del Ojo Privado.    —Entonces no hace falta que nos molestemos demasiado, ¿me lo entrega ya?    —Solo le pido unos minutos, por favor. ¡Coff, coff! —Hammett sacó un pañuelo del bolsillo de su batín. Se lo llevó a los labios y discretamente dejó en él un esputo sanguinolento—. Dentro tengo una botella de Bacardí a la que le quedan todavía tres o cuatro copas. Le ofrezco dos a cambio de esos minutos.    Spade aceptó.    El pequeño apartamento olía a tabaco. La habitación principal concentraba toda la luz de una lámpara de alabastro con forma de bellota sobre un escritorio de época en el que se erigía una máquina de escribir Royal negra. Un vade de cuero le servía de pedestal y dos torres de folios la escoltaban. Coronando una de ellas resplandecía el tintero de oro. Spade cruzó el living sorteando media docena de sillas hasta llegar a un sofá. Hammett se excusó por el desorden, le dijo que de esa forma podía apoyarse en ellas para llegar al baño. Antes de tomar asiento frente a la máquina de escribir le llenó una copa de Bacardí y Spade se sentó.    Las teclas comenzaron a sonar de nuevo, frenéticas, desbordadas. El papel rodaba por el rodillo con brío, los dedos se deslizaban sobre el teclado como los zapatos de un bailarín de claqué. Spade permanecía en silencio mientras paladeaba el ron. Observó un rincón en el que un gramófono descansaba encima de su soporte delante de una vitrina llena de libros.    Terminó la primera copa y se sirvió la segunda. El tecleo terminó al apurarla.    —Ya está. Punto final —masculló Hammett sacando la hoja del rodillo de su Royal negra—. Sin duda, este tintero de oro tiene el poder del que me hablaron.    Spade apuró la botella de Bacardí y ofreció la copa a Hammett. Este asintió agradecido.    —Hubo una época en la que fui escritor —continuó Hammett tras echar un trago.    —Fue mucho más que un escritor —apuntó Spade.    —¿Me conocía?   —Cómo no conocerlo —replicó Spade—. Un tipo que en solo cinco años publicó cinco de las mejores novelas de detectives que se han escrito. ¿Qué pasó después?    —Tuve éxito, demasiado éxito para alguien con tantos vicios, y la escritura me dio dinero de sobra para alimentarlos.    —Y se secó su pluma.    —Se me secaron las ideas. Llegué a empezar una sexta novela, pero siempre había una botella, una mujer, una fiesta o un empeoramiento de mi tuberculosis que me apartaba de ella. Hasta que la olvidé. Me olvidé de soñar, señor Spade. ¿Sabe lo que es eso? Entonces escuché que un blog, ¿se dice así?, organizó un homenaje a mi persona y mi obra. Fue así como conocí la existencia de este tintero de oro y de su poder para forjar sueños. —Hammett apuró su copa—. Pero me parece que esto que le cuento ya lo sabía, ¿verdad?    Spade asintió. Cogió el tintero de oro. No pesaba demasiado, quizá como todo lo que es realmente importante.    —Me alegra que haya podido terminar su novela, señor Hammett. —Spade se dirigió a la puerta, esquivando las sillas. En el umbral se detuvo—. Por cierto, ¿conoce alguna joyería cerca de aquí?    —Por supuesto, a dos calles puede encontrar la joyería de Albert Samuels. Quizá haya escuchado su eslogan: La casa de las alianzas de las bodas afortunadas. Seguro que allí dispondrán de lo que quiera que tenga pensado.
Ya anocheció cuando Sam Spade regresó a su despacho. Effie había recogido y estaba cerrando la puerta. Al verlo llegar dio un respingo.    —No esperaba que regresaras —le dijo secamente.    —Pero aún y así sigues aquí, una hora después de tu jornada —replicó Spade.    —¿Quieres algo?    —Sí —Spade entró en el despacho y dejó el tintero de oro sobre la mesa de Effie.    —¿Así que este es el famoso tintero hecho del material con el que se forjan los sueños? ¿Funciona?    —Dímelo tú —Spade sacó un estuche de terciopelo del bolsillo de su abrigo—. Effie, hace cinco años no podía pedirte que te casaras conmigo. No era justo pedírtelo cuando en mi cabeza seguía la duda de qué podría haber pasado con Brigid.    —¿Ahora lo sabes?    —Ahora lo sé, tanto como que nunca podré querer a alguien como te quiero a ti.

MENCIÓN HONORÍFICA

DEL PUESTO DÉCIMO AL CUARTO    El número que aparece entre paréntesis se corresponde al total de participantes que otorgaron la puntuación correspondiente.

10. Con 34 ptos.  UN EXCLUSIVO BOLSO DE VIAJE, de JM Vanjav. Ha sido votado por 10 participantes: 7 ptos. (1), 6 ptos (0), 5 ptos. (2), 4 ptos. (1), 3 ptos. (3), 2 ptos. (1), 1 ptos. (2); ANDÁBATA, de Juan El Portoventolero. Ha sido votado por 9 participantes: 7 ptos. (1), 6 ptos (0), 5 ptos. (3), 4 ptos. (1), 3 ptos. (1), 2 ptos. (2), 1 ptos. (1); y EL CASO DEL DETECTIVE LÓPEZ, de Mayte López. Ha sido votado por 8 participantes: 7 ptos. (0), 6 ptos (3), 5 ptos. (2), 4 ptos. (0), 3 ptos. (0), 2 ptos. (3), 1 ptos. (0),9. Con 36 ptos. MUERTE EN EL LAGO, de Marta Navarro. Ha sido votado por 9 participantes: 7 ptos. (1), 6 ptos (2), 5 ptos. (0), 4 ptos. (2), 3 ptos. (0), 2 ptos. (2), 1 ptos. (2).8. Con 37 ptos. DEMASIADO CERCA, de Cynthia Soriano. Ha sido votado por 7 participantes: 7 ptos. (2), 6 ptos (2), 5 ptos. (1), 4 ptos. (1), 3 ptos. (0), 2 ptos. (1), 1 ptos. (0).7. Con 47 ptos. HABITACIÓN 115, de Isan Bairu. Ha sido votado por 13 participantes: 7 ptos. (0), 6 ptos (1), 5 ptos. (2), 4 ptos. (5), 3 ptos. (2), 2 ptos. (2), 1 ptos. (1).6. Con 48 ptos. ASUNTOS INTERNOS, de Pedro Merchán. Ha sido votado por 10 participantes: 7 ptos. (2), 6 ptos (2), 5 ptos. (2), 4 ptos. (1), 3 ptos. (2), 2 ptos. (1), 1 ptos. (0)5. Con 53 ptos. TRAMA MORTAL, de MJRU1Z. Ha sido votado por 12 participantes: 7 ptos. (2), 6 ptos (0), 5 ptos. (4), 4 ptos. (3), 3 ptos. (2), 2 ptos. (0), 1 ptos. (1)4. Con 54 ptos. DE PÁJAROS Y TRAICIONES, de Isra. Ha sido votado por 9 participantes: 7 ptos. (6), 6 ptos (1), 5 ptos. (1), 4 ptos. (0), 3 ptos. (0), 2 ptos. (0), 1 ptos. (1)    ¡Y este es el PODIUM de ganadores! ¡En esta ocasión con dos Tinteros de Plata!    Con 57 puntos se lleva el TINTERO DE PLATA el relato EL CASO OLVERA escrito por ANA PIERA.

Este relato ha sido votado por 13 participantes: 7 ptos (1), 6 ptos (4), 5 ptos. (2), 4 ptos (1), 3 ptos. (3), 2 ptos (1), 1 ptos (1). Enhorabuena a Ana por este reconocimiento que conlleva, además de este diploma digital que puedes colgar en tu blog, la publicación en la antología anual de EL TINTERO DE ORO.    Con 57 puntos se lleva otro TINTERO DE PLATA el relato AGENCIA HALCÓN, escrito por ISABEL CABALLERO.


Este relato ha sido votado por 12 participantes: 7 ptos. (2), 6 ptos. (4), 5 ptos. (1), 4 ptos. (1), 3 ptos. (2), 2 ptos. (2), 1 pto. (0). Enhorabuena a Isabel por este reconocimiento que conlleva, además de este diploma digital que puedes colgar en tu blog, la publicación en la antología anual de EL TINTERO DE ORO.

   Y con 72 puntos, el TINTERO DE ORO de la XXXI Edición dedicada a El Halcón Maltés y Dashiell Hammett corresponde a... EL CASO WELLINGTON, escrito por BRUNO AGUILAR.

      Este relato ha sido votado por 16 participantes: 7 ptos (2), 6 ptos (4), 5 ptos. (3), 4 ptos (3), 3 ptos. (0), 2 ptos (3), 1 ptos (1). Enhorabuena a Bruno por este reconocimiento que conlleva, además de este diploma digital que puedes colgar en tu blog y la publicación en la antología anual de EL TINTERO DE ORO.    Por supuesto, os invito a disfrutar de todos los relatos participantes, tanto en la modalidad de concurso como la de fuera de concurso, además de las reseñas de Rosa Berros, MJ Ru1z y Marta Navarro a los que podéis acceder a continuación:


Clica en la imagen para leer todas las participaciones


    Y con esto despedimos este fantástico mes dedicado a Dashiell Hammett y su El Halcón Maltés. Gracias a todos los que lo habéis hecho posible con vuestras lecturas y, por supuesto, a todos los autores que habéis regalado vuestro talento e imaginación a esta iniciativa.

    Así que un fuerte aplauso para José Casagrande, Marta Navarro, Mari Pau González, Juan El Portoventolero, Mayte López, Isabel Caballero, Flor, Mirna Gennaro, Patricia Fulvey, Juana Medina, Ainhoa G. de Alaiza y Guille Blanc, Jzkvl, Cynthia Soriano, delaFlor, Puri Otero, Isan Bairu, Ana Piera, Isra, Emerencia Alabarce, Bruno Aguilar, Raquel Peña, JM Vanjav, Pedro Merchán, Lola Romero, Cristina Rubio, MJRu1z, Pepe de la Torre, Ángel, El Demiurgo de Hurlingham Josep Mª Panadés, Jorge Valín y Rosa Berros.

    ¡Saludos tinteros!