Incrédula, la puerta cruzó las luces, subió el hombre y encendió los peldaños de la escalera. Dentro de su mujer, la ducha se reía a carcajadas bajo el cuarto de baño. La ventana estaba deshecha, aún tibia. Había camas regadas por el suelo. Las ropas estaban empañadas. Lamentablemente, todo encajaba.