Aunque en España y en casi todo el mundo ya se sabía que era uno de los más grandes, si no el mayor, tenistas de todos los tiempos; faltaba un mordisco todavía para poder certificarlo completamente. Ese mordisco se lo dio finalmente Rafa Nadal, tras una final interminable y permanentemente aplazada, el pasado lunes. De esta manera se convertía en el tenista más joven de la historia en completar el Grand Slam.
La final de este torneo, que se le resistía más que ningún otro, no fue un camino de rosas. Los rezos de Djokovic le dieron un par de prórrogas, pero estaba claro que aliarse con la Virgen de la Cueva no le iba a ser suficiente al serbio para doblegar al español. Para la próxima vez, quizá no sería descabellado que, peluca rubia en mano, se volviera a disfrazar de Shakira; a ver si de esa guisa, consigue desconcentrar a Rafa.
Lo cierto y verdad es que, tras cuatro sets el que se fue cantando bajo la lluvia "New York, New York", fue nuestro Rafa. De momento, no se avista en el horizonte nadie que pueda ser capaz de incomodar a Nadal (eso sólamente lo consiguen hacer sus calzoncillos, que requieren siempre de un reajuste entre saque y saque).