Dany Forrester era un asesino en serie cuya costumbre era enterrar en cemento a sus víctimas y convertirlas en piezas de arte las cuales vendía al mejor postor, ignorante de su macabra afición.
El día en que asesinó a la dulce Penny y con su último hálito de vida, esta juró vengarse. Sin embargo y pese a su maldición, no dudó un segundo cuando tiró de la cuerda y vertió el cemento sobre el cuerpo desnudo de la joven. Esta adoptó una postura extraña y siniestra y fue ese el motivo por el que el señor Don Stephenson, conocido coleccionista, compró la pieza para su mansión.
Años más tarde, Don volvió a llamarlo y le pidió otra gárgola para que hiciera compañía a la peculiar estatua. En esa ocasión Danny no tuvo tanta suerte y la mujer a la que asesinó no adoptó una postura tan siniestra. El propio Danny, excitado quizás por la oportunidad de volver a ver a Penny, viajó hasta la mansión del magnate cargando con la nueva pieza.
Fue mientras los operarios instalaban la gárgola junto a Penny y el señor Stephenson y Forrester estrechaban sus manos y se despedían, cuando la gárgola de Penny se desprendió de la cornisa y se precipitó al vacío, aplastando a Forrester y convirtiéndolo en un amasijo de carne y vísceras.
El dueño de la mansión contempló horrorizado la estampa ya que, bajo todo ese cemento, descubrió el cuerpo momificado y sin vida de la joven, cuyo cadáver parecía aferrarse a los restos sanguinolentos de su asesino con una sonrisa macabra...