Tenía ganas de vomitar, de repente le venía el ahogo, era tan tangible que le obligaba a cerrar los ojos, fuertemente. No podía creer lo que estaba sintiendo, necesitaba respirar aire limpio, allí todo olía a podrido, pero no podía mover ningún músculo. Abrió los ojos pero seguía siendo de noche. En cuanto amaneciera sólo iba a tener un propósito huir, huir lejos de aquel ambiente. Pero amaneció soleado.
Tomada en "el rastro" de Madrid