Dale al timbre y sal corriendo...
Con nocturnidad y alevosía buscaban perturbar el descanso de los hombres de bien, hasta conseguir las blasfemias y maldiciones más retorcidas.
En esas vacaciones, uno de los tradicionales se les resistiría.
Ya había dejado de funcionar el llamador, cuando la putrefacción asomó su fato por las rendijas de la puerta.
Etiquetas: microrrelatos, macdito