Revista Literatura

Genet y yo

Publicado el 09 julio 2012 por Teorema
GENET Y YO

Hay épocas que parecen propicias para la gestación, los pájaros construyen más nidos y las personas se vuelven más receptivas a un cambio en sus vidas. En el transcurso de aquel año de1975, se produjeron mucho y variados acontecimientos sociopolíticos y culturales que marcaron la sociedad española de aquel entonces, pero en el ámbito de lo personal, hubo uno en especial que me afectó significativamente: Descubrir a Jean Genet.
Extraer, ahora, la anécdota después de las décadas transcurridas y trasladarlo a la pantalla en blanco se me antoja como un parto. Escribir sobre un tema o acerca de alguien siempre tiene ese algo de impredecible a pesar de llevarlo guardado dentro, como gestado. Basta con abrir los canales de nuestras arterias y renglones y pronto asoman las primeras frases al igual que los llantos de un recién nacido. Comienza la respiración.
La historia que describo a continuación es muy simple, pero no por ello, carente de ese encanto que proporcionan el azar y las coincidencias...
Mi profesora de Literatura francesa de aquel curso del 75, nos propuso para el primer trimestre un estudio monográfico - a nuestra elección - sobre un autor francés del siglo XX, el análisis literario de una de sus obras, y la traducción del original de no menos de 10 folios de ese mismo libro en cuestión.

Dejé pasar los días. Pero una tarde mientras me dirigía caminando a la Plaza de San Francisco donde había quedado con Marga, mi mejor amiga y compañera de curso, en una de las estrechas calles cercanas a la catedral hispalense, apareció ante mis ojos la puerta de la Librerie française Montparnasse. No era algo que tuviese previsto pues ni siquiera sabía que existiese una librería de esas característcas. Decidí aprovechar la oportunidad y entré. A primera vista, el local no parecía muy amplio pero sí resultaba agradable y acogedor. Un señor, pulcro y bien vestido, estaba sentado tras el parapeto de los volúmenes encuadernados de la mesa del fondo. Después de echarme una rápida ojeada, me ignoró. Quizá por mi timidez o porque estuviese confuso y turbado, le hablé en francés.
- Je cherche un livre.
Sin levantar la vista de las páginas que estaba consultando me respondió, fría y secamente, pero con un marcado acento que no dejaba lugar a dudas sobre su origen galo.
- ¿Qué esperabas encontrar aquí, hamburguesas?
- Désolé. Un auteur du vingtième siècle.
Hizo un pequeño ademán con la mano que no supe interpretar si lo que deseaba es que me marchara, que lo dejase en paz o señalándome algún lugar concreto. Estuve a punto de irme. No entendía por qué mi presencia desagradaba de ese modo al propietario de la librería ni el motivo por el que se dirigía a mí de manera tan tosca e impertinente. A pesar de mis melenas, la ropa holgada y mi mochila de estudiante, mi aspecto no resultaba desaliñado, ni menos aún, amenazante para nadie. Él olía a perfume caro pero llegaba a atosigar un poco en ese espacio cerrado, mientras que yo aún seguía impregnado del mullido césped donde una hora antes estuve tendido al sol y a la fruta que siempre llevaba en mi mochila como merienda. Los adolescentes siempre resultan incómodos y desubicados para esos individuos que sufren la cercanía de una piel cálida y afrutada - sólo imaginar el chasquido que produciría la mordedura sobre la carne jugosa, les aterroriza y espanta - pero su propia inseguridad les delata.
Giré un poco la vista hacia mi izquierda y encontré una pequeña mesa sobre la cual había varios montículos de libros apilados horizontalmente en perfecto orden, y otros en vertical, apoyados sobre el lomo de los que les servían a modo de atril. Captó mi atención la fotografía de un hombre con camisa blanca arremangada de manera muy peculiar sobre sus brazos desnudos. Y luego, esa "mirada hambrienta" que se desprendía de sus pequeños y febriles ojos. Pensé que podría tratarse de la biografía de un deportista, un boxeador , quizás. En el extremo inferior de la imagen distinguí claramente su nombre: Jean Genet.
No siempre podemos elegir. Hay veces que una mirada, una simple frase dicha al azar, desprenden una extraña fuerza magnética que nos arrebata fatalmente y sucumbimos a ella sin lograr apenas oponer resistencia. De igual manera, hay libros que tampoco elegimos, sino que son ellos quienes nos eligen a nosotros. No sabría ahora como explicarlo, pero sucede. A mí me ha sucedido varias veces. A pesar de haber sucumbido a su seducción, no me atreví, sin embargo, a tomar en mis manos el libro de ese hombre de mirada hambrienta. Me sentía turbado ante ese altar de libros y ofrendas meticulosamente expuestas y ordenadas. El sacerdote del templo que continuaba tras su mesa de escritorio tampoco me facilitaba las cosas que digamos. Puse todo mi anhelo a modo de oración para que los libros que estaban al lado de la fotografía perteneciesen al mismo autor. Incliné un poco la cabeza y acerté a leer el título de uno de ellos: "El milagro de la rosa" Jean Genet. Me dejé llevar por un impulso, lo abrí, y empecé a leer un parráfo de dos páginas elegidas al azar. Su escritura clara, directa, sin demasiadas descripciones, pronto me cautivó. Debe ser fácil de traducir - pensé - este tío va derecho al grano sin complicarse mucho con lo literario. Asunto concluído, me lo llevo conmigo. Después de abonar el precio, el perfumado librero me ofreció como regalo una estrecha cartulina a modo de separador de páginas mientras introducía mi compra en una pequeña y coqueta bolsa de papel.
- No, gracias. Me gusta tocar los libros y pasar las páginas con lo mismo que parto el pan. Con las manos. Por cierto, no está muerto ¿verdad?
- ¿Pardon?
- Me refiero a si este autor es contemporáneo.- Le respondí con cierta ironía.-
- Oui, bien sûr! il habite encore.
No sabría explicar por qué tras comprar el libro me sentí más seguro y protegido frente a ese hombre que ahora decidía responder a todas mis preguntas en francés. Ante mi cercanía y a pesar de que mi mirada podía resultar un tanto insolente, su actitud, en cambio, se volvió más afable.
- Pourquoi.... y dejó la pregunta en suspenso mientras señalaba hacia la mesa de la fotografía a la que anteriormente me he referido.
- ¿Por qué, qué? - le espeté con brusquedad.
- Jean Genet.
- Porque me da la gana.
Pudiera parecer que me había envalentonado, pero a decir verdad, me temblaban un poco las piernas. Salí del establecimiento sin despedirme.

GENET Y YO
Le conté a Marga lo sucedido en la librería Montparnasse pero con gestos y lenguaje acordes con un adolescente que se siente en rebeldía e inconformidad frente a un mundo hostil que no le permite crecer ni respirar. Nos reímos juntos mientras mordisqueamos, cada uno, las manzanas que tanto ella como yo solíamos llevar desperdigadas en nuestras mochilas de cuero.
- La próxima vez voy contigo y la montamos. Ya verás como ese cabrón no se pasa más de borde. Yo es que le corto a la primera frase.
Leímos juntos algún párrafo del libro y nos cautivó a ambos.
- Marga, creo que he elegido bien ¿no crees? Parece fácil o al menos a mí me lo parece.
Mi amiga se había decantado por Albert Camus y "El extranjero". Parecía contenta y entusiasmada con su elección.
- ¿Sabes que Camus tambien vivió y viajó por tu tierra?
- ¿Mi tierra? - respondí.
- Sí, por el Norte de África. ¿Tú no eres de por ahí?
Al oír "mi tierra" me recorrió un escalofrío. Hacía apenas un año que había dejado Larache, mis amigos, y el océano... y no conseguía acostumbrabarme a la ausencia ni a la lejanía de mi ciudad y sus gentes.
En apenas dos noches leí "El milagro de la rosa", lo devoré. Así que de nuevo me ví ante la puerta de la misma librería en busca de la siguiente dosis. Pero en esta ocasión entré con voz firme y paso decidido .
- Vengo a por "Nuestra señora de las flores" ( Pausa ) Jean Genet. Si usted es tan amable...
El librero se levantó de su asiento y fué en busca del libro. De reojo ví que continuaba aún en el mismo lugar la fotografía de mi autor. Ahora me sentía en complicidad con él, me había familiarizado con su escritura y su universo que se abría ante mí como una planta sensual y carnívora.
Cuando el propietario del local se acercó a mí con ademán de entregarme el ejemplar que le pedí no le respondí con gesto alguno, permanecí inmóvil sin sacar las manos de mis bolsillos.
- Gracias. Me lo llevo tal cual, no necesito nada más.- y lo introduje desnudo de artificios y envoltorios en mi mochila junto a mis apuntes, dibujos, y frutas.
En poco más de una quincena me había hecho con la trilogía que incluía además de los ya citados, "Querelle en Brest". Me estaba convirtinendo en un apasionado "genetiano" y mi visión del mundo adquiría nuevas perspectivas y planos inesperados. Una cosa me llevaba a otra, un descubrimiento a otro nuevo en una cadena interminable.. Así fué como supe que Genet también era dramaturgo. En la biblioteca de la facultad encontré "severa vigilancia" editado por Austral. Abrí ficha con la intención de llevarme el libro y leerlo tranquilamente en mi habitación pero no hubo opción a ello. Me senté en uno de los bancos para echarle un vistazo y en poco más de dos horas de apasionada lectura "Haute surveillance" entró a formar parte de mi equipaje cotidiano. Me aseguré de hacer fotocopias al libro antes de entregarlo en la Biblioteca. De vuelta a casa ya tenía firmemente decidido que mi trabajo para el trimestre versaría sobre esta obra en concreto, así se lo comuniqué a mi proferora al día siguiente. -"¿Genet, Jean Genet? ¿estás seguro?" - advertí en su expresión una mezcla indefinida entre extrañeza y desagrado. "Esta tía no tiene ni puta idea de quien le hablo", pensé para mis adentros.
Bien, revisaré el libro con detalle.- recibí como respuesta.
Mi próximo objetivo era encontrar "severa vigilancia" en francés para traducir los diez folios requeridos. Así pues, nuevamente me ví frente a la puerta de la librería Montparnasse. Incluso antes de entrar ya percibí el olor dulzón del librero que para mi sorpresa me recibió con una amable sonrisa. Le hice sacer el motivo de mi visita y qué libro iba buscando en esta ocasión. Me trajo el mismo ejemplar de Austral que había leído días atrás en la biblioteca.
- No, mire... necesito que esté en versión original. Es para un trabajo de clase.
Buscó unos minutos por los estantes subido en una coqueta y estilizada escalera de madera, luego regresó a mí.
- Como me temía, no está. Hemos tenido hasta poco uno que incluía "El Balcón" "Las Criadas" y "Extrecha Vigilancia" pero se ha agotado. Lo lamento, chico.
Me derrumbé. Estaba tan convencido de poderlo encontrar ahí que este imprevisto me desconcertó por completo. ¿Qué hacer? ¿Dónde y a quien recurrir ahora? le sugerí si podía pedir el libro e incluírlo en el proximo envío que estuviese a punto de recibir. Al parecer, los encargos ya estaban en curso y los trámites no eran tan fáciles como podría suponerse, entre una cuestión y otra, podría demorarse un mes. Al ver mi cara de desconsuelo me sugirió una solución: Solicitar personalmente el libro a Gallimard por correo urgente y recibirlo a contrareembolso de igual manera. Se ofreció a darme la dirección y teléfono de la editorial.
Esa misma noche escribí una carta que más bien parecía una solicitud oficial para la matrícula de un curso por la cantidad de datos, argumentos y motivos que incluía en la misma. Incluso llegué a pegar una foto de carnet en el extremo superior del folio para darle un carácter más serio y convincente al asunto. En cinco días obtuve respuesta: los de Gallimard estaban encantados de poderme ayudar y enviar el libro por correo urgente. Pero hubo un "algo" más que contribuyó a que esta sencilla historia adquiriese una dimensión nueva y apasionante. De nuevo el azar o ese tipo de coincidencias escalofriantes, hizo que Jean Genet estuviese presente el mismo día que recibieron mi carta. Según los datos que obtuve (con el tiempo se vuelven confusos) vivía en un hotel cercano o incluso podía estar de "inquilino" en la misma editorial, lo cierto es que leyó mi carta escrita en francés. Le llamó la atención dos aspectos de la misma: En primer lugar, pensó de era marroquí pues en mis datos personales puse "Né à Larache, Maroc", y luego, porque mi parecido con uno de sus antiguos compañeros le resultaba asombroso. En esa primera carta de respuesta de la editorial me pedían - si no tenía inconveniente - enviarles a petición de Genet una fotografía de cuando yo tenía entre cinco y siete años que me sería devuelta junto con el envío del libro solicitado.
LLeno de júbilo, fuí en busca de Marga, carta en mano, para hacerle partícipe de todo cuanto me había ocurrido y me ayudase a elegir la foto adecuada. Rebuscamos por cajas, álbumes y estantes, revisando con la ayuda de mi madre, una a una, todas la imágenes que fueron apareciendo; sin embargo, ninguna me convencía a pesar de que unas cuantas se ajustaban a la edad requerida. Y de repente, de nuevo.. como un relámpago producido por las leyes de la Física o lo sobrenatural, una mano misteriosa elige por nosotros: una pequeña fotografía destacó frente al resto. Ahí estaba yo con "la mirada hambrienta" a pesar de esa sombra de melancolía que me obliga a entrecerrar los ojos frente al resplandor de los sentidos. "Ésta, sin dudarlo" le dije a Marga. En algo más de una hora escribí una apasionada carta de agradecimiento expresando lo mucho que me habían gustado los libros de Genet, etc... e incluyendo esa fotografía de niño con las manos en los bolsillos.

GENET Y YO
A los pocos días, recibí un sobre de tamaño medio y por correo certificado sin remitente y sin ningún tipo de reembolso. Me temblaban las manos y me costaba respirar. En el interior, encontré el cuarto volumen de su obras completas Edit. gallimard que incluían además de "Severa vigilancia" "El Balcón" y "Las criadas". Al abrir el libro encontré la siguiente dedicatoria:
"François, mi pequeño truhán: he robado este libro para ti,
haz lo mismo con todos, al menos, con lo que yo he escrito.
No deja de sorprenderme lo mucho que te pareces a uno de
los pequeños de la petite-Roquette. Tuviste suerte de..."
Jean Genet.
Había una frase al final de la dedicatoria - la caligrafía se volvía un tanto ilegible - aún así, pude reconocer algunas palabras aisladas como"touche" y similares , pero en su conjunto, no fuí capaz de encontrarle un significado global. Esa frase final parecía estar escrita en una clave indescifrable. Genet, no me devolvió la foto que le envié.
A pesar de mi fuerte motivación y entrega por el autor, traducir los diez folios exigidos para el trabajo de curso no me resultó tarea fácil. El ambiente carcelario donde se sitúa la acción, los diálogos descarnados y de una poética hiriente, pasan de una emoción a la siguente con una velocidad vertiginosa e inusitada. Tratar de entender a los tres personajes de la prisión - donde sólo el sexo es tan fascinante como la violencia - me hicieron ver que las cosas no son tal como son y suceden, sino que es necesario mostrar porqué son y suceden de ese modo, y sobre todo, en qué medida pueden cambiar. Durante unos días me sentí bloqueado respecto a todo lo que me rodeaba, sólo Marga estuvo a mi lado. Con frecuencia, volvía una y otra vez a releer la dedicatoria, consultar diferentes diccionarios e incluso preguntarles a personas con alto dominio del francés por esa enigmática frase.. para mi desesperación no obutuve ningún resultado. La clave seguía encriptada.
Una mañana, al salir de clase, me paró la profesora:
- Morales, tengo que hablar contigo. Sólo serán unos minutos.
Se pasó media hora dando rodeos tratando de engatusarme con la excusa de que la dramaturgia difiere en mucho de la narrativa. Que sería más conveniente elegir una novela como habían hecho el resto de mis compañeros, etc, etc.. le hice saber que ya me había leído tres novelas de Genet y mi elección no tenía vuelta atrás. Había acabado el trabajo monográfico con su correspondiente bibliografía, y la traducción la tenía prácticamente finalizada.
- Llegó a leer usted "haute surveillance" - le pregunté.
- Precisamente de eso quería hablarte. Sinceramente, no pude pasar de la cuarta página, me resultó repulsivo. Es más, mucho me temo que
no sea una lectura recomendable para un chico de tu edad. Mírate, estás en los huesos.

- Los personajes de las novelas de Genet suelen tener mi edad.
- Eso no quiere decir nada.
- Pues a mí sí me dice, y mucho- concluí.
Cuando llegó el día de presentar mi trabajo, le entregué en primer lugar el dossier a la profesora que estaba en su mesa en el extremo izquierda de la clase, y luego, me situé en el centro frente a mis compañeros para leer la traducción de diez folios. No había pasado de la segunda página cuando ya oí los primeros murmullos y tímidas risas. Pero pronto las carcajadas y el desenfreno por parte de la mayor parte de mis compañeros se hicieron tan estruendosas que no pude continuar con mi lectura. No entendía como esos maravillosos diálogos entre "ojos verdes" "Lefranc" y "Maurice" pudiesen despertar entre los asistentes una reacción tan desmedida y hostil.
Marga, se levantó de su asiento e increpó directamente a la profesora y al resto de los presentes.
- ¡La culpa es suya! no ha parado usted de hacer muecas y poner caras de asco mientras mi compañero leía su trabajo. Y todos estos borregos
le han seguido el juego. ¡Sois unos reaccionarios!
La nota que recibí de la profesora fué un 4'75. Decidí por consejo de Marga impugnar ese resultado ante el claustro de profesores y prometieron revisarlo.
Mi compañera hizo sombre Camus un trabajo brillante y espectacular que fué muy valorado y aplaudido. A ella le debo, sin duda, el disfrute y conocimiento en profundidad de varias obras de este autor.
Durante un tiempo evité hablar de Genet con nadie, lo guardé para mí como un secreto insondable al tiempo que mi relación con el resto de
mis compañeros, exceptuando a dos o tres incluyendo a Marga, se volvió más distante y desalentadora.
Me enviaron una citación de parte la Dirección del Centro y fué Doña Teresa Balló, profesora de Linguiística y cadedrática de Lengua Española, quien me recibió en su despacho. Junto a otros dos profesores revisaron exhaustivamente el trabajo que presenté sobre el autor que había elegido. Le conté toda mi odisea que ya he descrito en estas páginas y se contagió por la pasión que puse narrando los hechos y las emociones ante tal descubrimiento. Consideraron que mi trabajo era excelente, por ello, me dieron como nota final un 9. Pero Doña teresa me proporcionó ese día una alegría mucho más grande e intensa, regalarme unas fotocopias encuadernadas de "para un funámbulo" que Genet escribe a su amigo y amante Abdullah tras su suicidio en 1964. Este ensayo o poema en prosa se convirtió para mí como una biblia personal, e incluso llegué a aprenderme varos párrafos de memoria que he "verbalizado" en muchos momentos críticos de mi vida.En numerosas ocasiones antes de pisar el escenario y enfrentarme a ese monstruo de mil ojos que respira agazapado tras "la cuarta pared" han vuelto a mí esas hermosas palabras de Genet dedica a su bailarín sobre la vibrante línea de acero:
"Ardes, sobre tu alambre eres el rayo. O si prefieres un bailarín
solitario. Encendida no sé por qué te ilumina, te consume, es
una terrible miseria lo que te hace bailar. ¿El público? no ve
más que fuego y creyendo que interpretas, ignorando que eres
el incendiario, aplaude el incendio."
"Entérate contra quien triunfas. Contra nosotros pero entonces
tu baile será rencoroso. No se es artista sin que una gran
desgracia se entrometa. ¿Odio contra qué Dios? ¿Y para qué
vencerle?
Aunque seguí leyendo a Genet en los siguientes años, debo confesar que me olvidé injustamente de su persona durante mucho tiempo. De vez en cuando, aparecía un artículo, un ensayo, una película basada en una de sus obras, pero.. nunca más volví a hablar de él ni a mostrar pasión alguna en público. Cuando hicimos la presentación oficial de "Fando y Lys" en Madrid con formidable acogida de crítica y público, Fernando Arrrabal acudió al estreno y estuvo una semana con nosotros. Aproveché la oportunidad y le pregunté por esa frase inconcusa de la dedicatoria de Genet que continuaba aún sin descifrar. Arrabal, con su característico histrionismo iluminado me respondió: "Querido Mítaro (ése era el personaje que interpretaba en su obra) Jeanot, sólo tenía una cosa en la cabeza: dar y que le diesen bien por el culo" y estalló en una sonora carcajada." más tarde matizó y me dió una respuesta más convincente: "esa frase pertenece al lenguaje y argot de los orfanatos y círculos penitenciarios. No creo que lo descubras. Lo que allí nace, allí debe quedarse".

GENET Y YO
Jean Genet, como muchos de vosotros sabréis, murió en París el 15 de abril de 1986, su cadáver fué envuelto en un saco de arpillera con una nota que decía " inmigrante ilegal" y trasladado en avión hasta ser enterrado en Larache, el 25 de abril, donde reposa definitivamente en su atalaya del Atlántico y al arrullo de las olas. Por ironías macrabas del destino, el mismo día que falleció, exhumaron los restos de Abdullah - su amado funámbulo y cuya sepultura pagó Genet por un período de 25 años - para pasarlos a una fosa común.
Me averguenza reconocer que hasta hace relativamente bien poco tiempo, no supe que este autor a quien descubrí en 1975 y que tanto influyó en mi vida, vivió unos años en Larache, - la ciudad donde nací y pasé mis mejores años - que recorrió las mismas calles y lugares donde de niño jugué llenando de significado y emoción cada rincón, cada palabra, cada anhelo lanzado al viento oceánico. No hay peor exilio que el destiempo con esas personas a las que sientes presdestinado a encontrarte. Él creyó reconocerme en el leve rastro de una fotografía infantil, yo no supe o no tuve el valor de ir a buscarle.
Algún día regresaré de nuevo, sé que tengo que hacerlo. Escarbaré con las manos en la tierra cerca de su lápida, como hice apasionadamente con las páginas de sus libros, y enterraré a modo de cilindro esa misma fotografía que nunca me devolvió. Le preguntaré por esa frase inconclusa que aún y siempre nos mantendrá unidos.
Posiblemente encuentre respuesta.
Si la mejor música, el silencio, lo permite. O el lenguaje de las olas.

GENET Y YO

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