Revista Literatura
Tanto visitante inesperadolo exasperaba. Nunca había sido un hombre de multitudes. A su lado, la abuela vertía lágrimas y aceptaba, con la misma resignación, los besos, los abrazos o las coronas que iban llegando. Haciendo gala, una vez más, de su conocido mal carácter el abuelo eructó, insultó, escupió y despidió a los que allí se congregaban imitando voces de ultratumba y lanzando vómitos verdes al más puro estilo “niña del exorcista”.La escena que se montó fue la comidilla durante días y todos los asistentes al sepelio coincidieron en reprobar las malas pulgas que gastaba el difunto.