Además de los dos invernaderos con esculturas neoclásicas y plantas de todo el mundo (una delicia para explorar en los días de frio), los jardines cuentan con un río, columpios, un pequeño huerto infantil, una cafetería con comida y dulces caseros a precio razonable (cambiadores y tronas disponibles) y, por supuesto, la atracción preferida de los niños: ardillas tan tranquilas que, con un poco de paciencia, pueden comer de nuestra mano.
¿Qué más se puede pedir?
