El 2011 poco a poco se acaba y, a pesar de lo evidente, algunos sacan felices conclusiones. Que el sistema funciona; que la economía crece; que la fiscalía nacional económica hace la pega; que los movimientos sociales ponen sobre la mesa temas clave. De repente, como que todo este ruido empieza a parecer algo bonito, un signo de que estamos mejor que nunca. Y aunque nos demos un jacuzzi en el vaso medio lleno, lo mínimo, que como sociedad destapemos estos escándalos, no puede terminar por opacar la gravedad del problema.
Porque cómo pueden salir con que deberíamos estar más tranquilos si se descubre un problemita como el de los pollos, parece tomadura de pelo. No sólo es normal, es obligatorio ponerse un poquito nervioso, en especial si se prende la radio y escucha que entre las nunca bien ponderadas farmacias, y los siempre generosos supermercados, se pelean por poder vender algunos remedios porque hay lugares desabastecidos. Bien podría el Estado hacer un guiño de esfuerzo en abastecer de medicinas a quienes tienen dificultades de acceso.Por su parte, el tema de la educación y el movimiento estudiantil se ha desinflado bastante a estas alturas. Mal que mal, se vuelve difícil presionar con perder el año a mediados de octubre. El gobierno no estuvo a la altura nunca y las posiciones se radicalizaron, en especial cuando el foco se movió del lucro, prohibido por ley; a la gratuidad, un tema a largo plazo y que no necesariamente genera incentivos para obtener buenos rendimientos académicos. Fuera de ello, los golpes mediáticos hicieron su parte. Porque si hay un color que chille más que el rojo, vendría a ser el amarillo, sino pregúntenle a Allamand o a Golborne. Y aparte de lo terrible y lamentable; de que hubo show, hubo show. Pero si hasta falleció una persona en las operaciones de rescate, y nadie dice nada. No es de extrañar que si después se cae un toro a un pozo, el gobierno de los rescates tome cartas en el asunto. ¿Pondrán el mismo empeño si uno se cae a un pozo? De todas formas, cómo van las cosas, si tenemos suerte, la ley se va a cumplir en lo relativo a la fiscalización del lucro. Pero más allá de eso, podemos entender como algo positivo que la ciudadanía pueda (a pesar de los esfuerzos represivos) manifestarse, si lo comparamos con la dictadura. Pero la explosión social de este año da cuenta de un problema profundo en un sistema que no tiene mecanismos para escuchar a la gente y asimilar sus demandas y necesidades.
Por eso es que uno se empieza a poner un poquito nervioso cuando observa que las caras se empiezan a transformar respecto del voto voluntario. ¡Si eso era una promesa de campaña! Es inentendible que se diga que es un tema coyuntural del año, que este gobierno no fue electo para llevar a cabo reformas políticas. Sino, que le pongan otro nombre, propongo “estafas de campaña”. Y para colmo, aparecen todos los argumentos políticamente correctos de porque no convendría. Por un lado, la filosofía barata del hombre araña sobre derechos y deberes: “con un gran poder viene una gran responsabilidad”. Por otro, el conveniente simplismo, maniatado y pesimista: “es que los más vulnerables no irían a votar, les sale caro, carecen de medios e información”. Ante esto, es difícil no quedar pasmado ¿Entenderán lo que es una democracia? ¿Escucharon alguna vez eso del gobierno de la mayoría con respeto a las minorías? Porque si la gente está desinformada y no tiene posibilidades de ir a votar, el estado debe tomar un rol activo, hacerles llegar la información y facilitarles el votar. De lo contrario, si las obligamos, y lo que se afirma es cierto, les sigue costando caro y su voto sigue siendo desinformado, pero están obligados. No sé qué solución podría ser peor aún, aunque quizá después salgan con que el voto es obligatorio solo para los más pobres. Y dejémonos de cosas, la democracia no fue creada para imponerle deberes a la gente ni reivindicar apreciaciones filosóficas ambiguas; es un sistema para para obtener el bien común lo más eficientemente posible. En el momento en que el voto no es voluntario, deja de ser un derecho y se vuelve una obligación. O, puesto en otras palabras, el derecho a no votar por ninguna alternativa no puede ser anulado por una obligación artificial e impuesta, de ir a validar alguna de las dos o tres alternativas que generalmente son nefastas. La gente no puede asumir la responsabilidad de cosas en las que no tiene voz. Más aún, si la mayoría está a favor del voto voluntario y los sistemas binominal, partidario y político no escuchan a la gente.
En todo caso, a pesar de los esfuerzos, la ciudadanía está un poquito tensa. La nueva mayoría transversal se siente aplastada y no escuchada. Incluye, desde aquellas familias que con esfuerzo enorme se endeudan para poder costear una educación de mentira, hasta los PYMES que tienen que aceptar todo tipo de condiciones de pago para que las gigantes del capitalismo puedan hacer negocio. La mayoría de la gente, los que no ganan ni cobran peaje cuando la plata sale del país y termina pagando lujosos socialismos capitalistas de Europa; los que en vez de multi-RUT, lo único que tienen es cuenta-RUT; los que en vez de crédito inter-empresa, tienen que pedir plata para pagarle a ENDESA. Los que, a diferencia de Luis Larraín, creen que pedir un aumento de sueldo en tiempos de crisis no es causal de despido. Y aunque digan que para esta navidad hay que seguir buscando al caballo, ya todos tienen claro cuál es el regalo que los poderosos nos dejaron.