Bello ser de oscuro proceder, revélame con tu luz, dime, como es qué te debo entender.
Hace mucho tiempo fui prisionero de una golondrina, lo fui más allá de lo cálido de sus alas, incluso más lejos de su tierno piar. Aquel inentendible que me ataba siempre fue más que un abrazo emplumado, más que dulces trinos de palabras.
Amada ave blanca, color puro en apariencia, los ángeles son blancos pero también son blancos fantasmas que atormentan los sueños.
Pajarillo destructivo, sacando a un pez del agua no lo salvas de morir ahogado.
Me robaste golondrina, dime cual fue aquel objeto brillante que tomaste, dime con tus silbidos que era aquello que querías, dímelo ya.
Tomaste de mi todo, tomaste mi cuerpo y lo terreno de mis posesiones, también tomaste las palabras. Todo está bien, déjame así, déjame despojado de la armadura que cubría mi cuerpo, es brillante pero también es pesada.
Gracias golondrina por recordarme que no soy nada, no tengo nada a que aferrarme, y que así, ligero de cargas, puedo comenzar mi viaje.
Vuela si puedes volar, yo andaré mientras pueda andar, sigue el viento de tu locura y yo seguiré el camino de mi razón.
Lo errático de tus recorridos me recuerda lo insulso de los míos, verte arriba me revela siempre lo nimio de mi caminar. Por ti recuerdo que aunque vaya donde deba no voy a ningún lado, no voy y no me pierdo, no me pierdo porque sé que no tengo nada que perder.
Te amo golondrina por siempre recordarme lo mucho que disfruto de mi soledad, hermosa golondrina te amo por hacerme tu prisionero, por robarme, por mostrarme que puedo vivir sin aquellas cosas que creía indispensables.
Entonces me doy cuenta que cuando ya no tienes nada no hay prisión que te detenga, y sin saberlo aun, ya eres libre.
Dime golondrina voladora, ¿has soltado ya tus posesiones?, ¿has logrado ya despojarte de los resquicios que te atan al mundo terrenal?, golondrina amada, deja todo atrás, para entonces convertirte en el aquel ser evanescente que eres en realidad.