Disfrutaba leyendo a Ángel González, lo hacía y lo hago. Acudo a sus versos cuando alguna irrupción aparece en la vida de repente y desconcierta. Su tono otorga paz y, sobre todo, pone las cosas en su sitio.
Ahora que nuestra poesía está hasta arriba de banalidades, de miserias y ausente de sustancia, González logra equilibrar con sus versos. Cercanía, proximidad, sinceridad, lo auténtico acompaña. Él mismo indicó una vez que la poesía es capaz de cambiar nuestra percepción del mundo. La suya lo hace.
Me quedo con dos expresiones que repetía el autor de Áspero mundo: poesía como salvación y poesía como necesidad. Por eso acudo a él, es una necesidad para salvarme de la poesía trivial.