González-Sinde acaba de jurar y ya es criticada, todo un record olímpico difícil de igualar.

Sí, ha sido una ausencia larga. Es cierto. He tenido que explicarle a mi cuerpo que él no debía ponerse en crisis porque eso era sólo para la economía mundial y por ende la economía española, la política, el fútbol, pero no para los virus gripales, dolores de cabeza y dolores musculares. Pero no hubo forma, ganó él.
Claro que no tendría porque quejarme, otros son nombrados ministros y criticados a los cinco minutos de aceptar el cargo, todo un record olímpico. Sí, me refiero a la Ministra de Cultura, González-Sinde, que sin tiempo para sentarse en su despacho ya está siendo puesta de vuelta y media, por decirlo de modo suave. ¿Por quién? Por personas con las que tú, amigo que ahora lees esto, y yo, tenemos algo en común: ser internautas.
La Asociación de Internautas (AI) la ha declarado «persona non grata» antes de que respire, no vaya a ser que coja demasiado aire, por unas declaraciones realizadas con anterioridad en las que dijo ser “una defensora del control de contenidos protegidos por derechos de autor”.
Es bien cierto que habrá muy pocos de los que viajamos por Internet que no se hayan descargado alguna canción, película, programa de software u otra cosa, de forma “pirata” y sin tener en cuenta, para nada, los derechos de autor de nadie. Sin embargo, ¿eso justifica que se siga haciendo?
Que los CD están caros, sí; que el cine está por las nubes, sí; que los programas de software (los que más podemos necesitar o interesar, claro) son inalcanzables para los mortales de a pie, sí; pero de ahí a luchar por un intercambio de contenidos libre sin que nada importe y menos los derechos de quien lo realiza, hay una diferencia, ¿O no?
¿Acaso no está igual de caro salir de tapeo, tomarse unas copas y disfrutar de la noche? Y puestos a ello, porque no pirateamos el tapeo, las copas, la noche…