Gracias
por tanta hipocresía
y tantas verdades que aunque dolieron,
me hicieron crecer tanto.
Gracias
a las mentiras
que escondían
la farsa
de las promesas
sin futuro.
Gracias
a las maledicencias
que me hicieron
dejar creer
en absurdas supersticiones,
y seguir apostando
por mí misma.
Gracias
a mis mayores enemigos
que
un día ni tan lejano,
creí mis mayores aliados.
Gracias
a la vida
por llevarme
hacia una muerte
sin remordimientos.
Gracias
a aquellos que me ayudaron
con el peso de las piedras
que encontré por el camino.
Gracias
a las zancadillas
que me ayudaron
a levantarme
más fuerte si aún cabía.
Gracias,
gracias,
a la vida,
que pese a mis insolentes
ganas de dejarla
en el altillo del desencanto
me sigue a pesar de todo
abrazando.