Y por ultimo a un marinero italiano que busca sin cesar el horizonte que divide el mar y la tierra, pero no sabe, que por los rincones de una casa con vistas a la ladera, también puede ver el agua fresca del Darro.
Y yo me froto los ojos ante tanta vida, que apago en un pastel de chocolate, y que por no gritar y pedir a la vida que me salve de mi, que me acerque cada vez más al sosiego de las aguas calmas, al ronroneo de un reloj de cocina, y al sudor de una cuesta en el Albaicín.