En 1.914 el ejército español se encontraba realmente debilitado. Por un lado, aún no se había recuperado de las consecuencias que trajo consigo la guerra de Cuba, a finales del siglo XIX, y por otro, 50.000 soldados españoles se encontraban ejerciendo el protectorado de Marruecos, por lo que, con el comienzo de la I Guerra Mundial, el gobierno no tuvo más remedio que declararse neutral durante todo el conflicto. Una de las primeras víctimas de toda guerra es la verdad, así que con su pretendida neutralidad, España consiguió ser uno de los pocos países que dio cobertura a una epidemia que se estaba produciendo en ese momento y que estaba cobrando un carácter histórico. Mientras los países implicados en la I Guerra Mundial usaban sus medios de comunicación como elementos de propaganda o para tratar de animar a la población, los medios de comunicación españoles informaban de la mayor epidemia de gripe que el mundo había conocido. Por este motivo, aquélla fue conocida como gripe española, aunque se originó en los Estados Unidos, y tuvo como consecuencia el fallecimiento de entre treinta y cien millones de personas en todo el mundo.
En estos días, según la OMS (Organización Mundial de la Salud) una pandemia -epidemia a nivel mundial- de gripe está a punto de producirse y es inevitable que el recuerdo acuda a la gripe española, aunque muy difícilmente las consecuencias van a ser ni parecidas. La situación de los actuales sistemas sanitarios, la ausencia de conflictos bélicos a escala mundial y la coordinación a nivel global de las autoridades competentes en materia sanitaria hacen que el control de la situación nos permita ser optimistas.
El actual brote de gripe, que es provocado por el denominado por la OMS como virus de la gripe A (H1N1) desde el pasado 30 de Abril, se detectó en México a mediados del mes de marzo y en apenas un mes y medio se ha extendido a una veintena de países en los que se han confirmado más de 1.300 casos. Apenas diez días después de declararse la enfermedad, la OMS activó el nivel de alerta cinco o de pandemia inminente, algo que ha causado gran alarma social, pero que por sí mismo no informa sobre la gravedad de la enfermedad, sino solamente de su grado de expansión.
El virus de la gripe pertenece a la familia conocida como Orthomyxoviridae, que se caracteriza por poseer ARN como material genético y no ADN –al igual que otros virus como el de la leucemia T humana o el del SIDA-. Este hecho hace que este tipo de virus presente tasas de mutación mucho más altas que los virus ADN ya que carecen de una enzima que detecta y corrige errores en el material genético y que se llama ADN polimerasa. Por eso, aunque una de las características más importantes de nuestro sistema inmune es la memoria, es necesario vacunarse cada año contra la gripe. Y es que los virus que circulan varían, debido en parte a esta alta tasa de mutación y en parte a un proceso llamado recombinación, mediante el cual dos virus diferentes pueden intercambiar material genético para dar lugar a un tercer virus distinto que nuestro sistema inmune no sería capaz de reconocer aunque estuviera vacunado frente a los otros dos.
La terminología que la OMS utiliza para referirse a una cepa concreta de un virus hace referencia a las dos proteínas de la membrana de éste como son la hemaglutinina y la neuraminidasa. Así, para el actual brote de gripe A, se dice que el virus que la causa es del tipo H1N1, lo que quiere decir que de todas las formas en las que tanto una como otra proteína pueden encontrarse, las que se hayan en esta cepa son las de tipo 1 para ambas. En cuanto a la función que estas proteínas juegan en el virus, la hemaglutinina resulta determinante a la hora de unir el virus a la célula infectada mientras que la neuraminidasa lo es cuando se trata de facilitar la propagación de los viriones que salen de la célula infectada para atacar a células sanas.
Según las autoridades sanitarias el origen de este virus hay que buscarlo en una recombinación genética que se ha dado entre distintos virus, unos de origen aviar, otros de origen porcino y otros de origen humano. Por este motivo, han decidido dejar de llamar a este brote “gripe porcina”, ya que sería igual de inexacto que llamarla gripe aviar o gripe humana. Además, el hecho de asociar al cerdo con el origen de la enfermedad ha provocado ya un daño injustificado al consumo alimentario de la carne de este animal. Y es que está demostrado, que incluso comiendo carne de cerdo infectado no se podría transmitir el virus causante de la enfermedad ya que éste no resiste las temperaturas usadas al cocinar. No obstante, una vez más, la superstición y el miedo juegan en contra de la opinión de la ciencia.