En la esquina los pendejos se clavan un vino mirando la gente pasar. La vereda es ancha pero nadie quiere pasar cerca de ellos, todos se cruzan y van por enfrente tratando de que no los vean y haciendo como que no ven, por las dudas, a ver si los afanan. El cordón está libre, pero nadie quiere estacionar y dejar el auto ahí, por las dudas, a ver si los afanan. Pero ellos están tranquilos, sin joder a nadie. Se putean, se abrazan, se ríen. Pero todas las sonrisas están incompletas y varios huecos negros delatan las piezas faltantes, trofeos que rodaron quién sabe dónde y cuándo. La calle tiene esas cosas. Por suerte hoy está todo liso. Antes de que cierre el kiosco comprarán la última cajita, para irse a dormir en paz con aliento a Termidor. En la esquina los pendejos miran la vida correr por la avenida, escurrirse por el pasaje, y estrolarse contra el paredón de la cortada.
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