Ni bien se te había asignado tu misión en esta vida y ya estabas dando batalla. Una patada por aquí y una por acá. Así fueron los días previos a tu llegada, ya estabas dando guerra.
Las buenas noticias no se hicieron esperar y con ellas, también venían algunas no tan buenas y fue entonces que comenzaste a darnos catedra. A tu corta edad ya estabas descabezando dragones de canalización, destripando mostros de suero y librando épicos combates contra miles de agujas.
Varias han sido las peleas en las que has salido avante y otras, aunque no lo digas, sabemos que te ha costado resistirlas y al final vences de nuevo.
Expectantes, aunque no pasivos, desde la trinchera de nuestra fe cantamos vivas y hurras para el gran guerrero que eres, vencedor siempre.