¿Cuántas veces has pisado chicle, dándote cuenta cuando sientes que un hilo que se alarga cada vez más te sujeta al suelo? ¿O has sentido bajo un escritorio una bola dura? Aunque el chicle no sea uno de nuestros mayores problemas ambientales, quizá sea uno de los más molestos cuando nos encontramos con uno que nosotros mismos no mascamos.
Probablemente en nuestro país no sea un problema tan grave como en el Reino Unido, donde las ciudades invierten un poco más de US$ 231 millones cada año para remover el material pegajoso de las aceras, paredes y cualquier escurridizo lugar en el que alguien podría abandonar un chicle sin sabor.
Anna Bullus, una diseñadora inglesa de 25 años, ha propuesto una solución que comienza a tener una presencia rosada y redonda en Londres: ‘Gumdrop’. Como lo dice su nombre traducido al castellano, que podría ser algo tipo ‘Tirachicles’, este es un tacho, hecho con chicle reciclado, para que los transeúntes puedan desechar sus gomas de mascar. Lo que a su vez no deshecha la idea que el material pueda utilizarse para otras cosas.
La creativa diseñadora pasó ocho meses recolectando chicles viejos de todas partes para trabajar con estos en el laboratorio. Luego de un tiempo logró la nomenclatura necesaria y bautizó al material como ‘Bullus Recycled Gum Polymer’ (Polímero de chicle reciclado Bullus).
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