Revista Talentos

¿habéis leído “el espectro”?

Publicado el 21 noviembre 2018 por Aidadelpozo

Hola, amigos de TORMENTAS DE TINTA.

Continuando con la nueva sección del blog, dedicada a escritores independientes, hoy os dejo la introducción de la novela del escritor JOSÉ CASTAÑO AMADOR, "EL ESPECTRO", a la venta exclusivamente en Amazon. José Castaño también ha publicado EL DEMONIO DE COURCELLES, BAJADA A LOS INFIERNOS Y EL MONSTRUO.

Os invito a leer sus obras y a seguir a su autor en Facebook.

INTRODUCCION:

En Torreblanca de los Caballeros, poblachón agrícola de la profunda Castilla, en aquel día de septiembre había algo, que parecía vibrar en el aire, distinto a las demás jornadas de aquel sofocante verano que se extinguía sin que el calor se aliviase. Sin embargo, aquella mañana, un vientecillo suave y fresco comenzó a remover la pesada y caliente atmósfera, y los vecinos, gratamente sorprendidos, abrieron las puertas y ventanas de sus hogares recalentados para desarraigar de sus entrañas el bochornoso ambiente que se había aposentado en ellos desde el inicio del verano.

Pero no era únicamente aquel hálito de frescor lo que hacía diferente la fecha, en las caras, en las conversaciones, se percibía una animación que nada tenía que ver con la modorra de los días pasados. Dentro de unas horas se casaban Florentino Cuesta y Soledad Pacheco, la pareja de novios más hermosa que se recordaba en Torreblanca.

La boda se celebraba a la caída de la tarde y el pueblo entero se echó a la calle para ver el cortejo. Ella iba deslumbrante, con aquel cuerpo pujante de mujer en sazón, su gracia de movimientos y la belleza de su rostro, de sus ojos brillantes, de su sonrisa cautivadora... Él más formal, apuesto y guapo como ningún otro con su traje oscuro, peinado hacia atrás, con una contenida media sonrisa y una luz gozosa en los ojos.

Todas las mozas del pueblo, y no tan mozas, lo miraban con arrobo y habrían dado cualquier cosa por estar en el lugar de la novia. Desde las aceras, desde los balcones, la gente contemplaba aquella comitiva engalanada que desfilaba hacia la iglesia y que formaba el acompañamiento del enlace del que se hablaría durante años.

En la plaza de la iglesia, amplio y adoquinado pentágono irregular, a la sombra de "la casa grande", enorme caserón que ocupaba todo el lado mayor, la multitud se apretujaba en las aceras e invadía el adoquinado en todo su perímetro. Los balcones de aquellas casas de porte alto y fachadas extensas y cuidadas, allí vivían los vecinos más pudientes del pueblo, estaba atestadas de mujeres que comentaban con alborozo los detalles de los vestidos y galas de las invitadas, o la gallardía de éste o aquél mozo que marchaba con donaire sabiéndose contemplado por cientos de ojos femeninos.

Frente a la gran puerta de entrada de "La casa grande", se agrupaba el personal del servicio, en su mayoría mujeres, a cuyo frente se hallaba una joven no muy alta ni muy bonita, vestida con elegancia y distinción. Tenía los cabellos de un castaño casi rubio y su rostro era de tez clara, satinada, fresco y agradable. La armonía de sus facciones no alcanzaban la belleza, aunque su cuerpo, esbelto y flexible, estaba maravillosamente proporcionado. Era la señorita Victoria, hija de doña Concepción Marcos, cacique del pueblo y contornos y dueña de "la casa grande". Victoria, su hija única y heredera universal, era también la única debilidad, la niña de sus ojos, de una mujer implacable, despótica y dañina como doña Concepción, a la que la gente del pueblo no sólo temía porque era dueña de casi todo en la comarca, ponía y quitaba alcaldes y sus tentáculos llegaban hasta el gobierno civil, donde la máxima autoridad provincial conocía la conveniencia de mantener buenas relaciones con ella. Le temían también, y esto se cuchicheaba en voz baja, porque se decía que practicaba la magia negra y ritos diabólicos que le conferían un maligno poder.

¿HABÉIS LEÍDO “EL ESPECTRO”?

En aquella tarde templada y serena, la joven heredera de "La casa grande" ponía la vida en la mirada cuando vio aparecer la arrogante figura de Florentino Cuesta cruzando la plaza, rodeado de sus familiares y amigos.

-Amor mío, amor mío... -musitaba una y otra vez.

Aseguran las sirvientas de "la casa grande" que escucharon el desgarrado murmullo de la muchacha, que sintieron un profundo pesar ante la angustia y desesperación de aquella corta letanía. En Torreblanca de los Caballeros nadie ignoraba que la hija de la temida doña Concepción Marcos estaba perdidamente enamorada de Florentino Cuesta, agricultor con no muchas tierras que labrar, y que sin rubor alguno proclamaba su amor por él pese a los accesos de cólera de doña Concepción a la que le era del todo punto incomprensible que su delicada y refinada hijita pudiese beber los vientos por un patán pobretón, por muy apuesto que fuera.

Después de la ceremonia el convite se celebraba en el bar-salón de baile de la plaza del pueblo, conocido por todos como "El traspiés", sobrenombre de indudable enjundia humorística. Consecuentemente, el público se desparramó de la plaza de la iglesia o bien hacia sus hogares o bien hacia la plaza de España, donde tendría lugar el festejo.

Así, cuando las sombras del avanzado crepúsculo se espesaban ya en el cielo, la plaza de la iglesia había quedado silente y despoblada. Enfrente de la casona se levantaban los ennegrecidos paredones de la iglesia de San Jaime, una construcción de piedra con aire de fortaleza por su azote almenada y por su torreón cuadrado donde apenas si se distinguía el campanario. Fue entonces cuando una figura de mujer vestida de blanco como una novia atravesó la plaza con andar sosegado en dirección a la iglesia. Penetró en ella y durante varios minutos el mutismo y la quietud se apoderó de la plaza donde las tinieblas de la noche iban ahogando la difusa claridad; las bombillas del alumbrado público comenzaron a lucir y algún grillo hizo sonar su monótono chirrido hasta que, de lo alto del torreón, un cuerpo blanco se precipitó contra los adoquines...

Se escuchó un siniestro impacto y el cuerpo vestido de blanco quedó en trágica postura y una parte de él, su cabeza, comenzó a teñirse de rojo... Los gritos horrorizados de una mujer escaparon de una de las ventanas próximas y en pocos minutos de las puertas de aquellas casas de gente acomodada comenzaron a salir personas con semblantes sobrecogidos que corrieron hacia la figura rota y ensangrentada que yacía sobre los adoquines. Cuando la reconocieron, una dramática exclamación de dolorosa sorpresa se elevó por encima de quienes acudían... Era la señorita Victoria, se había quitado la vida arrojándose desde lo alto del torreón.

¿HABÉIS LEÍDO “EL ESPECTRO”?

Las grandes puertas de "la casa grande" se abrieron y vomitaron un tropel de gente que atropelladamente corrieron hacia el lugar donde la infortunada muchacha había caído.

Su madre, presa de un frenesí de locura, daba terribles gritos que se convirtieron en los espantosos alaridos de una persona enloquecida por el dolor cuando cayó de rodillas sobre el cadáver de la hija idolatrada... sus manos se ensangrentaron al acariciarle el rostro mientra su cuerpo se convulsionaba por hondos sollozos. En el paroxismo de la desesperación se puso a golpear el suelo con los puños sin cesar en sus gritos... Luego, de repente, se calló. Su rostro, distorsionado; los ojos llameantes y perversos y la boca crispada, a medio abrir... Los presentes se sintieron aterrados por aquella máscara de odio infinito; el relumbre de sus ojos era demoníaco.

-¡Pagarás... pagarás con los tormentos más atroces, pagarás con tu vida y con tu alma, desearás no haber nacido, Florentino Cuesta... -silabeaba como una demente.

Costó ímprobos esfuerzos separar a la madre del cuerpo de la hija. Después de que el médico forense la examinó una de las mujeres que quiso poner un poco de orden en aquel vestido blanco, de trágico simbolismo, antes de que la subiesen a la ambulancia que la trasladaría al instituto anatómico forense, encontró, sujeto con un imperdible, un cuadradito de papel que desdoblado tenía la extensión de una cuartilla. En él, la desdichada Victoria había escrito:

"No puedo vivir sabiendo que duermes y respiras junto a otra mujer, que su cuerpo calienta el tuyo, que sus brazos te aprietan contra ella y que sus manos te acarician... El tormento me enloquece. Busco en la fría oscuridad de la muerte el fin al lacerante dolor que en vida no puedo mitigar..."

FACEBOOK DEL AUTOR: https://www.facebook.com/profile.php?id=100027956799136 LINK DE "EL ESPECTRO": http://leer.la/B06XXNZF17

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