Había un plan para nosotros, simplemente lo sabía. Y aún cuando aquella constante molestia de saberle infatuado me hacía dudar de mis instintos, cuando encontraba en su sonrisa el preciso reflejo de la mía, me servía como agridulce consuelo. Así, como cuando se aproxima el señor de la camisa de cuello y los zapatos de hombre fresa mexicano y le aceptas porque no tienes nada mejor que hacer y mientras hueles su colonia que es la que todos usan, te das cuenta que en verdad es un desconocido y no hay nada en él que haga resonancia contigo, entonces entiendes cuando algo es verdad. Me resultaba confuso escuchar afirmaciones de mi pecho y tu sonrisa pero no de tu boca. Los sentimientos se reflejan, déjalos resonar. Tenía fe de ser escuchada, reflejada.