Para ir dando color a esta nueva temporada, el miércoleshubo reunión del club de lectura. Esta vez, a modo de inauguración del curso,quedamos en un restaurante de la localidad para almorzar (término que meencanta y que anda un poco perdido en ese diccionario de palabras desechadas del que un día hablamos, ese que ya no uso pero que a veces, sin querer, viene a golpearme los oídos y medeja los sabores a cocina de mi madre, el olor a limpio de mi abuela o lafrescura del pozo del campito de Chiclana). Como ya sabéis, en esta ocasión el libro que hemos leídoes Habitacionescerradas de Care Santos. Creo que todas mis amigas y yo hemos quedadoimpregnadas de sentimientos que traspasaban la lectura. Eran sensaciones que los personajes han sabido retratarnos a travésdel don de la literatura que rezuma la pluma de su autora.Sí que es verdad, tengo que reconocerlo sin pudor, que alprincipio costó un poquito hilar el tema. Llevábamos todo el verano sin vernosy eran muchos días, feria y viajes de por medio, como para centrarnos ya deentrada, en los problemas de una familiacatalana de primeros de siglo XX.Como siempre, la comida discurrió saltando a la comba entrelos recuerdos y las nostalgias de la gente común de una adolescencia que nosune y los avatares diarios de nuestras propias familias, asignaturas aprobadas o centímetros crecidosque ahora nos unen también de otra manera en las preocupaciones compartidas.Pero ya a los postres, bueno mejor al café que hay quesoltar el lastre que todas estamos convencidas que ha dejado el verano, fue elmomento de comprobar quién había hecho los deberes de la comprensión lectora,ese trabajo estival con el que subir un punto la nota del primer trimestre.Tengo que decir que me ha tocado una clase de empollonas. Todasse habían leído el libro, alguna traía posibilidades de propuestas y en generalvi muchas ganas de seguir adelante con esta idea simpática del club queconsigue sacarnos, un día de cada mes, de la rutina de nuestras propias vidaspara sumergirnos, de alguna manera, en la rutina de las vidas de unospersonajes de los que no tenemos pudor, porque para eso están creados, decotillear. Al fín y al cabo, si lo pensamos bien, eso es un poco de lo que setrata en el género de novela. Un autor nos cuenta, con todo lujo de detalles,la vida de unos seres que viven en un mundo de papel y nosotros, con todo elderecho del mundo, nos acercamos a mirar el engranaje de sus historias que nopodemos cambiar veamos lo que veamos.Este libro que hemos leído tiene un planteamiento muyoriginal. Los capítulos son como piezas de un puzzle. No guardan un ordencronológico, sino que van presentándote la vida de una familia viajando delpasado al presente y acentuando unas veces un personaje y otras otro. Y sóloserá al final, cuando juntes todas las piezas, el momento en que tendrás unaidea total de la obra y habrás recabado la información necesaria para conocerla ficción de una familia como tantas que vivió una época de movimientossociales, incertidumbre económica, costumbres rígidas…una realidad en la quecomo siempre salieron perdiendo las mujeres, a pesar de que en España empezabana instaurarse, suavemente, cambios importantes impulsados por el feminismo ypor una modernidad a la que cortaron las alas muy poco tiempo después.Es una novela “bonita” aunque tengo que decir que para estarconstruida alrededor de un asesinato a mí me ha faltado un poquito de intriga,ya que la propia originalidad de presentar la trama como piezas de un rompecabezas,hace que sea muy evidente desde el segundo capítulo como transcurrió latragedia. Pero, en fín, como decía una de mis amigas ésta es una novela social,no podemos pedirle una estructura policíaca.A mí, como la palabra almorzar, la novela me ha traído a lamente muchas historias contadas en mi casa sobre las mujeres de mi familia ysupongo que a todo el que lea la novela le ocurrirá. Creo que en todas las casasdeben quedar habitaciones cerradas, historias calladas de personan que vivieronuna época muy dura, terrible sin distinción de sexo ni edad, pero en la que las mujeres llevaron una cargainfinita a sus espaldas, en la que era normal que los maridos bebieran, que loshijos murieran y que las habitaciones callaran.Buen libro, os lo recomiendo.