Había sido una noche loca; perdí la cuenta de las copas de whisky, las rayas de coca, los porros y las anfetas que me tomé.Cuando desperté me encontraba en un callejón oscuro como mi alma; al fondo divisaba a una persona que se acercaba hacia mí. Me encontraba sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la pared y un charco de vomito a mi lado. Intenté levantarme, pero no pude. Al llegar el hombre a mi altura me dijo: –Lázaro; levántate; anda–. Y me levanté. Con un dolor de cabeza increíble le pregunté: –¿Tú, quién coño eres, y Cómo sabes mi nombre? Haciendo la señal de la cruz en mi frente, me contestó:–Soy el señor.–¿El señor qué?–Soy Dios. –¡¿No jodas?! –Sin joder pario la virgen. A mi hijo.–Y ¿Cómo te llamo de tú o de usted?–Deberías llamarme majestad, pero llámame como quieras. –¿Majestad? ¿Cómo a los reyes magos? –Tú, eres un cachondo, me parece a mí.–Perdona, digo, perdone, es que es la primera vez que hablo con un famoso y estoy un poco nervioso, pero bueno, ¿Qué es lo que quiere de mí? Después de mirarme de arriba a abajo y poner cara de asco, me contestó:–Vengo porque llevas muy mala vida y tienes que remendarte, pues si continuas así, bebiendo, drogándote, robando, saliendo con mujeres malas y lo peor de todo, escuchando música tecno house, rave y su puta madre, no tendré más remedio que prohibirte el paso al cielo el día que mueras; que por cierto, dentro de dos meses te pillara un coche y te matara.–¡Joder! Qué forma tienes de dar las noticias ¿Nunca has pensado en presentar un telediario?–Sí, y tú podrías hacer monólogos, ¡no te jode! Bueno, que no te enrolles. ¿Qué opinas de lo qué te he dicho?–¡Coño! ¿Qué quieres qué opine?, pues que la voy a palmar y todavía no he plantado un libro, ni he escrito un árbol, ni nada de nada.–digo de cambiar de vida para poder ir al cielo, eres un poco corto, me parece a mí.–Pues la verdad, en este país es costumbre cagarse en tu nombre y creo que tu reino debe oler a estiércol. Además seguro que en el infierno me encuentro con algún amigo. Creo que me quedo como estoy. –Está bien, si eso es lo que quieres, amen. –Se giró y desapareció por el callejón. Yo, busqué mi charquito de vomito y me volví a sentar al lado de él.