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Hablando de cine y religión II

Publicado el 24 marzo 2010 por Lautarojc
Pues continúo con el tema y el ámbito, pero esta vez es "El libro de Eli". Se trata de una película más con trasfondo apocalíptico, de las que han venido abundando siguiendo una estela que se remonta en el tiempo con "Mad Max". "Soy Leyenda", "The Road" y la que nos ocupa serían las más modernas, y de las tres la mejor de todas es ésta última. De esta no voy a comentar nada, porque me remito a lo que ya ha dicho mi esposa sobre ella en su blog, y de la primera, a parte de que Will Smith es un actor que me gusta y que mejora a su predecesora en el tiempo "El último hombre... vivo" (de los 70, y con un Charlton Heston haciendo lo que mejor sabía, sostener un rifle con sus dedos,... aún vivos), aunque desconozco a la anterior de Vincent Price, no pasa de ser una buena trama para entretener.
Pero "El Libro de Eli" tiene la particularidad de referirse a algo que abordaba en mi anterior post; la religión. Eli es un hombre que protege a toda costa el último ejemplar de la Biblia que existe en el mundo (conocido al menos, o sea los USA, como suele ser habitual en estas situaciones), que se considera protegido por él, y con la misión de llevarlo a un lugar "donde sus palabras tengan quien las escuche". Pero en los 30 años que lleva vagando cruzando el continente, se ha aprendido de memoria el libro completo. Su alter ego, el villano, es el personaje que interpreta el siempre magnífico Gary Oldman. Que busca incesantemente ese ejemplar, ya que lo necesita para completar su plan de convertirse en un lider entre los parias. Conoce el poder de sus palabras, y quiere utilizarlas para someter al resto.
¿Pueden ser unas palabras tan potentes como para liberar o someter? ¿Donde está la diferencia, si es que existe? Pueden, claro que pueden. Las palabras son nuestra forma de comunicar más elaborada, son nuestro paso particular hacia un nuevo estadio en la transformación de la humanidad, de ser humanos. Nos han permitido conceptualizar, elaborar teorías, desarrollarlas, y lo que es más increíble, comunicarlas, hacérselas comprensibles a otros, de manera que puedan repetirlas. Las palabras del Libro (usando la terminología de las tres grandes religiones monoteístas) han tenido y siguen teniendo un papel clave en el desarrollo, no sólo espiritual, sino político, del proceso de personalización de nuestra especie. Es portador de mensajes muy contradictorios, pero muy potentes. Porta en su seno el mensaje legislativo y moral más antiguo que poseemos, la que llamamos Ley del Talión, además de una muestra base de los relatos de la creación, y el desarrollo de la leyes dadas directamente por el creador. Pero también lleva el más innovador de todos.
Eli, que no lleva ese nombre por casualidad, resume en una sola frase el contenido del libro, cuando otro personaje le pide un resumen; hacer por el prójimo más de lo que hagas por ti mismo. De un plumazo han desaparecido la venganza, las leyes punitivas, el miedo al poder de Dios, el Apocalipsis y las interpretaciones de conversos mal intencionados. Todo reducido a interpretar las dos frases más importantes, el objetivo real de todo ese libro, que era llegar a la conclusión básica, al verdadero mensaje; reflejar hacia los demás, más aún de lo que soy, me doy, recibo y encuentro.
Pero ese mensaje no habla de estructuras, de piedras sobre las que cimentar nada futuro, no habla de quien gestiona la ley, no habla de quien la da, ni de quien la quita, no habla de castigos. Todo esto, que son las armas que pueden servir a intereses humanos, construidos sobre el sufrimiento de otros humanos, no es lo que tiene valor en el libro. Por eso debe llegar a donde lo escuchen, pero no una escucha cualquiera, sino la del que quiere escuchar; "quien tenga oídos, que escuche".
Lástima que el mensaje quede aderezado con tanta violencia como la que se ve en esta película de los hermanos Huges. Sucede como en Matrix; un contenido tan interesante, con tanto que entender, con tanto por explicar, que para llegar a las grandes salas tenga que hacerlo en este envoltorio. Por lo demás la película termina de una forma incomprensible; después de haber resumido el mensaje del libro tan bellamente, lo que realmente importa es la conservación del libro físico, y su inclusión en una nueva biblioteca alejandrina situada en la antigua prisión de Alcatraz, en la bahía de un devastado San Francisco.
Es el eterno retorno del mito ilustrado, moderno, de la conservación del conocimiento como valor en sí mismo, una mística mal entendida del libro en papel, y del conocimiento mismo, que parece que sólo existieran para ser atesorados, sin recordar el mensaje que nos legó Tolkien; convertir en tesoro lo inabarcable nos convierte en enemigos de nosotros mismos.

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