Revista Talentos

Hablar del cielo y buscar sentido

Publicado el 11 febrero 2025 por Cerebros En Toneles

Hablar del cielo y buscar sentido

Ilustración de Domingo Martínez González


    Casi no hablamos del cielo. Me refiero a las estrellas, los planetas, los cometas y las galaxias. En contadas ocasiones miramos hacia arriba y decimos algo sobre el firmamento. Suele ser cuando salimos al campo y nos alejamos de las ciudades, casi siempre en verano. La mayor parte del tiempo ignoramos la belleza de las estrellas. A pesar de tener al alcance de la mano toda la información necesaria para leer los cielos, parece que la gente ya no tiene esa necesidad. Cuando a un joven le dices que a simple vista puede contemplar la belleza de Venus o Júpiter, te mira desconcertado. Los dispositivos, además de acelerarnos, dirigen nuestra mirada hacia el suelo.
    En la prensa hay noticias sobre la exploración espacial casi todos los días, con secciones en los periódicos que cuentan con excelentes divulgadores científicos. Las imágenes de los telescopios actuales nos deslumbran y emocionan. Recuerden cuando se publicó la imagen del agujero negro que ocupa el centro de la Vía Láctea. Pero no todo es tranquilizador. De vez en cuando hay noticias que nos preocupan, como la actividad del Sol o la amenaza de un meteorito gigante. Ahora mismo se está siguiendo la trayectoria de un asteroide que pasará muy cerca de la Tierra en 2032.
    Para disfrutar del espectáculo nocturno no se necesita ser un experto. No es cuestión de conocimientos astronómicos. No hace falta conocer a fondo las teorías cosmológicas para quedarse pasmado ante el espectáculo nocturno. Los seres humanos lo vienen haciendo desde hace miles de años. Lo que sí es cierto es que cuanto más sabemos, la experiencia estética de mirar al cielo se vuelve más rica y compleja. Saber que una estrella está a cien años luz implica verla de otro modo. O saber que hay un millón de cuatrillones de estrellas…
    La filosofía surgió de la admiración, nos recuerda Aristóteles. Entre los científicos y filósofos actuales esa admiración no ha decrecido, todo lo contrario. Si bien hay muchos y muy buenos libros de divulgación científica, es raro encontrar ensayos que hablen del impacto filosófico que conlleva contemplar el cosmos. Hace unos días me encontré en la librería la obra Universo y sentido, del filósofo Norbert Bilbeny, publicada por Anagrama. Lleva como subtítulo “En busca del sentido en la inmensidad”.
    Es una obra extensa, setecientas páginas. El filósofo ha escrito un ensayo que se lee con placer, una obra que nace de la pasión por el saber. No sólo aparecen las reflexiones de los grandes pensadores, sino que está muy bien documentada desde el punto de vista científico. Es un ejemplo de colaboración entre ciencias y humanidades. Frente a la especialización, este libro logra integrar en un texto muy cuidado todas las inquietudes de un humanista.
    El libro comienza con la descripción de una experiencia bastante común. No es nada raro que uno se quede embelesado ante una noche estrellada. La bóveda celeste cuajada de estrellas nos intimida con su belleza. La finitud de lo humano es incapaz de atrapar la inmensidad. Así nace la experiencia de lo sublime. La imaginación se ve desbordada ante lo infinito. La razón intenta comprender esas dimensiones espaciales y temporales descomunales. Y la sensibilidad responde de forma contradictoria: ese bello abismo nos atrae al mismo tiempo que nos asusta.         El orden eterno de los astros ha inquietado siempre a la humanidad. La armonía del cosmos se basa en un orden matemático, racional y eterno, pensaban los griegos. Sin embargo, tras ese orden y esa quietud aparentes se esconde lo oscuro, lo gigantesco e impredecible. El asombro ante la inmensidad empuja al observador a preguntarse por su lugar en el cosmos. Y esa pregunta tiene que ver con el sentido de la existencia. Según unos, ese orden racional puede ser suficiente para encontrar sentido. Según otros, el orden racional es una proyección humana, un intento de domesticar una realidad caótica. El ser humano es una mota de polvo intrascendente en un universo inmenso. Pero esas efímeras motas de polvo son capaces de pensar sobre ello y escribir libros tan deslumbrantes como Venus.https://www.diariodejerez.es/jerez/hablar-cielo-buscar-sentido_0_2003310283.html

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